Origen y ocaso de la educación ‘socialista’

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Por Ernesto Acero C.

Es razonable coincidir con Antonio Caso, no con Vicente Lombardo. Para Lombardo Toledano la universidad cándidamente debía atarse a una ideología. Para Caso Andrade, la universidad debía liberar y liberarse para conocer el vasto mundo de las ideas de toda laya.

No obstante, hay serios indicios que nos revelan el nombre de Plutarco Elías Calles, el fundador del abuelo del PRI (PNR), como el verdadero promotor de la educación socialista en México.

El primer presidente que hace un mandato de seis años es Lázaro y es él mismo quien logra estabilizar al país y los procesos sucesorios (fundados en el parricidio político). Cambia de nombre al PNR para denominarlo Partido de la Revolución Mexicana (PRM, 1938) y además realiza la expropiación petrolera (1938) y la crea el IPN (1936).

El de 1933 es año en el que se realiza la Convención de Querétaro (PNR, diciembre). En septiembre de ese mismo año (1933), se desarrolla el debate entre Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano. El tema: la orientación ideológica (…!) que debía imponerse a la Universidad. Ese año, en diciembre, se discute al seno del PNR el tema educativo en el que se centra nuestro esfuerzo.

La primera reforma al tercero constitucional, data precisamente de fines de 1934, aunque se gesta desde finales de 1933. Eso significa que por unos 17 años el texto constitucional referido se mantiene intacto.

Tras la etapa revolucionaria, la educación en México presenta importantes avances, como la creación de la Secretaría de Educación Pública. En 1921 Álvaro Obregón crea la SEP y designa a José Vasconcelos como primer titular de la dependencia.

El debate en la Convención de 1933 fue tan intenso que los choques se dieron entre los integrantes de la misma fuerza política, el PNR. Entre los que debatieron se destaca Luis Enrique Erro, que reclamaba delimitar el concepto “socialista” para evitar confusiones futuras. Por ello, en los debates se eximió de responsabilidades políticas ante la cerrazón de algunos sectores, al expresar que “Si alguno de ustedes, señores diputados, quiere atar a los pies del general Cárdenas un grillete comunista, que lo haga; pero no con mi asentimiento”.

Por su parte, Manlio Fabio Altamirano sostenía que en diversas ocasiones se le consultó al “Jefe de la Revolución”, Plutarco Elías Calles sobre el tema que habría propuesto a los asistentes, primero a la Convención de Querétaro y que luego serían los legisladores que discutirían y aprobarían la reforma. Confesaba que el meapilas Elías Calles se habría referido al tema con “estas o parecidas frases”: “Es obligación de la Revolución Mexicana apoderarse de la niñez y de la juventud, a la cual entregaremos la bandera de la Revolución”. Es conocido el anticlericalismo callista y su postura “anticapitalista”, por lo que ligado a lo anterior, el mismo Altamirano consigna que en la ciudad de Monterrey, días antes de la sesión en la que hablaba, Calles declararía que, “El capitalismo, la burguesía y el clero de Monterrey, no han sabido comprender las franquicias que el gobierno les ha otorgado, y están combatiendo al gobierno revolucionario”.

Se ha llegado a señalar que fue Abelardo L. Rodríguez quien aprobó la modificación constitucional para declarar socialista la educación impartida por el Estado mexicano. La verdad es que desde el inicio de la propuesta, el antecesor de Lázaro manifestó su rechazo a declarar socialista la educación en México. El 21 de diciembre, pocos días después de concluida la Convención Nacional del PNR,  le dirigía una carta al dirigente nacional del PNR, Carlos Rivapalacio, a quien le expresaba su preocupación por sustituir la educación “Laica” por la “Socialista” en una carta en la que precisa: “Es mi opinión sincera, que la modificación que se introdujo en Querétaro al Proyecto del Plan Sexenal, pretendiendo establecer imperativamente en nuestra Carta Magna el principio de ENSEÑANZA SOCIALISTA, ES UNO DE ESOS ERRORES COMETIDOS QUIZÁ DE BUENA FE y con el propósito de establecer un principio avanzado, pero que resulta inadaptable a nuestras realidades e impracticable en la vida de la colectividad mexicana”.

Quienes han descrito a Abelardo L. Rodríguez como “embajador de la mafia” no lo han descrito como un intelectual de tales vuelos, sino como un simple “Pelele” (Vasconcelos dixit) de Elías Calles. También lo han descrito como un simple pistolero a las órdenes de los mafiosos norteamericanos que en esos años construían el imperio de las drogas en un país en crisis de diferentes naturalezas y orígenes.

El diputado por la XXXVI Legislatura federal (a la que concurrió también Plutarco Elías Calles jr., por cierto) Roque Estrada de plano confesaba haberse entrevistado junto con otros diputados con Plutarco Elías Calles, jefe de todos ellos, en busca de la “línea” (“para ver si soltaba prenda”, según palabras del mismo Roque), y lo que les habría dicho fue que, según palabras del mismo legislador: “Váyanse con prudencia: el enemigo no es una jugarreta. ¿Por qué? Porque tiene experiencia de ello. Es mejor lo poco bien apretado, que lo mucho que se escurre entre los dedos”.

Finalmente, la realidad no cambió con la reforma constitucional. La realidad fue ajena a las deliberaciones y todo tipo de elucubraciones legislativas, dado la bárbara (mala) costumbre de que la praxis se mueva por carril distinto al de la teoría. Como ha sido la historia nacional, un país de leyes porque estas abundan, no porque estas se cumplan (Zaid dixit). La realidad cambia las leyes; no cambian las leyes la realidad.

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