No es niña, no es señora. Su encanto juvenil se impregna en el glamour del arreglo personal, el ocio y las ocupaciones que le agradan. Es científica, astronauta, presidenta, pero no secretaria. Su mundo es el de las mujeres espejo iguales que ella: lindas de la mañana a la noche; el paraíso de las mujeres juntas que se divierten.
Aunque Ken sea bienvenido al picnic, después deberá desaparecer.
Barbie porta una nueva feminidad: las mujeres arregladas para ellas mismas y para el trabajo/ocio. Son las herederas de la beldad de las Ateneas, de las Afroditas griegas; de las Dianas, de las Venus romanas. Barbies como diosas modernas estilizadas, asexuadas, enzapatilladas; sin las pasiones que atravesaban a las del mundo antiguo.
A su manera, Barbie también interviene en el destino de las humanas, porque esta ánfora, esparcida en todo el mundo, nos instala en una nueva feminidad encantada, que claro que no existe, pero la superficialidad que porta, el mundo rosa, los brillos, las sonrisas eternas, nos sirve para imaginar vivir sin el susto de ser sólo vacas.
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Lourdes Consuelo Pacheco Ladrón de Guevara es Investigadora de la UAN, investigadora emérita del SNI.