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sábado, agosto 2, 2025
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¿Los ataques sirven para ganar votos?

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Malos gobiernos, resultados electorales. Ganar elecciones, cosa de los candidatos. Gobernar para todos, democráticamente.

Por Ernesto Acero C.

En Nayarit todo el gobierno del doctor Miguel ángel Navarro ha sido conducido con criterio social y apegado a lo que la ley dispone. En efecto, el gobierno se ha mostrado en todo momento respetuoso de la ley y ahora en el contexto electoral no es la excepción. Sin duda es justo que durante las campañas electorales los gobiernos no presuman las obras que se han realizado durante sus respectivos tiempos. Eso no afecta ni la obra de gobierno, ni los resultados electorales.

Las campañas contra gobernantes como Navarro Quintero o como López Obrador, no se traducen en votos en favor de los que las financian. Las campañas de odio y descrédito afectan a todos, incluidos a sus promotores. Las orangutánicas campañas de furia no sirven a la democracia, sino que la pervierten porque sustituyen el diálogo y el debate civilizado. Peor todavía: las campañas que promueven la furia social, solamente sirven para astillar la silla a la que se aspira.

Está visto que los buenos gobiernos no necesariamente se traducen en buenos resultados electorales. Lo que si tenemos es que los malos gobiernos sí suelen tener malos resultados en las urnas. Esto es importante y necesario que se diga porque las elecciones las ganan o las pierden los candidatos, no los gobernantes. Eso de las “elecciones plebiscitarias” es un invento ajeno a la realidad.

Si las elecciones realmente fueran resultado de lo que hacen los gobiernos, sin excepción todos los candidatos de Morena, en Nayarit, estarían ganando todos los cargos de elección popular en disputa en la elección concurrente en curso. Enunciar obras y acciones, apoyos a productores del campo, a pescadores, a mujeres trabajadoras, sería un rosario inacabable. El gobierno de Navarro ha hecho de su administración un programa social completo. Sin embargo, es seguro que Morena no logrará el “carro completo”, aunque es de esperar una mayoría aplastante al lado de sus aliados.

El gobierno no se comporta como partido político. Esto que parece un axioma innecesario, no es una verdad que sobre decir. Principalmente desde fines del siglo pasado, las administraciones fueron utilizadas en la lógica de las estructuras partidistas. Los gobiernos eran utilizados como trampolines para ocupar otros cargos. Las diputaciones se usaban como trampolines para llegar a las gubernaturas, las alcaldías eran usadas para saltar a los cargos legislativos y así susexivamente (dixit don Efraín Huerta: “Y así / Así susexyvamente / Hasta la dulce muerte por enumeración / Y la despiadada caída / Del violáceo telón de la Impudicia”).

Habiendo dado inicio a un proceso transformador de la vida nacional, las cosas ya no se suceden de la misma manera. Por lo menos no todos los actores proceden de la misma manera. Dada la polarización que han promovido las siglas opositoras, sería ingenuo de parte de Morena y aliados, suponer que ya se tienen ganadas las elecciones solamente porque se han hecho buenos gobiernos en el plano federal y en el estado.

Tanto el gobierno federal de López Obrador como el del estado de Navarro Quintero han hecho buenos gobiernos, pero eso no se traduce de manera automática en votos a favor de Morena y aliados. Las elecciones se ganan con votos y los buenos gobiernos no se traducen de manera mecánica a los resultados electorales.

Tampoco los malos gobiernos se traducen necesariamente en malos resultados en los procesos electorales. Un bastión de los grupos criminales lo es el estado de Guanajuato, que es gobernado por el PAN desde fines del siglo pasado. Habiendo sido una entidad precursora de las concertacesiones salinistas, el PAN ha sabido mantener el control de los procesos electorales a su favor. Los malos gobiernos panistas en Guanajuato han sido la constante y a pesar de ello, el PAN ha ganado una y otra vez las elecciones de esa entidad federativa. Este, sirva solamente como botón de muestra.

Esto que aquí se asegura, parecería sencillo de entender y hasta de aceptar. No obstante, se tiene la firme idea de que desacreditar a un gobierno llevaría de manera automática al triunfo de los opositores. Esa es la parte sustancial de la estrategia de la alianza derechista que encabeza el PAN. Por eso no extraña que abiertamente o de manera velada (tirando la piedra y escondiendo la mano), se ataque a gobernantes como Navarro Quintero o como López Obrador, por lo que representan como cabezas de gobierno.

Los candidatos tienen una responsabilidad: ganar elecciones. Los malos gobiernos no deben servir de argumento para el fracaso en las urnas. Tampoco los buenos gobiernos son explicación para los triunfos electorales.

Los gobiernos tienen la responsabilidad de servir a todos, sin excluir a nadie por razones políticas, ideológicas. Los gobiernos reciben un mandato y los mandantes son todos aquellos que integran una sociedad a la que se representa desde un cargo público, no solamente los afines a un grupo de siglas o a los electores: todos es totalidad. Los gobiernos no deben moverse por razones electorales.

El presente proceso electoral afectará al gobierno federal y al del estado. Los ataques que se dirigen a uno y otro, no se traducirán en votos para los que usan la cabeza para embestir y no para pensar. Esa es la razón por la qué en uno y otro caso, tras las elecciones, los que ganen la mayoría de votos deberán hacer llamados a la unidad fundamental, al diálogo, a construir acuerdos, a la reconciliación general.

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