Pocas cosas permanecen en un país donde la eternidad nace y muere cada seis años. Bahía de Banderas es de las escasas herencias del mandato de Luis Echeverría, el lunático de proyectos faraónicos para cambiar a México y al planeta entero. Cuentan que en los últimos años de su vida, frente a un entrevistador complaciente le costó trabajo encontrar uno solo de sus sueños hecho realidad permanente. Despilfarró dinero en ambiciosas pero estériles empresas sociales sin viabilidad económica. En contraparte, al sur de Nayarit prosperó un destino turístico pese a la escandalosa corrupción del fideicomiso que lo impulsó, abusos contra los poseedores de la tierra y daños a la vida marina y silvestre. ¿Cuánto debemos esperar una nueva decisión presidencial que sea semilla en tierra fértil y medio siglo después siga dando frutos?
