El caballo y su jinete, Cagancho y Pablo Hermoso de Mendoza, inmortales, han sido inmortalizados de nueva cuenta, muy pero muy lejos de su natal tierra, por un pintor hiperrealista. Un óleo de Carlos Bazzoni fue regalado el día de San Francisco en Ahuacatlán al rejoneador por el amante de la fiesta taurina: Antonio Ehevarría Domínguez.
Bazzoni ha pintado caballos, muchos caballos, pero ninguno tan famoso como Cagancho, ese Cagancho que de potro no prometía mucho, pero que con la paciencia y fe de su dueño, fue el equino que revolucionó la historia del toreo ecuestre en el mundo.

Ahí en el cuadro está fielmente retratado el animal de cuatro patas blancas que se enfrentó a mil toros durante once temporadas y escribió con su dueño la edad de oro del rejoneo.
Para Hermoso de Mendoza no fue éste un miércoles cualquiera. En Ahuacatlán recibió un emotivo presente del empresario nayarita y salió en hombros por la exigente afición.
No lo sé de cierto, pero lo supongo, que esa tarde en Ahuacatlán, Hermoso de Mendoza recordó aquella tarde en la Plaza México cuando ante treinta mil espectadores le soltó las riendas al mítico equino y lo dejó, libre, galopar por el ruedo.