La ex hacienda de San Miguel de Mora, en Tepic, tiene más historias que la tía del grupo familiar de WhatsApp, un imperio de caña y ganado que llegó a ocupar cerca de ciento sesenta mil hectáreas.
Fundada en el siglo XVI, aquí brotan manantiales de agua pura, uno de ellos fue convertido en presa para regar la caña. Hoy conocemos este sitio como la Laguna de Mora, donde se dice, se cuenta, se rumora que es el lugar preferido de los escuelantes para irse de pinta.
Aquí existe un campanario franciscano, testigo silencioso desde el siglo XVI y un molino donde la caña se volvió piloncillo, dulce y pegajoso como el mejor chisme del pueblo.
La lista de propietarios parece sacada de una novela: Miguel de Mora (1657); Juan López Portillo y Camberos, quien modernizó la hacienda (1700); Felipe de Liñán de la Cueva(1768), y Antonio Álvarez Tostado (1850).
En 1926, la historia se volvió sangre, se dice, se cuenta, se rumora que 600 cristeros bajaron del tren y se atrincheraron entre techos y patios, perseguidos por dos mil seiscientos soldados.
Se vuelve a decir, contar y rumorar que la batalla fue feroz; los cuerpos quedaron tendidos en el patio y que los sobrevivientes fueron colgados de las higueras del camino real.
Visitar San Miguel de Mora es encontrarse con una historia que eriza la piel, incluso hay quien sienten escalofríos o sonríe con nostalgia, ante un pasado que merece ser contado.
La ex hacienda es un libro abierto que exige cuidado, investigación y cariño, recordándonos que nuestra herencia merece ser protegida y contada.
Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), delegación Nayarit / Fernando Murillo López, Historia del Ingenio de Puga (2005).
