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miércoles, diciembre 31, 2025
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2026, entre la fe en las lentejas y el rechazo a la “hipocresía”

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Mientras algunos lanzan semillas para atraer dinero o corren con maletas, otros ven en los rituales de fin de año una simple superstición o una puesta en escena social

La llegada del Año Nuevo en Tepic trae consigo el cambio de calendario y un despliegue de fe, magia casera y, en algunos casos, un franco escepticismo. En las horas previas al 2026, la ciudadanía se divide entre quienes confían ciegamente en los rituales de la abundancia y quienes prefieren recibir el ciclo entrante sin manuales ni instrucciones místicas.

Para Dana, por ejemplo, la suerte no se deja al azar. Ella forma parte del grupo que apuesta por la intervención divina, o culinaria, para asegurar el bienestar económico. “El de las lentejas, aventarlas… es para la abundancia y atraer el dinero todo el año”, comparte convencida, respetando que “cada quien tiene sus creencias”.

En esa misma línea, pero con un enfoque más pragmático, se encuentra Angélica Barrón. Ella es la prueba viviente de que, según su experiencia, los rituales funcionan… a veces demasiado bien. Relata que solía salir con las maletas a la calle, pero dejó de hacerlo por una razón peculiar: “Ya no lo hago porque ya viajo mucho”. Ahora, su estrategia se centra en colocar monedas en la entrada de la casa o el comedor. “Me ha funcionado; no tanta abundancia, pero no me ha faltado”, asegura, aunque aclara que para los propósitos personales no necesita de las uvas: ella se fija metas “con o sin ellas”.

Sin embargo, no todos comparten este entusiasmo esotérico. Para Azucena Soria, la noche vieja se trata de gratitud y compromisos, no de magia. Su ritual es la cena tradicional, el brindis familiar y las clásicas doce uvas, las cuales interpreta no como deseos mágicos, sino como “logros y compromisos” que uno asume personalmente con cada campanada.

En el otro extremo del espectro está Roberto Rivas, quien confiesa con sencillez que nunca le “impusieron” esas costumbres, por lo que ve los rituales desde la barrera, respetando el derecho de cada quien.

Pero la voz más crítica es la de Arturo Ramírez, quien rechaza participar en lo que él considera una falsedad social. Para él, el 31 de diciembre es el día donde “se manifiesta la hipocresía en todo su esplendor”. Arturo lamenta ver familias y amistades que se odian durante el año, pero que esa noche “se abrazan y se dan besos”, para al día siguiente volver al maltrato habitual. “Yo no participo en esas hipocresías”, sentencia.

Así, entre lluvias de lentejas, abrazos cuestionados y uvas con propósitos, los nayaritas se preparan para el cambio de año. Al final, con rituales o sin ellos, lo único que une a escépticos y creyentes es la esperanza compartida de que los próximos 365 días traigan salud y buenos momentos.

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