Mejor que el Silencio | Huella digital

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El Serengueti digital se vuelve más espeso con el paso del tiempo ya que cada vez más personas se ven inmersas en un mundo virtual que trasciende los límites físicos. Internet se ha convertido en un vertedero de datos que dejamos con nuestras actividades y comportamientos en línea, por ello es importante gestionar nuestra huella digital, comprender que nuestra verdadera identidad queda plasmada en líneas de códigos y algoritmos de los cuales, esta jungla se alimenta y se acrecienta a cada segundo.

Hemos dejado de ser individuos de carne y hueso para transmutar en big data. Nuestras búsquedas en Google nos delatan, las interacciones diarias en redes sociales van dejando una huella, una marca indeleble en este Serengueti, que poco a poco se vuelca contra nosotros, por ello estos temas cobran protagonismo en el debate público.

Vivir como híbridos nos sitúa en una encrucijada: ¿Cómo controlar nuestra huella digital de manera que beneficien nuestra reputación y privacidad? La respuesta puede encontrarse en una gestión consciente de nuestras acciones en internet, pero pareciera imposible, ya que, aunque seamos meros espectadores dejamos marcas que quizá no se borrarán jamás.

Cada clic, cada enter, nos sumerge más al mundo de unos y ceros; cada foto compartida, cada comentario publicado o borrado, cada transacción realizada contribuye a forjar nuestra identidad digital, a esto, le sumamos cada plataforma existente, lo que nos convierte en un blanco más visible y accesible para otros.

En este contexto, resulta imprescindible comprender qué compartimos con los demás. El ejemplo más palpable de esta situación son los famosos packs, principalmente durante la pandemia cuando proliferaron, ya que tener encuentros con tu pareja era imposible, el sexting cobró importancia, aunque desde que comenzó la era digital, este acto ha estado presente.

Sabemos que esta acción no se puede hacer a la ligera, ya que como humanos somos seres volátiles, hoy nos queremos y mañana no. ¿Cuántos casos de porno venganza no conocemos? Las relaciones terminan y alguna de las dos partes divulga esas fotos que con “amor y confianza” compartieron, y culminan en cientos de miles de personas más, lo que desencadena una problemática aún mayor.

Durante 2019, muchos titulares en diferentes medios advertían de las consecuencias de las filtraciones de sus fotos íntimas: Chica se suicida porque difundieron su “pack”, no fue hasta el 2020 que la Ley Olimpia vino a ponerle un freno, pero, ¿Cuántos titulares hablan de culpables por difundir packs? son pocos, casi nulos quienes han caído, por lo pronto se siguen difundiendo, se siguen rolando para quemar a exparejas, excompañeras, a mujeres en general, como se vio en la serie documental El hombre más odiado de internet.

Esto es un fenómeno que sucede en todas las partes, ya que somos más de cinco mil millones de usuarios de internet en el mundo y pasamos un promedio de seis horas y media sumergidos en la red, dejando incontables huellas digitales, en una jungla donde las legislaciones no son muy claras, donde las competencias de cada institución legal muchas veces no tiene jurisdicción, es imposible controlar el tráfico del contenido, por ello, mientras esas legislaciones se concretan, es imperativo analizar lo que compartimos, ya que en algún momento, tus fotos podrían llegar a la persona equivocada y provocar una tragedia.

Por ejemplo los incontables grupos de Whatsapp, Telegram, Facebook, Twitter, entre otros, en los cuales envían fotos de mujeres, y no, no es un leyenda urbana que circula en las redes para disuadir a los jóvenes (que son los que más tiempo pasan en internet), existen y poco a poco han salido a la luz, aunque no con denuncias formales, hay quienes los exponen, y es que de pronto te llega un link con más de 900 carpetas organizadas con nombres de mujeres y entre esos el de alguna conocida, rápidamente la alertas y te das cuenta que con el avance de la era digital el tejido social cada vez está más roto.

En conclusión, la sociedad digital nos desafía a ser conscientes de nuestra huella digital y nuestra identidad en línea. La protección de nuestra privacidad, la comprensión de los datos que compartimos y la responsabilidad de nuestras acciones digitales se convierten en pilares fundamentales para navegar con éxito en el mundo virtual. En última instancia, se trata de encontrar un equilibrio entre nuestra participación en línea y el respeto a nuestra individualidad y privacidad en el ciberespacio.

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