Por Jorge Guerrero y Arturo Guerrero, autores del libro Legado Álica
En el año de 1953, exactamente al inicio de la historia, un par de modestas máquinas Dixie de pedal producían apenas sesenta botellas de 6.5 onzas por minuto cada una. Dos rutas de distribución llevaban el producto: Centro y Foránea, se cubrían con dos camiones: un Diamond 1941 y un Chevrolet 1946, ambos de piso; un triciclo y una bicicleta para surtir pedidos a hogares en la ciudad complementaban el parque vehicular de la incipiente empresa que tenía entonces dieciséis colaboradores.
Los 70 años de Coca-Cola en Nayarit y Puerto Vallarta se remontan al entonces apacible ambiente del centro de la ciudad de Tepic, que el 27 de febrero de 1953 fue invadido por un ruido industrial. El sueño por fin cristalizado de embotellar aquí bebidas de la reconocida marca internacional de la cual el empresario Joaquín Fernández Suárez había sido solamente distribuidor por lo menos diez años atrás.
En siete décadas se ha construido lo que hoy es Coca-Cola: “Ahora embotellamos 1500 botellas por minuto; tenemos 350 rutas y 2900 colaboradores”, puntualiza Antonio Echevarría Domínguez, presidente del Consejo de Administración de Grupo Álica y accionista mayoritario del Grupo Embotellador Nayar, que lo integran Embotelladora del Nayar S.A. de C.V. y Distribuidora de la Costa de Nayarit S.A. de C.V.
“En la empresa teníamos distribuidores en todo el estado y se suscita una huelga en Tuxpan de un distribuidor de nosotros allá. Era el que tenía la tienda del pueblo: aparte vendía platos, frijol, maíz, cuadernos, todo lo que vendía una tienda del pueblo, y al refresco le dedicaban dos horas de venta. En Tuxpan no les pagaban ni el salario mínimo a los muchachos en aquel tiempo; en Nayarit eran 12.50 pesos diarios, ahora que es de casi 180 pesos diarios y no alcanza, fíjate nada más el desastre económico que nos han dado los políticos”.
La huelga en Tuxpan motivó que Echevarría Domínguez buscara al ya hombre poderoso del sector obrero en Nayarit, Emilio M. González: “Agarro el teléfono y hablo a donde hoy es el Obispado: Lerdo y Zacatecas, ahí se encontraba el domicilio de la CTM. Pregunté si estaba don Emilio. ‘Sí, sí está’, me dice la señorita Yolanda, me acuerdo muy bien, y ahí voy yo; en 1972 tenía yo veintiocho años. Don Emilio, quien era diputado, sale y me dice:
— Yo pensé que era mi cuñado. ¿Qué es tuyo Toño Echevarría? — Es mi papá, señor.
— Te voy a decir por qué nos decimos cuñados: yo cortejaba a la Nena, que era muy chula, pero nunca me hizo caso, y él cortejaba a una de mis hermanas, y nunca le hicieron caso, desde entonces nos decimos cuñados.
“Estaba él con Daniel Pérez, creo que era el Presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje; también don Ricardo Figueroa, don Leobardo Ramos, Rigoberto Ochoa (que ya lo estaban formando); Juan el Cucaracho, el de los cargadores, Marcos Pérez y toda su estructura.
— ¿Qué se te ofrece, muchacho?, me dijo y le respondí:
— Oiga, ¿el hombre más poderoso del estado no puede parar una huelga que tenemos en Tuxpan los de la Coca-Cola? Entonces dijo:
— ¿Están oyendo?
“Daniel era el Presidente de la Junta, quien tenía una hermana, doña Victoria, que se dedicaba a recoger todos los desperdicios de las casas para engordar puercos; estaba cargada la doña, traía un carrito con una ollota…
— ¿Estás oyendo, Daniel?
— Suspenda la huelga y yo me quedo con ellos, le dije.
— ¿Te vas a quedar con ellos?, me preguntó. — Sí, le dije, nada más que lleguen a un arreglo con Nacho Regalado y yo los agarro.
“Y la pudimos sacar: fue la primera distribución directa que tuvimos después de Tepic. Cuando era un distribuidor externo en Tuxpan se vendían 3000 cajas, pero con nuestra distribución, al mes siguiente vendimos 12 000, a mí me brincó. Yo con ganas de éxito empecé a recorrer todo el territorio. Coca-Cola no se vendía porque no había producto, como te lo digo: el distribuidor era dueño de la tienda del pueblo, y pues vendía lo que más le dejaba; creo que de comisión se le daban 2.40 pesos por caja, a lo mejor se les hacía poco. El precio estaba congelado y empezamos con ese sistema de distribución. Luego le pido a Álvaro Navarro que se haga cargo de lo foráneo, y empezamos a diseñar la estructura administrativa”.
Con distribución directa se elevaron las ventas
Con la experiencia de Tuxpan de haber cuadruplicado las ventas mensuales, el camino sería tomar el control de la distribución del producto de forma directa; no hubo alguien más interesado en ganar mercado que él y su equipo:
— Le dije a Álvaro: “Arráncate”.
“Mi primo hermano Mauricio Guicho Porras, en paz descanse, tenía la distribución en Santiago y Villa Hidalgo; entre los dos centros vendían creo que 14 000 o 15 000 cajas por mes; el primer mes con la distribución a nuestro cargo vendimos 40 000 cajas; lo interesante e irónico, claro, es que al distribuidor le prestabas el envase pero te daba cheques ‘botados’ y nunca disponía del producto necesario para surtir. Entonces ya teníamos Tuxpan, Santiago y Villa Hidalgo, y así nos fuimos.
El último distribuidor al que le rescindimos la concesión fue a don Martiniano Trejo: él tenía Compostela, Las Varas y Puerto Vallarta. Álvaro fue con él, me acuerdo bien; doña Chayo Trejo era hija de él. Me dice Álvaro: ‘Oye, Toño, estoy con don Marti, dice que nos da un millón de dólares si no le quitamos la distribución’. Fíjate, ‘dile que no’. Don Martiniano vendía en Compostela, Las Varas y Vallarta 32 000 cajas; nosotros el primer mes vendimos 90 000”.
Esa última batalla librada les significó convertirse en distribuidores directos en una de las zonas con mayores ventas, de mayor desarrollo, ya visualizado desde aquella lejana década de los setenta.
Con la distribución directa había un reto mayor: consolidarse en Puerto Vallarta. Entonces, Vicente Fox era Presidente nacional de Coca-Cola Export Corporation; Antonio le dijo:
— Oye, Vicente, fíjate que acabamos de rescindirle el contrato al distribuidor de Vallarta y quiero entrar. Vallarta es de las mejores zonas que tenemos, casi es mejor que Tepic.
“Coca-Cola en aquel tiempo, como no tenía mercado nacional, de cada peso que invertías, lo gastabas y te daba la mitad.
“Quiero entrar con quince camiones nuevecitos de Coca-Cola y cada camión valía 120 000 pesos, cuando ahora valen un millón y 300 000 pesos, y pues le dije si jalaba. ‘Sí, cómo no’, me dijo y mandó a la semana siguiente un cheque por 900 000 pesos. Fíjate lo que es el imperialismo yankee; para no hacértela larga, empezamos a crecer, debió ser en 1974. En esos años la rival Pepsi Cola era líder en el mercado con el setenta por ciento de las ventas, mientras que Coca-Cola tenía difícilmente el treinta por ciento restante”.
En ese mismo 1972, su familia –que era propietaria solamente del cuarenta por ciento de Coca-Cola en Nayarit– compra el restante sesenta por ciento de las acciones: “La familia era dueña del cuarenta por ciento; los socios eran Joaquín Fernández Suárez, Rafaela Echevarría de Fernández, Antonio Echevarría Pérez y Nicolás Echevarría Pérez, y el sesenta por ciento restante, de los García Castellanos, que eran los dueños de La Favorita de Guadalajara, y mi tío Joaquín era el distribuidor de Coca-Cola en el estado de Nayarit. Viendo el mercado que ya era factible de poner una fábrica, pusieron en 1953 la fábrica en Veracruz y Zapata, donde está actualmente Teléfonos de México. Toda esa manzana era de mi abuela, y la casa era una casa vieja; la acondicionaron con un patio, una bodega, y se tenía una máquina Dixie que hacía sesenta botellas por minuto; se punteaba la botella chiquita que era el emblema, dos limonadas, una de limón y otra de mandarina, que era La Favorita, lo que se vendía. Tepic tenía dos rutas: Centro y Foránea, y un triciclo para los pedidos de las casas. Ahí eran como dieciséis colaboradores, ahorita embotellamos 1500 botellas por minuto; tenemos 350 rutas y 2900 colaboradores. Pero en aquel entonces, se vienen del Centro para acá, a la avenida Insurgentes, en 1959.
“En 1972 me nombran Gerente de Embotelladora del Nayar, aquí donde actualmente están; ya contábamos con ciento diez colaboradores. Entonces Hacienda no estaba tan agresiva, era como es en Estados Unidos: te daba chance de hacer negocio; como no ocupaban como ahorita para el pago de la deuda, te daban chance de hacer negocios y podías hacer muchas combinaciones, y aun cuando era precio congelado, te daba utilidad pero no te daba liquidez, la liquidez es cuando tienes dinero en la caja: ganas pero no tienes dinero, pero hacíamos créditos a nombre de Coca-Cola y se lo metíamos al fraccionamiento.
“Me salgo yo y se queda mi hermano Enrique, Álvaro operando. Enrique trabajaba en Tabaco en Rama, S.A. de C.V. (Tersa) antes de que la nacionalizaran. Se enseñó en producción, fue Gerente de Producción. Me voy en el ’76, y mi tío me dijo:
— No te vayas, acuérdate de lo que debemos.
“El negocio ya estaba encarrilado, yo creo que ya estábamos empatando con Pepsi Cola; el gerente (de Pepsi Cola) era don Mariano Alonso Macías. Me decía:
— Toñito, no te da miedo el sindicato, estás abriendo un sindicato.
— No, mire, yo traigo esta norma de ganar-ganar: si el negocio da, hay que pagarles, y ganan ellos y gano yo.
“Yo me eché siete gerentes de Pepsi Cola porque no podían conmigo, pero teníamos el dique de la ACASPEN, que era un monopolio.
Para que llevaran una carga a un municipio, ellos traían camiones rabones, que agarran cuatrocientas cajas, pero un tráiler te agarra 1300 cajas de refresco… Para hallarlos y para que quisieran ir… Por eso tampoco había Coca-Cola en los municipios. Empezamos también con rabones, para lo cual Fonseca, de la Chrysler, empresa que todavía no era de nosotros, nos fio un camión que costó 195 000 pesos; el chofer era el Charras; dizque buen precio, mentiras: le dábamos 15 000 pesos al mes y todavía nos quedaba una lanita porque Fletes (la empresa) estaba exenta de impuestos, nada más pagabas al año cincuenta pesos por camión rabón y doscientos cincuenta pesos por tráiler… Dentro del Impuesto Sobre la Renta había un capítulo que se llama Bases Especiales de Tributación y ahí estaban fletes, gasolina, campo, agricultura y ganadería. Nosotros sacamos por conclusión que éramos beneficiados porque los dueños del transporte a nivel nacional eran Carlos Hank González, Margarita López Portillo y Rubén Figueroa, eran los dueños del transporte. Margarita tenía 1500 pipas”.
¿Y esta empresa, Fletes, tenía como único propósito llevar el producto?
“Nada más el producto nuestro, sólo Coca-Cola. Viene Vicente Fox, Alejandro Rodríguez Reyna, que era el Vicepresidente, y Cristóbal Jaime, me dicen:
— Oye, pinche Toño, ¿qué estás haciendo? De venderte tantos litros de concentrado ahora te estamos vendiendo el doble.
— Mira, no se vendía Coca-Cola porque no había, y descubrimos esto.
“Ese fue mi error porque a partir de ese momento empezaron a modificar la Ley de Hacienda; todos los de Coca-Cola pues metieron fletes, y aquí la SCT para que fuera deducible te daban una guía y nosotros íbamos con la secretaria, le dábamos mil pesos, y nos daba un cartón de guías, lo que es México, y a llenar guías”.
¿Pensó algún día en tener este éxito con Coca-Cola? ¿Qué pensaban?
“Coca-Cola Export Corporation pensaba en tener mayoría, a nivel mundial tiene el setenta por ciento y a nivel nacional tiene el ochenta y cinco, es una barbaridad. Ahora ya no te ayudan: ‘ya estás ganando, ya te dimos tu apoyo, ya te subsidiamos, ahora muévete con tus propios recursos’; te ayuda con los refrigeradores, con el treinta por ciento. Tenemos colocados 40 000 refrigeradores prestados, con que nos vendan una caja diaria nos damos: 40 000 cajas diarias”.
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Hay alguien que conoce también completa esta historia, es Francisco Arias Castellanos, quien tenía apenas 16 años de edad llegó como colaborador en 1955 y escaló todos los puestos hasta ser gerente de Embotelladora del Nayar de 1980 a 2003. Actualmente es accionista de la empresa.
El recuerdo es puntual cuando habla de los hombres que encabezaron el esfuerzo de la Coca-Cola en Nayarit desde sus inicios: “El primer Gerente fue Ernesto Arrache, esposo de Mireya Mercado, de la familia Mercado que vive por la San Luis; él era representante de Coca-Cola Export cuando se abrió la planta y se quedó como Gerente. Posteriormente llegó Enrique Salcido, de Guadalajara, quien estuvo también una temporada, y cuando nos cambiamos para (la avenida) Insurgentes llegó otro Gerente, compadre de Joaquín Fernández Suárez, don Manuel Ibarra Trujillo, que fue precisamente en la época en que yo me retiré. Él estuvo de 1959 a 1961; posteriormente llegó don Manuel Medina, un hombre de Campeche, gran conocedor del negocio, quien falleció, y ya en 1972 asumió Antonio Echevarría Domínguez”.
¿Y en ese entonces qué era Coca-Cola? se le pregunta a Francisco Arias: “Era una planta muy pequeña en ese tiempo, una sociedad de los embotelladores de Guadalajara, los García Castellanos, dueños de La Favorita y que en ese tiempo tenían la franquicia en los estados de Jalisco, Nayarit, Colima y Guanajuato; ellos eran los embotelladores y Joaquín Fernández Suárez, que precisamente inició como distribuidor de la planta de Guadalajara. Posteriormente, en 1953 cuando se inició la embotelladora, se hizo en sociedad, entre los García Castellanos y la familia Echevarría: don Joaquín, doña Rafaela, don Toño, la familia Echevarría Pérez. Don Carlos García Castellanos era el Gerente de La Favorita y junto con sus hermanos Juan y Vicente, se asociaron aquí con don Joaquín, como lo hicieron con otras plantas, como en Colima”.
La competencia en aquellos años
¿Qué marcas de bebidas gaseosas había en ese tiempo en Nayarit? Las recuerda una a una: “Estaban el Crush de Serafín Muñoz por la avenida Juárez, donde ahorita está la Universidad Nueva Galicia; estaba el Kiss de don Rafael Ibarra, una embotelladora que estaba en Veracruz y Miñón; otra del señor González, que estaba por la calle Ures y Zaragoza, y había otros en Santiago, otra fábrica en Acaponeta, de los Espinosa. La verdad es que había varias embotelladoras en esos años y desgraciadamente con el tiempo fueron desapareciendo la mayoría y también Pepsi- Cola desapareció como planta y se quedó solamente como distribuidora”.
Se comercializaban muchas bebidas en aquellos años, de nombre internacional o de modesta manufactura local: Delaware Punch, Crush, Zimba Kola, Mission y claro, el entonces dueño mayoritario del mercado, el rival Pepsi-Cola.
Las 6 1/2 onzas y el tránsito a las 12 onzas
No siempre Coca-Cola fue el refresco que más se vendía en Nayarit. Otra marca dominaba el mercado en proporciones que fácilmente rondaban el 80 %. El tema lo aborda Arias Castellanos con bastante puntualidad: “La embotelladora Coca-Cola tenía dos problemas para no desarrollarse: uno, estrecheces económicas, por lo cual no teníamos una distribución bien desarrollada en todo el estado, únicamente se atendían las cabeceras municipales, a todas las rancherías no llegábamos, no teníamos camiones para distribución; otro grave problema es que no podíamos competir debidamente porque nosotros nada más teníamos Coca-Cola de seis y media onzas y Pepsi Cola desde que inició lo hizo con doce onzas, casi el doble del producto al mismo precio, y con una distribución mucho más agresiva, completa”, reconoce.
El grupo Pepsi que operaba como líder en Nayarit era propiedad de don Salvador Padilla Aldrete, que era, además, el franquiciatario de la marca en Jalisco, Colima, Guanajuato y parte de Morelia, Michoacán; era muy grande y muy exitoso: tenía distribución, tenía todo, una mejor fábrica, más moderna.
¿Cómo competir verdaderamente y lograr ser líder del mercado?, se convirtieron en dos tareas prioritarias hacia finales de los años cincuenta: “Empezamos a luchar para que Coca-Cola Export, que era quien daba la franquicia, nos autorizara introducir la botella de doce onzas, ya que en todo el mundo solamente había la Coca-Cola chica, que era de seis y media onzas”, narra sobre el inicio de lo que sería una gran lucha.
“Un representante y un servidor estuvimos insistiendo casi un año, duro y duro, en que eso era lo que deberíamos hacer si realmente queríamos competir con Pepsi Cola: el tamaño de botella con doce onzas. A base de mucho insistir y un poco de todo: ambición, empuje y coraje, logramos que nos autorizaran hacer una prueba piloto con la presentación de doce onzas pero solamente en Acaponeta, porque en aquel tiempo no había puentes, eran chalanes para pasar el río; el destino de Acaponeta era un lugar muy retirado de la capital y en tiempo de lluvias no podías cruzar, nada más por el chalán, no había ningún puente de aquí hasta Nogales en todos los ríos.
Entonces —agrega— nos autorizaron e hicimos un plan maestro: con Gregorio Moreno y tu servidor, retiramos todo el envase de Coca-Cola chico, lo cambiamos por Coca-Cola de doce onzas y únicamente de ese surtimos en el mercado. El plan eran seis meses, al mismo precio; por ningún motivo, pasara por lo que pasara, nosotros íbamos a surtir otro producto que no fuera el de doce onzas en ese lugar, esa fue una cosa impuesta y expuesta a lo que pasara”.
El resultado se logró y motivó un cambio mundial: “A los seis meses volvimos a llevar Coca-Cola chica para que el consumidor decidiera cuál querían; obviamente fue un éxito la de doce onzas y se quedó; vale decir que fue el primer lugar en el mundo que hubo Coca-Cola de doce onzas y fue empujado por el grupo embotellador de Tepic en Acaponeta, para el mundo… era única, eso fue un parteaguas y a nivel mundial. A partir de ahí empezamos a ganar mercado y a competir al tú por tú, y ya en 1959 metimos el sabor de Fanta naranja, porque tampoco teníamos sabores y también fue un éxito”, recuerda con especial orgullo y se le desborda en cada expresión.
La estrategia “nos volvió más competitivos, ya con más productos y más competitivos también se empezó a necesitar más producción y más camiones”. Reconoce que cuando llegó a la Gerencia de la Coca-Cola Antonio Echevarría Domínguez, con su empuje y el de Álvaro Navarro Hernández, “las distribuciones en los municipios comenzaron a ser directas; ese fue otro enfoque fuerte para empezar ya la competitividad muy agresiva hacia la competencia que eran Pepsi Cola y grupo AGA, que se había instalado en 1964, y era también una competencia real. Al hacer la distribución directa se logró llegar hasta el último pueblito y nos fuimos para arriba; ya el problema no era la venta, ahora era tener capacidad de producción, capacidad de distribución y ese fue el reto de empezar a desarrollar la planta, distribución, camiones, edificios”, apunta muy claramente.
Actualmente Embotelladora del Nayar, la franquiciataria de la marca Coca-Cola en Nayarit y Puerto Vallarta, vende alrededor de sesenta millones de cajas al año, una cantidad que le ha valido reconocimiento y premios por su liderazgo absoluto en el mercado. Francisco Arias recuerda con nostalgia aquel trofeo que obtuvieron cuando lograron en un año vender un millón de cajas. Hoy la empresa tiene una participación del 96 % en el mercado del refresco de cola y 86 % del total del mercado de las bebidas gaseosas.
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Jorge Berecochea Echevarría es el actual gerente general de Embotelladora del Nayar, S.A. de C.V., el responsable junto con su equipo de muchas variantes, entre ellas, conservar el liderazgo en el mercado para lo cual es necesario que esta empresa con casi tres mil colaboradores funcione de forma óptima en cada una de sus áreas.
Uno puede pensar desde fuera, y además lo verbaliza: “La Coca-Cola no necesita hacer publicidad”, y recuerdo que alguien dijo “no, necesitamos hacer mucha publicidad, de muchas formas”. ¿Cómo funciona esta parte? ¿Sí es necesario hacer mucha publicidad para vender muchas coca-colas?”
“Sí, no es cierto que Coca-Cola se venda sola. Yo creo que sí ocupamos meterle mucha publicidad. ¿Qué necesitamos meter a cada una de las tienditas, a cada uno de los changarros? Nosotros les llamamos su protocolo prioritario, necesitamos llevarlo a cada punto de venta; necesitamos que el vendedor, el prevendedor, en cada una de las tiendas acomode el producto como se les dice en sus capacitaciones y otra muy importante: siempre debe haber un refrigerador, ¿para qué? para que la Coca-Cola, la Fresca, la Fanta siempre estén frías, y eso llame a tomar, a consumir. Todo eso lo platicamos día a día, todo eso siempre está muy bien presentado y con una excelente publicidad, no porque yo esté acá, yo digo: los mejores para hacer publicidad son la gente de Coca-Cola”.
— ¿Este es el canal tradicional, el de las tienditas?
“El canal tradicional es la tiendita de la esquina, los hogares con venta es el canal tradicional y este es una palanca muy fuerte para el negocio. Porcentualmente somos el número uno a nivel nacional en este aspecto”.
Se muestra agradecido con las personas del canal tradicional, pues reconoce que durante los inicios de la pandemia, ellas compensaron las pérdidas de ventas en grandes cadenas: “Bueno, la pandemia nos dijo que debíamos atender el canal tradicional y el canal tradicional nos dio para sacar los números que tuvimos en la pandemia; si no lo hubiéramos tenido bien estructurado, estuviéramos hablando de números muy tristes, pero a Dios gracias el canal tradicional soportó las caídas en los centros comerciales, y ¿por qué? porque no había movilidad”.
— Escuché que tenían más de 30 000 puntos de venta en el canal tradicional.
“Sí, es que el éxito de Coca-Cola es la distribución: a nivel México es la distribución, es cierto, y de los lugares más lejos a donde hemos llegado en este negocio es allá en la sierra, a Santa Teresa, Jesús María, donde a veces no hay ni luz, pero efectivamente encuentras una Coca-Cola.
— Volviendo al tema de Coca, dices que, en proporción, esta planta es la que vende más en el canal tradicional, y ¿en términos absolutos cuál nivel tiene en estructura en comparación de otras plantas a nivel nacional?
“Del 100 % nosotros representamos el 1.5 %”.
— ¿De ventas?
“Sí, sí”.
— ¿Sabes cuántas plantas hay?
“Somos nueve grupos en México. […] (Respecto a su magnitud) nosotros somos de abajo para arriba, el tercero: es Nogales, Colima y Nayarit.
“A pesar de no ser una de las plantas con mayor capacidad, en 2018, Embotelladora del Nayar recibió el premio Copa Legacy en la sede mundial de Coca-Cola Company en Atlanta, Georgia, por su excelente desempeño comercial, social y de productividad. James Quincey, CEO de Coca-Cola Company, entregó de primera mano el galardón a don Antonio Echevarría Domínguez”.
— ¿En este momento qué es lo que sigue como líder de este equipo?
“Seguir teniendo el liderazgo, pues contamos con el 94 % de participación en el estado. Noventa y cuatro de cien refrescos los produce Coca-Cola, son nuestros, y el resto Pepsi, Aga, Peñafiel”.
Berecochea comenta que una tarea constante es “seguir creando paladares”. Le preguntamos a qué se refería con esto:
“Las generaciones van creciendo y un chavo que le pega duro al ejercicio, estudia, camina, se come unos tacos y se toma una Coca, no hay problema, pero este joven va creciendo y piensa ‘me cuido’; entonces surge un segmento que abandona la Coca- Cola regular, por lo cual tenemos un segmento de Coca-Cola sin azúcar, que efectivamente tiene diferentes endulzantes no calóricos, no que te hagan daño, que evitan el sobrepeso […] Luego abrimos el portafolio, ya nos metimos a los desayunos: anteriormente desayunabas y te tomabas una Coca-Cola, ahora podemos desayunar con un jugo Del Valle, de manzana, de naranja… Hay productos cuya materia prima son las naranjas compradas en nuestros campos, las manzanas son compradas en campos de México”.
— Yo creo que lo obligado aquí es también hablar de la sustentabilidad; yo sé que ustedes hacen lo necesario para tratar el agua, riegan parques, jardines; sé que Coca-Cola está haciendo un esfuerzo a nivel mundial por reducir su impacto ambiental, para que todo sea reciclable.
“Decíamos que en el año ‘20 íbamos a hacer una empresa sustentable, ya lo somos, pues tenemos efectivamente una planta tratadora de agua; esta planta de tratamiento nos da el agua que utilizamos aquí, la cual lleva varios procesos, y tenemos una planta de aguas residuales que la tratamos para que no salga tan sucia, en palabras coloquiales, y esa agua está al servicio de la sociedad para sembrar.
“Para 2030 […] si yo vendo cien botellas, tengo que reciclar el mismo número. ¿Qué vamos a hacer? Que todo lo que vendamos prácticamente sea producto reciclado. Hoy día, en las botellas de Ciel natural, si le ven un poquito de azul es porque todas esas botellas son 100 % recicladas ¿Cuál es el éxito? Es porque Embotelladora del Nayar se asoció con PETSTAR, y tenemos la recicladora más grande del mundo en Toluca; hacemos el acopio de PETSTAR, la empresa que les digo que se dedica a reciclar este material, el que sale de las botellas que en algún momento usamos, cuando antes las tirábamos en la basura, donde había papel, fruta…
“Ahora no, lo que queremos es separar basura; tenemos espacios para que todas estas botellas caigan ahí, y este año en Embotelladora del Nayar hicimos una ruta en donde están todos los centros de distribución y están recogiendo todas estas botellas, ¿para qué? para mandárselas a PETSTAR y así tengan producto para reciclar”.
En 70 años el esfuerzo ha sido enorme, de aquella modesta empresa del centro de la ciudad a la planta embotelladora de la avenida Insurgentes, además del Centro Productor y de Distribución de San Vicente, municipio de Bahía de Banderas, la empresa cuenta con 12 Centros de Distribución (CEDIS) en la entidad y Puerto Vallarta, Jalisco.
Coca-Cola en Nayarit y Puerto Vallarta ha sido desde su origen una empresa familiar, lo sigue siendo; forma parte vital del Grupo Álica, el consorcio de empresas que más empleos directos genera en Nayarit.
El sábado pasado, entre las muchas celebraciones que el Grupo Embotellador Nayar preparó por sus 70 años, regaló a los nayaritas la presentación de Banda El Recodo, que ofreció un gran concierto en la totalmente abarrotada Monumental Plaza de Toros de Don Antonio.
La política de ganar-ganar, para accionistas y colaboradores, le ha permitido que nunca en su historia de 70 años esta empresa haya tenido una huelga, no obstante a tener relación contractual con dos sindicatos, uno local y otro nacional.
La historia de Coca-Cola Nayarit es la historia de su gente, la de cada uno de sus 2900 colaboradores, de sus familias que cada día cincelan el destino de esta empresa que les permite salir adelante y generar desarrollo para Nayarit.