Por Javier Berecochea García
Al tiempo no le fue fácil desvanecer su recuerdo en las pláticas de sobremesa en los hogares de quienes las conocieron: el garbo en el caminar, el porte y elegancia en el vestir de Amparo, Sara, Carmen y Esther García del Pino y Escobosa, comentaban, unidos a su inteligencia y gracia, parecían traspasar lo terrenal. A temprana edad llegaron a esta comarca. Fue un jueves 12 del segundo mes de 1846 cuando junto con sus progenitores José María y María del Carmen y sus dos hermanos Manuel y Chemita, que apenas daba sus primeros pasos, se despidieron del capitán Tomás Blanco antes de bajar de El Cóndor, embarcación encargada durante diez días de aumentar distancia entre las lágrimas derramadas en el adiós a los seres queridos en Hermosillo y la ilusión de una nueva vida en Tepic. Así que había que hacerle llegar a los siete miembros de la tripulación un agradecimiento por el esfuerzo realizado en la placentera travesía de Guaymas a San Blas. Al tocar tierra la familia apuró el paso, el carruaje enviado por doña Guadalupe Loaiza, sobrina de la madre, ya los esperaba en la explanada del muelle para recorrer el último tramo, considerado el más pesado del viaje, pues no una sino varias veces se tendrían que apear para permitir que ya aligerado el vehículo las ruedas pudieran avanzar con más libertad por el destartalado camino.
Don José María García del Pino Villaseñor y doña María del Carmen Escobosa Landabazo contrajeron matrimonio en la parroquia de La Asunción, de Hermosillo, el 23 de abril de 1834. Ella, originaria de San Miguel de Horcasitas, pertenecía a una de las familias mas prominentes de Sonora. Él había llegado hacia 1831 procedente de Sayula, Jalisco, su pueblo natal, después de haber quedado viudo y con un capital para invertir en la ciudad norteña. Por esos años José María entabla amistad con el encargado de representar los negocios de la casa Barron-Forbes y Compañía en Guaymas, el joven tepiqueño Carlos Rivas Góngora, hombre de corazón fácil, ojo alegre e interés grande, al que le permitió la relación de mayor confianza acercarse a la sobrina política de García, Guadalupe, hija del rico hacendado de Hermosillo Ignacio Loaiza Gastón y de María Concepción Escobosa, con la que contrajo matrimonio a finales de esa década. Carlos Rivas Góngora cumple su ciclo como encargado de la Barron-Forbes y Compañía en Guaymas en 1843 y ya con tres hijos regresa a radicar a Tepic, desembarcando en San Blas del bergantín Zumalacarregui capitaneado por José Domingo Indart el día 4 de junio.
La bonanza es raro sea abandonada para apostar a un mejor porvenir. La situación de García del Pino en Hermosillo iba rumbo a ya “éramos muchos y parió la abuela”, o “la botica no daba para más”, así que cuando recibió la carta respuesta de sus penurias contadas al amigo Rivas donde éste le invitada viniese a apoyarlo a Tepic, no lo pensó mucho y al poco tiempo sus retoños y mujer se vieron acomodando pertenencias en velises y baúles para la mudanza. Del Tepic en el año en que llegaron, el viajero español Vicente Calvo daba testimonio: “…de los muchos pueblos de la república que he recorrido durante mi vida nómada, no he visto población tan hermosa y tan pintoresca como esta moderna y coqueta ciudad, que vista desde lejos presenta un aspecto oriental…” Aunado a lo anterior descrito, la calidez en el trato con que fueron recibidos facilitó la adaptación de la familia al cotidiano acontecer de la floreciente población, aumentando el número de integrantes con el nacimiento de Carlos Francisco en el mes apertura de 1847.
El donaire de las de El Pitic atrapaba miradas, y tal parece que con Amparo y Carmen los afortunados para llevarlas al altar sólo esperaron que su preferida de rojo tiñera la manta. La primera juró votos a los 16 años con Mariano Rivas Góngora en 1851, a mediados de julio, quien había retornado en 1842 después de haber permanecido una década estudiando en París, lugar al que partió a la edad de 15 años. Ignacio Echeagaray Domínguez, liberal veracruzano juarista con el grado de coronel y que tenía la responsabilidad de la Jefatura Militar de Tepic, puesto que desempeño con más pena que gloria, pues no pudo derrotar a Lozada, objetivo que le fue encomendado por el gobernador de Jalisco general Anastasio Parrodi, casó con Carmen cuando ella contaba 17 años en noviembre 5 de 1857 en la casona de la calle de México (hoy Museo Regional de Tepic), residencia de su a partir de ese día concuño Mariano Rivas Góngora. Sería Carmen el talismán o la experiencia adquirida en las batallas perdidas contra el de la sierra del Álica, lo cierto es que después de la boda la carrera de Echeagaray no exenta de peligros fue en ascenso ocupando pasados cinco años la responsabilidad de gobernar el estado de Queretaro, y al tiempo alcanzar el grado militar de general. Sólo a Amparo su padre de blanco la vio vestir, el día posterior a los Santos Inocentes de 1852, en horizontal sobre elegante carroza entró a reunirse con su esposa al camposanto.
De carácter firme Sara Catalina no mostró prisa por la bendición nupcial, la esperanza la perdieron no pocos pretendientes cuando Manuel Leal Irigoyen la llevó a su alcoba después de recibir la venia divina, un día antes de entrar la primavera de 1865. Ella contaba 26, de origen gallego con 36 años a cuestas Leal era de leguas corridas, abordó barco en el puerto de La Coruña, su ciudad natal, contando escasos 16, en el 48 llegó a Puebla, siguió la Ciudad de México, después Guanajuato y Guadalajara, viéndose en Tepic en el 59 con pasta suficiente que invirtió en establecer un comercio en la calle de Lerdo número 49, en la esquina con Puebla, bautizado con el nombre de La Mexicana; abarrotes, charcutería y vinos dominaban a sus inicios el inventario de la negociación. Tres hijos alcanzó a lograr Manuel en el útero de Sara: Manuela, Manuel y Carmen fueron sus nombres. Su residencia, la casona ubicada en la manzana número diez del cuartel primero en la convergencia de las calles de Veracruz e Iturbide (hoy Plaza Colonial) fue testigo del llanto y la angustia de los moradores, primero con la muerte del pequeño Manuel en el 73 y después al ver cómo la pulmonía cruel y despiadada convirtió en viuda a Sara García el 22 del segundo mes del año bisiesto de 1876.

Lamentos y quejas no resuelven compromisos. Sin el hombre de casa, Sara tomó las riendas del negocio con tan buena dirección que al poco tiempo la oferta y variedad de productos aumentó. En marzo 12 de 1879 firmó exclusividad con Bernardo Conkelman, agente de Singer Manufacturing Company, para la venta e introducción del invento de última y alta tecnología para ejercitar y tornear la pierna conocido como máquina de coser. En el espacio destinado al colmado los productos de la hacienda de La Escondida dominaban la escena; en el de las bebidas que no perdonan a los traidores y que ingeridas con moderación son de alta recomienda para conservar la salud y levantar el espíritu de las personas, los estantes contenían, generosos españoles de excelente maridaje con los postres, como el Moscatel, Damas y Reina de España y Pedro Ximenez Viejo, el vino de uva natural tan necesario para la eucaristía no faltaba en el sitio, así como el aguardiente catalán y el cognac para los de gusto refinado y bolsillo sobrado, también la cerveza de San Luis Missouri y New Orleans era de venta frecuente en el lugar. El buen manejo en el surtido acompañado del celo en las finanzas permitieron a doña Sara García invertir en la compra de una considerable cantidad de inmuebles en la ciudad. Sus hijas tuvieron matrimonios de estándar económico alto: Manuela casó con Ramón Fernández Somellera, originario de Guadalajara en junio 11 de 1884, y Carmen con Domingo Hormaechea Aguirre un 7 de enero de 1899, estos últimos recibieron como obsequio de doña Sara la huerta ubicada en el cuartel VI de la ciudad con vista a la Loma de la Cruz donde construyeron a principio del siglo XX su residencia que fue conocida como El Chalet Hormaechea.
El tiempo que todo lo vence fue haciendo mella en doña Sara y Esther la hermana soltera quien gran parte de su vida la apoyó tras el mostrador. Hacia 1894 ya alcanzados los 55 años decide entregar la administración general al bellavistense Espiridión Gutiérrez Herrera, persona de toda su confianza que desde la juventud se desempeñó como empleado del establecimiento, respondiendo el hilandero con acierto y eficacia en la nueva encomienda hasta que al correr 12 años, anteponiendo el agradecimiento sobre el interés económico Sara García celebra acuerdo de traspaso con el fiel asistente. La etapa de La Mexicana como propiedad de Espiridión iniciada en 1906 termina en 1923, cuando la da en venta a la denominada Sociedad Mariano Sandoval y Compañía formada por Aurelio García y el teulense Mariano Sandoval Escobedo. El 17 de mayo del año que corría, ante la necesidad de los asociados de contar con un establecimiento dentro del perímetro del centro de la ciudad, situación ocasionada por la próxima demolición de la llamada Plaza del Mercado, para sobre el mismo terreno edificar el mercado Juan Escutia, lugar donde Sandoval arrendaba el local de la esquina de Puebla y Juárez y Aurelio el contiguo con su panadería. Es en 1936, cuando Mariano Sandoval hijo recibe de su padre en vida la herencia y responsabilidad de la negociación apoyado por su esposa Laura Uribe Planelles, que de acuerdo con las palabras de su hija Laura Sandoval Uribe “para ese tiempo ya era una pequeña tiendita de abarrotes y panadería en donde vendían vinos, pero ya muy venida a menos”, por lo que el matrimonio decide invertir todo su capital y cambiar el giro comercial orientándolo hacia el ramo ferretero. El deceso inesperado de Mariano Sandoval Villarreal causado por proyectil de arma de fuego a la edad de 34 años en diciembre de 1948, provocó un reacomodo en las responsabilidades de la tienda quedando al frente de ella su hermana María Teresa y apoyando como cajera Laura Uribe viuda de Sandoval. María Teresa Sandoval contrae matrimonio el 23 de abril de 1949 con el prestigiado ingeniero Pablo, hijo de los franceses Ursula Paillaud y Andrés Chaurand, hijo a la vez del fundador de la negociación Las Fábricas de Francia de Tepic a finales del siglo XIX, Pablo Chaurand Raynaud. La incorporación familiar de Pablo Chaurand permitió con su orientación y relaciones dar la estabilidad que la incipiente empresa necesitaba, teniendo como motor en el entramado organizacional a don Antonio Encarnación y con posterioridad a su hermano Alberto, logrando posicionar al ya grupo empresarial como el más fuerte de su actividad en el ocaso de la vigésima centuria.
A doña Sara García viuda de Leal después de 1913 ya no se le vio en Tepic, quizá se fue a Bilbao acompañando a Carmen, Hormaechea y nietos, o se quedó de paso en Guadalajara a pasar sus últimos días con Manuela y Fernández Somellera. No hay hilo que guíe, los documentos con celo se esconden o son esquivos para dar noticia del paradero de sus restos, los edictos de testamentaría hacen suponer que abandonó su cuerpo en 1914…
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Un agradecimiento en especial a Raúl Pantoja hijo por su generoso apoyo en la información de datos y documentos de las familias Sandoval Villarreal, Sandoval Uribe y Chaurand Sandoval, propietarias de a partir de 1923. Saludos hasta donde te encuentres mi estimado Rulo.