Breverías | Buen maestro

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El Periquillo Sarniento recuerda a su primer maestro: buena gente, pero no sabía dar clases ni podía mantener la disciplina. Un día llegó a la escuela un clérigo a inscribir a su sobrino, pero se escandalizó con la ortografía del profesor. “Me llevo a mi sobrino. Usted tiene buen corazón, pero para ser un buen maestro hacen falta conocimientos, virtud y vocación. Y lo único que tiene usted es la virtud”, dijo el cura. Efectivamente, el educador no tenía ni conocimientos ni vocación, pero sí algo mayor: vergüenza, madre de la estima de la propia honra. Así que cerró su escuela y se dedicó a otra cosa. Hizo más por la educación que sus pares, sin el valor para cuidar ovejas, a quienes la ortografía, retórica, botánica y sistema decimal tienen sin cuidado.

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