A 149 años de su fusilamiento, Manuel Lozada sigue siendo evaluado en los extremos irreconciliables. En uno, redentor de los pobres y padre de Nayarit; en otro, conservador y bandido aliado a Maximiliano. Un par de bustos, una escultura ecuestre y su nombre en el Muro de Honor del Congreso del Estado no han sido suficientes para mostrar una imagen equilibrada del personaje. Seguimos con los credos del blanco o negro, bueno o malo, conmigo o contra mí. El clima en la discusión de las ideas a lo largo del país y el mundo poco contribuyen a que las cosas cambien localmente. Así que seguiremos con nuestros horrorosos diablos y ángeles puros en la historia, la política y la convivencia social. Son mecanismos estériles de pensamiento que empobrecen. ¿O no, chairos y fifís?