En un libro de crónicas y estampas, Gilberto Calderón recuerda a un personaje de su natal Aguascalientes: el burócrata medio del gobierno estatal, jefe de recursos materiales. Ahorrativo en extremo, pedía acompañar a la requisición de artículos de oficina las evidencias contundentes del uso de las piezas a reponer. Así que los trozos de lápices, fragmentos de borradores, bolígrafos vacíos y restos de papel carbón pasaban por su revisión personal para autorizar los pedidos. Fue una costumbre que conservó toda la vida para cuidar el buen uso de los recursos públicos y que mantuvo incluso el día que remitieron bolsas con pruebas de uso de papel higiénico. Cuando murió el recto funcionario propusieron un testimonio de gratitud que honrara su espíritu de ahorro: una estatua… de aire. No fue autorizado, para no gastar.