¿Quién diría que las matemáticas no sólo sirven para pasar exámenes… sino también para construir y volar un papalote? El tallerista Marco Antonio García demostró esta premisa en el Festival de la Escritura y las Artes, en el auditorio Amado Nervo. La magia comienza con papel, hilo, resistol, varitas de brocheta y mucha geometría.
Para el armazón, García utiliza una tabla con pequeños orificios para asegurar la precisión angular, señalando que al trabajar con varitas de brocheta, se busca un ángulo de 5 grados. Explicó que al jugar con las medidas, 5 más 5 da un ángulo de 10 grados, mientras que 5 menos 5 da cero. Una vez listas, las varitas se unen con hilo y tensión para formar una cruz perfecta, con la regla de oro de que la varita horizontal siempre debe ser más chiquita que la vertical.
Para la simetría, García se guía con algo que todos tienen a la mano: el tamaño de un celular, y une cada extremo para crear una forma de rombo, llamada mantarraya. Con la estructura formada, toca pasar al papel. Señaló que se busca la simetría al juntar los lados más largos de un rectángulo. La figura requiere reforzar bordes, pegar sobrantes y darle un equilibrio esencial con tres colas de papel china.
En la aerodinámica, es vital que el hilo pase por el frente, con una aguja exprés, para que el aire pegue en las varitas y no en el papel, evitando que el papalote se convierta en un paracaídas. El toque final es el carrete, donde Marco enrolla unos 15 metros de hilaza, haciendo una figura de ocho para evitar que se enrede. El experto afirma que, al momento de volar, es pura matemática en acción: sólo hay que poner el papalote a 45 grados y sostenerlo del eje vertical, y el aire hace el resto.
