Por Ernesto Acero C.
Los cambios de personas, en cualquier equipo de Gobierno, no muestran debilidad. Se cambian protagonistas, para mantener o fortalecer un proyecto. Los cambios demuestran templanza y conciencia de la alta responsabilidad de un gobernante. Se le atribuye a Confucio el aforismo que considera que “Gobernar es rectificar”. Bajo tales premisas conviene interpretar las palabras del Gobernador Navarro Quintero, al referirse a los que, en una autoevaluación, consideren que no pueden con el paquete que les encomendó.
Algunos “funcionarios” que se muestren déspotas, perversos, desleales, prepotentes y con profundo desorden mental, deben dar un golpe al timón. Se trata de esos personajes que en todas las cortes abundan, que resultan una plaga, una calamidad para la función pública. En esos casos, los cambios no solamente demuestran respeto por la función pública, sino que la gente aplaude tales defenestraciones.
Cuando los cambios se deben a la ineptitud demostrada por al que se le confió un cargo, procede el relevo. Cuando la sucesión se debe a razones políticas (como una candidatura), el cambio puede significar el fortalecimiento de quien deja un cargo público. Si los cambios se explican por corrupción, los cambios no solamente se hacen imperiosamente necesarios, sino muy bien vistos.
Las personas conocen perfectamente bien a los “funcionarios” que aíslan al gobernante en una burbuja de vida artificial, conocen a los que se enriquecen con el cargo que se les ha confiado. La gente conoce a los funcionarios déspotas, conoce a los funcionarios imbéciles. La gente reconoce y repudia a los mentecatos que asumen cargos para superar sus complejos y traumas infantiles.
La gente conoce y reconoce a los funcionarios que muestran sensibilidad y compromiso, no solamente con quien los puso en el cargo, sino con las personas a las que deben servir. Los funcionarios serios, respetuosos, que demuestran talento y talante político, son los que en los hechos demuestran su lealtad. La lealtad no se demuestra al Gobernante mediante actos de abyección, ni con hipocritísima gesticulación, sino con resultados apegados a los deseos de un gobernante y a las aspiraciones de la sociedad a la que se sirve.
El Gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero, ha declarado que, quienes consideren que no pueden con el paquete, mejor dejen sus cargos. Algunos destinatarios del mensaje del Gobernador, hacen como que no escucharon o como que no entendieron. La lectura entre líneas, para aquellos que sinceramente no entendieron, es sencilla: el Gobernador sabe que algunos de sus funcionarios sencillamente no funcionan.
El Gobernador Navarro Quintero no teme a los cambios, sino que más bien los avisa. Ya ha procesado varios relevos y eso no lo debilita, sino que refuerza las coordenadas de su equipo de trabajo.
El éxito o el fracaso de un gobierno depende de algunas variables. Una de esas variables tiene que ver con la integración de un equipo de trabajo que sepa responder al liderazgo del gobernador. Se trata de integrar un equipo que le responda al Gobernador, que responda a las líneas trazadas por un proyecto de gobierno. No se trata de que un integrante de un equipo de gobierno responda de manera acrítica, pues la castración intelectual lleva a rodearse de eunucos inservibles social y políticamente. No se trata de mostrar lealtad absoluta, por la lealtad absoluta es vocación de imbéciles y ni los perros se muestran así. Se trata de mostrar respeto, talento para desempeñar un cargo por medio de resultados.
Hace ya más de 500 años, Maquiavelo sugería una forma de saber quién era un buen ministro y quien era un mal ministro. En “El Príncipe”, nos dice: “Para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca. Cuando se ve que el ministro piensa más en él que en uno y que en todo no busca son su provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien el Príncipe nunca podrá confiar”. Hay funcionarios que solamente buscan salir de la pobreza o la mediocridad que ha marcado sus vidas. Por eso hay personajes que aspiran a salir ricos del gobierno; no saben absolutamente nada de política. Son sinvergüenzas.
Los “funcionarios” que se esmeran y se esfuerzan por mostrar lealtad absoluta, empinándose a la menor provocación, esos personajes no sirven para nada y no le sirven a nadie.
El Gobernador se ha referido al fracaso de las personas que queriendo proteger sus intereses personales, de plano pretenden engañarlo. Ha dicho: “No me engañan”. La experiencia del gobernante nayarita cierra el paso a los gesticuladores. Los gesticuladores, esos “sepulcros blanqueados”, sencillamente no están a la altura de los reclamos del Gobernador y, sobre todo, están muy lejos de las expectativas de los mandantes. Lo peor de esos malos “funcionarios”, radica en que “culpan” al mandatario de lo que realmente son malas decisiones de “servidores”.
El Gobernador anuncia así, al parecer, su intención de realizar cambios en la integración de su gabinete. Es evidente que hay funcionarios que sí le dan resultados, pues de lo contrario, el gobierno ya se habría derrumbado. Por eso, así como podría hacer una limpia de funcionarios que se muestran “ineptos y carentes de estima” (Maquiavelo dixit), también podría empoderar a los que sí le dan resultados.
Una sacudida al equipo de gobierno no le viene mal a ningún gobierno, nunca. Los ajustes no deben interpretarse, necesariamente, como defenestraciones. En ocasiones, la sacudida sirve para poner un freno a los corruptos y a los inservibles. En otros casos, los cambios pueden ser útiles para reforzar gobiernos o para colocar piezas clave en posiciones en las que se requiere de operación política de diferente naturaleza.
El Gobernador Navarro Quintero ha dejado en claro que en cualquier momento puede ejercer su facultad para remover de sus cargos a cualquier integrante del gabinete. Más vale que tomen en serio las palabras de un gobernador que tiene una reconocida “mano izquierda”, pero también una mano derecha reconocidamente pesada.
Más vale que los servidores públicos, todos, empiecen a estudiar la naturaleza de sus funciones públicas. La Espada de Damocles pende sobre las testas de todos los funcionarios, sobre todo, sobre las de aquellos funcionarios que no funcionan. El Gobernador ha demostrado que sabe ser amigo; sus funcionarios no pueden traicionar la amistad con el Gobernante actuando con prepotencia, con arrogancia. Los funcionarios deben dar resultados: ese es el lenguaje de la amistad, el de los resultados.