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sábado, agosto 2, 2025
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Del infierno al Paraíso

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Una vez concluido el ciclo deportivo 2022-2023 que está constituido básicamente por los torneos futboleros de las principales ligas del mundo, por los torneos continentales del mismo deporte, así como por otra serie de torneos cíclicos de otros deportes que tienen un pública más restringido como el básquetbol, el beisbol, el tenis, el golf, el box, entre otros, llega el verano en el que —a pesar de que siguen adelante los torneos de las Grandes Ligas de beisbol, el campeonato de la Fórmula 1 del automovilismo y el célebre Gran Slam de Wimbledon—, el volumen de los eventos deportivos, de alguna manera, se va a “veranear”.

Este periodo semi vacacional, sin embargo, da la posibilidad de profundizar en algunos aspectos que el vértigo suele dificultar.

Por ello, en esta ocasión, el foco de estas “palabras” lo quiero poner en la actuación de la selección mexicana de futbol en los dos torneos que está disputando en este verano 2023…

Después de su participación en el Mundial Catar 2022 que, para la gran mayoría de aficionados y comentaristas fue considerada como un fracaso, los dirigentes del balompié nacional pidieron sesenta días para madurar una propuesta de cambio que, teniendo como meta una al menos decorosa, y de ser posible, brillante en el Mundial norteamericano 2026.

Y, sin embargo, el nombramiento de un nuevo director técnico —probablemente ante la cercanía de los dos torneos que habría que disputar durante el verano— fue el primer paso que se dio y que, por cierto, se dio mal ya que el nombramiento de Diego Cocca —en ese momento director técnico de los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León—, fue interpretado por muchos como un “golpe de timón” por parte del Grupo Orlegi, sin haber obtenido previamente un consenso o, al menos, el visto bueno de los otros grupos de poder dentro de la Federación Mexicana de Futbol, parecía condenado al fracaso, una sospecha que se convirtió en convicción cuando llegaron los cambios al puesto más alto dentro de la Femexfut: el cambio de su Presidente.

Salió Yon de Luisa y entró Juan Carlos Rodríguez, quien, tras el rotundo fracaso del Tri en las semifinales de la Concacaf Nations League al ser goleado y humillado por la oncena de los Estados Unidos de América, tomó la decisión de cesar a Diego Cocca como Director Técnico de la selección mayor apenas cuatro meses después de su nombramiento y unos días después de que —según sus propias palabras— se le había dicho que contaba con todo el apoyo…

Junto con la salida de Diego Cocca, se dio la salida de Rodrigo Ares de Parga, quien había ocupado durante unos pocos meses el cargo de Director de Selecciones Nacionales.

Más allá del fracaso de la selección en el primer torneo disputado este verano, el cual la colocaba ya en los umbrales del infierno, “la gota que derramó el vaso”, o mejor aún, el hecho que le arrojó hasta el más profundo círculo infernal fue el espectáculo de las gradas vacías en el majestuoso estadio de los Raides en Las Vegas en el encuentro en el que, ni siquiera con su triunfo, logró subir hacia un círculo infernal menos profundo…

Y, de pronto, “como cuando cambia el viento”, algo —que se ha adjetivado como “mágico”— sucedió, que hizo posible un salto súbito e inmenso que colocó al tri —con posibilidades no solo de llegara un círculo infernal menos profundo; ni siquiera de llegar al limbo de la indiferencia o al purgatorio, sino de ir, directamente, hacia los círculos paradisiacos o celestiales.

Todo ello, gracias a la declaración breve y contundente del Presidente de la Femexfut anunciando el cese de Diego Cocca —más “chivo expiatorio” que responsable del fracaso— y de Alex de Parga y el nombramiento de Jaime Lozano como Director Técnico provisional del Tri para el torneo de la Copa de Oro.

La recepción de ese nombramiento fue poco menos que increíble de parte de los integrantes de la selección, de una buena parte de la comentocracia deportiva y, sobre todo, de la afición, la cual, antes de cualquier muestra de mejoría en el desempeño del seleccionado, le brindó un voto de confianza al llenar las gradas de otro de los grandes estadios del futbol americano: el NRG Stadium, sede de los Houston Texans de la NFL.

Y —por seguir utilizando el adjetivo más socorrido en este contexto—, la magia se dio, a pesar del asterisco indispensable dada la debilidad del equipo rival…

La oncena tricolor se puso unas pilas nuevas —que ojalá sean de larga duración— y, con unos pocos pero significativos ajustes en la formación, brindó una actuación que dejó un buen sabor de boca por el desempeño y la contundencia mostrada, al grado que se puede decir que el paso de uno de los círculos más profundos del infierno a uno de los círculos del Paraíso se dio en unos pocos días.

Sin duda, queda mucho por hacer —muchos círculos del Paraíso por escalar y el riesgo siempre presente de volver a descender a los infiernos—  porque los cambios de fondo en el futbol mexicano no se ven por ningún lado, ni tampoco se puede esperar que en el tiempo que resta para la celebración del Mundial Norteamérica 2026 surjan en nuestro país esos jugadores de élite que solo se producen a cuentagotas…

Pero, sin duda que este cambio mágico-milagroso es una buena noticia…

Esperemos que no sea flor de un día y que se pueda consolidar un proyecto que ofrezca buenos frutos en ese mundial 2026, un proyecto que, de seguirse dando buenas actuaciones que desemboquen en la obtención de la Copa de Oro, ojalá, quienes toman las decisiones, se animen y arriesguen a darle al Jimmy Lozano el voto de confianza que necesita, apoyándolo, tal vez, con asesorías de quienes han gozado y padecido al sentarse en esa silla caliente de la dirección técnica del Tri.

Una diferencia entre el Jimmy y sus antecesores recientes es, sin duda, el reconocimiento de no saberlo todo, de estar dispuesto a escuchar, así como la increíble buena acogida que ha tenido ante la afición y ante los integrantes actuales y potenciales del conjunto tricolor…

¿Demasiado optimismo en estas “palabras”, en la afición y en un buen número de analistas? Quizás…

Lo bueno es que la respuesta —sobre todo si es un sí— no tardará mucho en llegar; en cambio, si es un no, habrá que esperar más tiempos…

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