El futbol es un juego de conjunto donde deben prevalecer la solidaridad, el sentido grupal y la idea de colectividad.
Es muy comprensible la frustración de un mediocampista cuando se equivoca al intentar filtrar un servicio o cuando el eje de ataque yerra frente a la portería contraria, pero la desazón no debe nunca traducirse en “balconeo” a un compañero.
André Pierre Gignac lleva años reclamando airadamente a los compañeros cuando no le dan un buen pase. El francés manotea y sus reclamaciones rayan en la humillación.
El sábado pasado, durante el partido contra el América en el Volcán, Diego Lainez no le entregó correctamente el balón y, para no variar, Gignac se lo echó en cara ostensiblemente.
Qué bueno que Lainez le respondió y no se dejó intimidar por la discordante alharaca del centro delantero europeo que, dicho sea de paso, se ha especializado en intimidar a los impersonales silbantes de nuestro balompié, sin que éstos se atrevan a tocarlo ni con el pétalo de una tarjeta amarilla.
Esta situación se presenta en el marco de una crisis del conjunto felino, abandonado a primeras de cambio por el timonel argentino Diego Cocca, nuevo entrenador de la Selección Nacional, y que ahora se encuentra en manos de Marco Antonio Ruiz.
“El Chima” no parece encontrar el once ideal que haga funcionar al cuadro neoleonés.
En capilla
La jornada del fin de semana también dejó en crisis a los Pumas del Universidad, cuyo entrenador Rafael Puente del Río es repudiado de forma violenta por la fanaticada universitaria en las redes sociales.
Casi le resulta a Puente el planteamiento conservador en Santa Úrsula, pero un gol in extremis de Escoboza lo dejó en una situación muy complicada de cara a lo que resta de la campaña.
