“Adorar o aborrecer a los héroes o a las figuras importantes del pasado es un ejercicio estéril. Hay que comprenderlos”
Octavio Paz
Por Ernesto Acero C.
En el marco del movimiento estudiantil de la universidad de Nayarit con el que se había ligado el del Tec de Tepic, se explica la presencia de la FEG y la CJM. Las visitas del presidente de la FEG a las instalaciones de la UAN en la Ciudad de la Cultura fueron escasas y en realidad registradas entre lo grotesco y lo frustrante.
Lo anterior puede concluirse si nos referimos a un par de casos. Acompañado de un guardaespaldas que portaba un arma de fuego, Padilla López se reunió con estudiantes de la UAN y con algunos del Tec. de Tepic en lo que era el aula de cuarto grado del edificio de la escuela de Economía (ese que destruyeron junto con su emblemático mural). En realidad, algunos asistentes eran militantes del Partido Comunista que en esos días era encabezado por Blas Zamudio, quien no tenía conocimiento del asunto.
En esa ocasión, tras un gran estruendo que dejó en tinieblas todo lo que era la Ciudad de la Cultura, elementos militares o paramilitares rodearon el edificio con lo que la reunión se dio por terminada. Los asistentes a la reunión fueron desalojados del aula en la que se encontraban y en formación de dos en fondo, fueron “acompañados” hasta la salida de la UAN que se localizaba por la calle 12 de octubre, cerca de la Normal Urbana y de la Normal Superior.
Los elementos que expulsaron a los conspiradores portaban armas de fuego. Entre los conjurados, el único que iba armado con un pequeño revólver era el esbirro de Raúl Padilla. Al salir Padilla López del aula, de inmediato fue revisado en busca de un arma de fuego. Solamente a él y a su “asistente” se les cacheó. A Padilla no se le encontró ningún arma. Lo curioso del caso es que tampoco se le encontró el arma al “guarura” de Raúl, por lo qué entre la broma y la seriedad, se llegó a especular sobre si la mencionada arma no habría sido ocultada en alguna parte u orificio del cuerpo del guardia personal de Padilla López. De esa manera ignominiosa y para nada heroica, fue echado Raúl Padilla de las instalaciones de la UAN. Que Raúl Padilla fuera dirigente de la CJM y de la FEG, les valió pura chingada a los furiosos elementos armados.
La segunda ocasión no fue menos vergonzosa. Esta vez, Padilla López fue echado casi al modo en el que se echa a un hambriento chucho a la entrada de una carnicería, aunque el lanzamiento al menos no fue de manera personal. De nuevo, en las instalaciones de la Escuela de Economía, ahora en el aula correspondiente al segundo grado del viejo edificio de esa escuela hoy derruido.
Digo que la humillante defenestración ya no fue insulto personal, porque había designado como su representante a Asunción “Chon” Casillas. Este solía llevar entre sus ropas, cerca de la zona lumbar, un pequeño revólver. De nuevo, el estruendo y tras ello, el apagón generalizado en toda la Ciudad de la Cultura. Luego, siguió el ruido de los pasos parecido al de los militares que marchan a paso redoblado. Ya rodeados, los conjurados dimos la cara a los que apuntaban con armas de fuego en dirección al aula universitaria, proponiendo el inicio del diálogo. Con palabras altisonantes, los hombres armados se negaron al diálogo y, a mentadas de madre, exigieron la salida inmediata de los confabulados. Algunos de esos participantes de la conjura, ni siquiera éramos alumnos de la UAN, sino del Tec de Tepic.
La respuesta a la dura exigencia de los hombres armados que rodearon el edificio de la Escuela de Economía, fue inmediata: ¡vamos a salir! Formados en “fila india”, los asistentes a la reunión fuimos desalojando las instalaciones de la universidad, entre ellos, el mismo Chon Casillas. A Casillas no lo esculcaron y se fue con, su pequeña pistolita, perdido entre la bola. Bien alineados y bien calladitos nos fuimos caminando en dirección a la Normal Urbana, allá por donde está la Prepa 1. Ya en la calle, y luego de haber corroborado una y otra vez, que la “escolta” de hombres armados ya no estaba cerca, los expulsados fuimos alzando la voz, con energía y con la mayor virilidad. Ya muy lejos de las escopetas, renació el espíritu revolucionario y la consigna que se gritó, una y otra vez, hasta el desgañite total, fue: “¡El pueblo, unido, jamás será vencido!”. Así se ocultó la humillante expulsión de los alzados “pro-universitarios” de la FEG, del Tec y de la UAN.
Los que se mesan el cabello porque López Obrador le enjaretó el epíteto de “cacique” a Raúl Padilla López aún vivo, solamente muestran su odio al presidente de México. La corrupción, el uso del poder para obtener privilegios, eso es lo que distinguió a la figura del fundador de la FIL. La endogamia y el nepotismo fueron el signo de los tiempos de Raúl Padilla López.
La endogamia solamente puede manifestarse bajo condiciones políticas de corte feudal. No extraña por eso, que tanto su hermano Trinidad como su primo Tonatiuh Bravo Padilla, hayan sido rectores de la UdeG. El manejo de recursos financieros de la UdeG para realizar actividades políticas fue parte del proceso de encumbramiento de Padilla. El financiamiento del partido local que fundó Raúl Padilla en el estado de Jalisco, se asocia con el de la UdeG. Eso todo mundo lo sabe, como todo mundo conoce el dispositivo constitucional el cual dispone que “Sólo los ciudadanos y ciudadanas podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e individualmente a ellos; por tanto, quedan prohibidas la intervención de organizaciones gremiales o con objeto social diferente en la creación de partidos y cualquier forma de afiliación corporativa”. Lo mismo allá, que acá. En fin.
¿Hizo cosas buenas? ¡Claro que sí! También hicieron cosas buenas Porfirio Díaz, Plutarco Elías Calles, Carlos Salinas de Gortari o Antonio López de Santa Anna. Hicieron cosas malas Miguel Hidalgo, Morelos, Benito Juárez o Lázaro Cárdenas. Esa es la vida, de luces y sombras.
La beatificación de una persona que bien podría haberse manchado las manos de sangre, eso no procede. Serenidad, seriedad y equilibrio servirían para analizar esa vida, tan importante como la del hombre que echó la última palada de tierra a la tumba de Raúl Padilla López. No hay vida, por menuda que esta parezca, que no posea una interesante biografía. (Segunda y última parte).