En los años noventa, lo primero que me impresionó de John Sutcliffe fue su perfecto inglés. Lo escuchaba en la radio, pronunciando con impecabilidad la lengua de Shakespeare pero sin acento “british” sino más bien estadounidense, él que es hijo de tejana y californiano. Doña Sarah vio la luz primera en El Paso y don Enrique, su padre al que tanto extraña, en la urbe angelina.

En 2003 nos conocimos en ESPN, cadena para la que el cárdeno personaje ya trabajaba desde 1992.

Pronto empezamos a realizar un programa en Radio Capital, que se transmitía simultáneamente en la pantalla del líder mundial en deportes. Habíamos llegado a las cabinas de Montes Urales gracias a su vínculo con la familia Maccise, propietaria de la emisora.

John siempre ha estado muy bien conectado. Eso se le da. Enaltece el concepto de la amistad y procura a sus íntimos, que ocupan un lugar importantísimo en su noble corazón. “Los amigos son los amigos”, suele recalcar con orgullo en las redes sociales. Fomenta las relaciones y obtiene de ellas cariño e información a partes iguales. Sabe hasta dónde apretar para enterarse de datos novedosos, sin incomodar a quien se los proporciona. Es un “insider” con tacto. De enterarse y enterar vive el que informa. A final de cuentas, lo que el periodista quiere es conocer cosas que no se saben para hacerlas públicas. Y John, que tiene más fuentes que el Parque del Retiro, todo el tiempo está buscando la noticia. Con un elevado número de primicias y un sello inconfundible, se ha convertido en un referente del periodismo deportivo continental.

Disléxico, estilístico y único, John es ya una marca. Y su agudo grito para anunciar el ¡monday night football!, todo un clásico que revienta el decibelímetro en el primer día de la semana. Su estilo, muy suyo, es altamente imitable. Toda imitación es un reconocimiento. La que le hace Christian Ahumada “El Duende” resulta tan perfecta que parece que es el mismísimo John el que está hablando en la televisión.

Después del exitoso lanzamiento de “Reportero de Cancha” (2014), John actualiza sus vivencias e historias en un nuevo libro de inminente aparición (con el mismo deseo de dignificar nuestro oficio periodístico), ahora titulado con el apodo que le puse hace algunos años: “el trotamundos de la información deportiva”. Y es que se la pasa de acá para allá -errante pero sin errar-, acumulando millas en el espacio aéreo para llegar ahí donde está la noticia.

Sirva este libro de un reportero nato para que las nuevas generaciones de periodistas deportivos conozcan lo que hay detrás de la información en términos de profesionalismo, búsqueda, confirmación de la nota, fundamentación al opinar y algo fundamental: credibilidad.

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