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sábado, agosto 2, 2025
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La voz de un adicto

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A los 13 años de edad consumió la primera dosis de mariguana y desde entonces vive sumergido en el mundo del dolor y sufrimiento

Después de interrumpir su sueño mientras dormía en las inmediaciones del parque recreativo La Loma, logramos entablar un diálogo con un hombre de aproximadamente 35 años de edad.

Al incorporarse y recargar sus codos sobre sus rodillas, Isaías Zepeda Acuña narró que a los 13 años de edad  consumió la primera dosis de mariguana y desde entonces vive sumergido en el mundo del dolor y sufrimiento.

Comentó que es el mayor de cinco hermanos con quienes dice no tener contacto ni ningún tipo de comunicación por problemas personales que calificó como muy graves.

Recordó que a la edad de ocho años trabajó como payasito en las calles de la ciudad de Tepic y el dinero que recababa se lo entregaba a su señora madre, dijo que su padre no aportaba recursos para los gastos familiares: “Porque él era muy borracho y se quedaba dormido en las banquetas del barrio donde vivíamos”. 

Ante la falta de responsabilidad de su padre, comentó Isaías, que su madre se involucraba con diferentes hombres, que trabajaban en una empresa tabacalera que se localizaba cerca de unas vías del tren y después de tratarlos se los llevaba a dormir a su casa.

Con lágrimas en los ojos, Isaías dijo que para él como niño le era muy difícil aceptar a los padrastros que su madre le presentaba por las noches, a pesar de ello, expuso que al saber que ya había un hombre en casa él se dormía ilusionado porque ya tenía un nuevo padre y  al día siguiente ya no tendría la necesidad de madrugar para salir a las calles a trabajar como payasito.

Sin embargo, recordó, que al despertar descubría que los amigos de su madre ya se habían marchado: “Y otra vez me quedaba solo con la carga de los gastos,  otra vez sin padre y otra vez tenía que salir a trabajar para mantener a la jefa y a mis carnales”.

Sin embargo, refirió que a pesar de que le entregaba a su madre todo el dinero que recababa en las esquinas por hacer malabares como payasito,  pocas veces comían pollo o carne: “Una noche le pedí a la jefa pan con leche y ella  me dijo que para eso no alcanzábamos, entonces cenamos frijoles con café, lamentablemente a la jefa nunca la hice feliz, ella siempre quería más y más, ya de adulto ella y mis hermanos se olvidaron de mí que porque soy drogadicto,  por eso digo que cuando era niño yo era más feliz, tenía sueños, tenía ilusiones y ahora para mí sólo hay tristeza y dolor, pero aquí seguimos”.

Finalmente y al preguntarle quién era la mujer que dormía a su lado, Isaías Zepeda respondió  que era su esposa: “Ella es mi esposa, nos casamos en una iglesia ante el altar, nos casamos solos, no nos casó el sacerdote, pero lo hicimos ante Dios, pero por no tener dinero no hicimos fiesta, pero ahora ella es mi mujer, ella es de Guadalajara,  Jalisco y ahora es mi esposa”.

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