Por José Luis Olimón Nolasco
Antes de que se convirtiera en tema de “La mañanera” presidencial, había leído ya el artículo de Rafael Corda —aparecido en la revista Proceso 2400— cuyo contenido es fruto de una entrevista con Juan Villoro, en el contexto de la recepción del Premio a la Excelencia de la Fundación Gabo en Bogotá.
En la medida que avanzaba en la lectura del artículo, fue creciendo en mí la convicción de que se trataba de un texto sin desperdicio alguno, que mostraba el recorrido y el posicionamiento actual de un personaje de primer nivel en relación con el movimiento lopezobradorista a lo largo del tiempo, así como las decisiones, acciones y estilos desplegados por la autodenominada Cuarta Transformación a lo largo de casi cuatro años en ejercicio del poder.
En estas “palabras” intentaré hacer un somero análisis de ese artículo, con plena conciencia de que se trata de una empresa compleja por el hecho de que el acceso a la postura de Villoro no es directo, sino mediado por el autor del artículo, pero con plena conciencia también, de que la riqueza y amplitud de los puntos de vista de Villoro son —o pueden ser— compartidos por un buen número de personas que han ido asumiendo posturas críticas ante la 4T.
Un primer elemento de interés derivado de la entrevista, es el de la dinámica de su relación con el proyecto de Andrés Manuel, la que partió de un involucramiento en la campaña de 2006 al grado de estar dispuesto a convertirse en funcionario público, pasó por el desencanto por la conducta poselectoral, por el voto por AMLO —a pesar de la convicción de que no resultaría ganador— en 2012 y el apoyo a María de Jesús Patricio “Marichuy” en 2018, desde la percepción de un candidato que ”se alejaba ‘de proyectos modernos y autocríticos’” y que se encaminaba hacia “un caudillismo avanzado y personalista”.
Esta postura crítica presente ya en la coyuntura de la campaña de 2018, sigue presente cuando el sexenio está por llegar al inicio de su tercer bienio, si bien toma distancia de los análisis que sistemáticamente aprueban o reprueban “todo”; viene acompañada de una crítica a las administraciones previas “que practicaron sistemáticamente la cleptocracia, que fueron responsables de matanzas. secuestros y de terrorismo de Estado a lo largo de décadas” y reconoce —en respuesta a la pregunta por los logros de este gobierno— que durante la presenta administración “la macroeconomía ha tenido una relativa estabilidad, tomando en cuenta la durísima pandemia y el comportamiento mundial de los mercados”.
Una vez dicho eso, va tejiendo una crítica profunda, amplia y puntual hacia el ejercicio del poder de la 4T, que se concreta, entre otras cosas, en: “la concentración de poder de Morena, que se está convirtiendo en una especie de nuevo partido oficial o partido de Estado” y en la “verticalidad en el ejercicio del poder; los continuos ataques a distintos sectores de la sociedad, sean las feministas, los científicos. los periodistas, los intelectuales…”
Al ser interrogado acerca de lo que le preocupa del país, responde: “me preocupa que este es un gobierno populista, con una bandera presuntamente de izquierda, que aplica políticas muchas veces neoliberales” y, a la pregunta acerca de los beneficiados por este gobierno, responde con el que quizás sea el juicio crítico más duro que se haya emitido hasta ahora: “ciertos multimillonarios, el Ejército y el narcotráfico, que no deja de tener grandes ganancias”. Y amplía su afirmación con estas palabras: “esos tres sectores son muy preocupantes Es un México que sigue siendo de plutócratas, de grandes empresarios todopoderosos, de criminales con un gran poder que ejercen la soberanía en buenas partes del país, y de un Ejército que asume funciones cada vez más ajenas a sus tareas originales y que ocupa un espacio político preponderante”.
No sin antes “dar un repaso” a la oposición: “las oposiciones de izquierda, de derecha y de centro han sido incapaces de construir una alternativa que resulte atractiva y creíble para la mayoría de los mexicanos” y “un discurso alterno que pueda competir con el del presidente”; a los medios de comunicación que, siendo en su mayoría opositores al presidente “no han sido capaces de convencer al electorado de apoyar a una oposición o de generar proyectos alternos”, y de sostener que “la situación es más crítica de lo que pensamos, porque parecería que las únicas alternativas viables van a salir del propio seno de Morena y básicamente será como en el viejo estilo, en el que el propio presidente elegirá a su sucesora o a su sucesor”, aborda el tema de la política de comunicación peculiar de las conferencias mañaneras…
Reconociendo la eficacia de esa política de comunicación en cuanto “las estrategias de despiste que ha logrado han tenido un efecto positivo para su causa porque no se habla de otra cosa y porque su aceptación sigue siendo elevada”, expresa otra crítica seria, pertinente y, hasta cierto punto, novedosa, al referirse a la 4T como “una transformación narrativa”, como “una nueva mitología del poder en lo que no es necesario operar a partir de datos fácticos, sino a partir de un destino manifiesto que se está cumpliendo”, como ”una concepción legendaria del poder en la que se pone en juego una fuerza mítica, incontenible”.
Es más, sostiene Villoro, esa transformación no es nueva y va más allá de nuestro país y se puede ver encarnada en figuras como Trump y Bolsonaro: “Jair Bolsonaro (el presidente de Brasil), Donald Trump (el expresidente de Estados Unidos) y el propio López Obrador, con los matices del caso, han construido narrativas bastante eficaces”.
Hacia una visión de futuro —a partir del “regreso a las energías sucias y el petróleo, a un proyecto desarrollista como el Tren Maya”— afirma que “Morena y su candidato o candidata, si es que gana las elecciones, tendrán que modernizarse, que admitir la crítica, que admitir la voz de los expertos, que hacer consultas que no sean simuladas, sino reales, sobre las necesidades de la gente y lo que se debe hacer”…