Estado Democrático Social y de Derecho

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«… como suele ocurrir con las hazañas democráticas, los jefes tuvieron la satisfacción de poder acusar a su “pueblo” de deserción, y el pueblo la de poder acusar de engaño a sus jefes»

C. Marx.

Por Ernesto Acero C.

El Pacto Federal, es un Pacto Social y debe ser defendido y ampliado. La defensa de los derechos sociales es un imperativo para México. Durante siglos, los derechos de las personas han sido negados y se han fortalecido privilegios indebidos. El presente es oportunidad para sentar las bases de un Estado de corte Social y sujeto a las reglas de la democracia. En esa dirección va el gobierno federal y el del estado.

Hace 120 años, en 1903, los Flores Magón mostraron la orientación de sus ideas al colocar una manta al frente de “El hijo del Ahuizote”, que señalaba al estado de la ley: “La Constitución ha muerto”. Las aspiraciones del pueblo habían sido traicionadas por sus “representantes”.

En 1916-1917, se hizo el portentoso intento por dar vida a ese mismo Pacto que había sido suscrito en 1857. La Revolución relanzó el contenido social, robustecido, renovado, de la Constitución de 1857. No obstante, los gobiernos subsiguientes avanzaban y retrocedían, pero como dando un paso adelante y dos para atrás.

La hazaña que se manifiesta en el producto del Constituyente de Querétaro, fue sujeta a una realidad política que avanzaba y retrocedía. No hay duda de los avances que se registran en la historia de México, aunque esos avances no son graciosas concesiones de nadie, ni de gobiernos ni de personajes ilustres.

Los avances que se han registrado en México tienen que ver con el sacrificio hecho por movimientos sindicalistas, por movimientos estudiantiles y populares. Esos movimientos han nacido, han crecido bajo la cobertura de la organización y la unidad programática.

Esos movimientos sociales han tenido dirigentes que han tenido dos destinos muy marcados. Algunos fueron encarcelados una y otra vez o de plano desaparecidos o asesinados; otros fueron cooptados o castrados o de plano, se sumaron al enemigo de clase. Bien dice Efraín Huerta, El Gran Cocodrilo, “A mis / Viejos / Maestros / De marxismo / No los puedo / Entender: / Unos están / En la cárcel / Otros están / En el/ Poder”.

Nuestra Constitución es un poema de contenido social y se ha reformado su contenido sexual. Derechos como la educación, de acceso a la salud, al trabajo, a la vivienda, a un salario digno, a un medio ambiente sano, a ser tratado de igual a igual, ahí están en la letra de nuestra gloriosa Ley Fundamental.

En Querétaro, lo que nació fue trascendente, pues lo que produjeron los legisladores tras sus deliberaciones fue un Pacto Social, expresado en términos políticos y en reglas formales. Ese es un pacto que se expresa claramente como lo que se suele definir como un acuerdo de acuerdos, como un pacto que manifiesta la unidad fundamental que se requiere para construir una sociedad justa e igualitaria.

Ese gran acuerdo es superior en mucho, a otros que se reducen solamente a enunciar reglas formales y que se abandonan a la potencia de la Mano Invisible de Adam Smith. La construcción de la nación mexicana tiene sus bases en la Constitución. Nuestra Ley de Leyes abre las puertas al Estado Social, pues reconoce derechos humanos y sociales de todos los mexicanos. El Estado Democrático se define tanto en los artículos 3, 39 y 40, esencialmente. Todo el cuerpo normativo, y por definición todo el entramado convencional, es parte del Estado de Derecho, de lo que se deriva una definición trascendental, el Estado Constitucional.

Se le puede denominar como sean los deseos de cada cual, pero el Estado que delinea la Constitución Federal contiene los elementos del Estado de Bienestar. Tras más de cien años de Constitución, ¿por qué no se ha logrado consolidar un Estado como el que deriva de la realización de los anhelos constitucionales?

Podría asegurarse que una de las razones fundamentales es la corrupción que caracterizó al Estado Ladrón, al Estado Corrupto, al Estado Cleptocrático. Puede ser que así sea, pero la corrupción es apenas una de las manifestaciones de otra razón más poderosa. Lo que explica la corrupción, la endogamia, la cleptocracia y el imbecilismo orangutánico, es la ausencia de instituciones.

En México, a través de todo el siglo XX y al iniciar el siglo XXI, lo que hemos visto es la inexistencia de partidos y por tanto de un sistema de partidos. Si partimos de reconocer que los partidos son el caldo de cultivo de la clase política, y dada la ausencia de partidos en México, luego entonces podemos concluir que en México no existe la clase política.

Lo que vemos en lugar de partidos, son acrónimos, siglas. Lo que vemos una y otra vez, son figuras políticas que no hacen clase política. Así como una golondrina no hace verano, tampoco una figura política hace clase política. Ejemplos tenemos de sobra a lo largo de toda la historia nacional.

El papel del Estado es crucial en la construcción de una sociedad. Un Estado de Bienestar no se construye sin reglas y sin mando de corte social. Sin partidos, sin instituciones políticas como lo es un sistema de partidos, la sociedad es barco al garete. Hasta ahora, los liderazgos no se han institucionalizado, sino por el contrario, se han enquistado terca y estúpidamente.

La historia de México es una historia de promesas y compromisos incumplidos. La gente ha salido a votar, a protestar y hasta a dar la vida empuñando las armas y sus representantes le han dado la espalda.

Por todo eso y más, procede la defensa de los derechos sociales, para acabar con la corrupción, con la endogamia imbecilizante. Procede acabar con los privilegios que sirva parta moderar opulencia e indigencia. No se trata de un enunciado socialista, ni comunista, sino estrictamente liberal. De lo que se trata es de que realmente se definan las diferencias a partir de la virtud o el vicio, y no por la usurpación de virtudes de las que se carece y de la negación de las que si poseen los demás.

Los derechos sociales están en el amanecer de una historia que debe romper con las inercias del pasado. Esos derechos sociales deben defenderse mediante la democracia, aunque sin ingenuidades. El movimiento por la defensa de los derechos sociales es un movimiento fortalecido con el alma de la Constitución.

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