Por Raquel Carolina Velarde Sáizar*
Yo no tuve personalmente un acercamiento con Barbie. Las caritas ilusionadas de las niñas Velarde frente al aparador de la tienda del señor Pantoja para escoger año con año para Navidad una muñeca y un juego de té es el recuerdo más hermoso de mi niñez.
Las muñecas eran hermosas, aunque sólo tenían movilidad en sus brazos y piernas y cerraban y abrían su párpado superior. Nos era suficiente para ser muy felices por mucho tiempo.
Con Barbie tuve un encuentro verdaderamente inesperado y provocó en mí un asombro mayúsculo. En una visita a mis abuelos en Acaponeta, siendo una niña de aproximadamente 10 años, una de mis tías (mi querida tía Bruni, según recuerdo), me invitó a su recámara y sin más, abrió un imponente ropero de madera y me mostró una colección de Barbies que me dejó boquiabierta.
Recuerdo que eran varias, las suficientes para que yo me sintiera impactada. Muy bien cuidadas, compradas en Guadalajara, según me dijo.
Recuerdo claramente unas con vestidos como psicodélicos, de acuerdo con la época, pero otras vestían trajes de fiesta con brillos, tules y zapatillas, que me recordaron a esas muchachas de Acaponeta que podrían tener carencias en su vida, pero nunca les faltaría un vestido, unas zapatillas, un peinado alto y un maquillaje perfecto -a pesar de los calores- para ir a las grandes fiestas en el Club Astoria.
¡¡Benditas Barbies de Acaponeta!!
—————————-
*Experta en planeación
Mundo Barbie es una serie de textos personales de mujeres destacadas de Nayarit sobre su relación con el juguete y por medio de éste su dinámica en el núcleo familiar. Han publicado también la académica Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara, investigadora emérita del SIN; Alba Cristal Espinoza Piña, diputada presidenta de la XXXIII Legislatura, y Norma Galván, rectora de la UAN.