El olor a humo volvió a ser parte del paisaje. Mientras el calendario se acerca a su cierre, todo indica que Nayarit repetirá una historia que ya se ha vuelto incómodamente familiar, terminar el año dentro del top 10 de los estados más afectados por los incendios forestales en México. El último reporte de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) coloca a la entidad en el sexto lugar nacional, con 68 mil 627 hectáreas devoradas por el fuego y 160 incendios registrados, solo esperemos que no se incremente.
No es un dato aislado. Desde 2020 a la fecha, Nayarit ha hecho del sexto sitio una constante, ahí cerró en 2021, 2022 y ahora en 2025, con picos aún más alarmantes: cuarto lugar en 2023 y octavo y noveno en 2024 y 2020, respectivamente. El año más oscuro fue 2023, cuando las llamas consumieron 90 mil 900 hectáreas; le siguieron 2024 con 83 mil 859 y el presente 2025, que, aunque menor, sigue siendo una cifra que estremece.
Las estadísticas no sólo hablan de superficie quemada, sino de la intensidad del daño. En promedio (del 2020-2025), cada incendio ha afectado 434 hectáreas en estos años, pero 2024 rompió el molde por mucho con 591 hectáreas por incendio, un dato que da cuenta de fuegos cada vez más extensos y difíciles de controlar.
Detrás de los números hay rostros cansados y manos ennegrecidas. Este 2025, un total de 8 mil 58 personas se lanzaron a combatir las llamas que amenazaban los principales pulmones del estado. Lo que sorprende y reconforta, es que una cuarta parte de esa fuerza, el 25.5 por ciento, estuvo integrada por voluntarios: ciudadanos que no se quedaron de brazos cruzados y se convirtieron en la primera línea de defensa. Superaron incluso a los brigadistas oficiales de la Conafor, que representaron el 14.8 por ciento, y al personal de protección forestal, con el 22 por ciento. Nunca antes tantos voluntarios se habían sumado a esta causa.
La tragedia, sin embargo, tiene un origen que incomoda: el 98.6 por ciento de los incendios forestales fueron provocados por actividades humanas. Prácticas agrícolas y pecuarias, fogatas, cazadores, fumadores, festividades, rituales o limpias de terrenos están detrás de casi todos los siniestros. El fuego, una vez más, no cayó del cielo.
El norte del estado cargó con la peor parte. Municipios como Del Nayar, Acaponeta y Huajicori vieron arder sus montes, pero fue La Yesca la que quedó marcada para la historia. Ahí se registró el incendio más destructivo de la era moderna de Nayarit: 7 mil 719 hectáreas calcinadas dentro del Área Natural Protegida de la Cuenca Alimentadora del Distrito Nacional de Riego 043, en el predio Cerro Colorado. Durante 21 días, el fuego avanzó sin tregua en una zona clave para la recarga de algunos de los mantos acuíferos más importantes del estado.
La dimensión del desastre abruma cuando se traduce a imágenes cotidianas: una superficie equivalente a 454 veces el parque La Loma, o más de 10 mil 800 campos de fútbol reducidos a cenizas.
Así, entre cifras que se repiten y paisajes que tardarán años en sanar, Nayarit vuelve a cerrar el año con una herida abierta. Una herida que arde, que humea y que recuerda, una vez más, que el fuego casi siempre comienza con una chispa humana.



