Por José Luis Naranjo*
“Pídala a su voceador”, decían los comerciales en radio y televisión de la mayoría de revistas y periódicos de la época. ¿Voceador? Pregunté. “Sí, voceador, –dijo mi papá– como los que venden el periódico.” Ahí entendí que se referían a los niños que pasaban entonando el nombre acancionado del diario de la pequeña ciudad en la que viví mi niñez. Y es que ahí, había dos formas de despertar: Con la campana del camión de la basura que religiosamente pasaba a las seis de la mañana, cada mañana. Camión que había que corretear para alcanzarlo y regresar triunfante con tu bote vacío. Eso de meter la basura en bolsas plásticas aún no estaba del todo en tendencia. La segunda forma de despertar era con los voceadores: pequeños de mi edad, siempre hombres, que a todo pulmón se desgañitaban exclamando: “¡El Eco de Nayarit! ¡El Eco!” Y los escuchabas como cuando escuchas el sonido de una sirena. Primero, allá a lo lejos, poco a poco acercándose hasta que retumbaba en la puerta de tu casa y preguntaba: “¿Oiga, compra El Eco?” Tras la negativa, seguía su camino para llevar las pocas hojas que contenía el informativo, mientras el grito se iba perdiendo otra vez en la lejanía. Pocas veces compraron El Eco en mi casa. Justo enfrente vivía mi tía y Alejandro, mi tío. Su esposo lo compraba todos los días. Así, el periódico de mi ciudad cumplía una vez leído por su comprador primario, su función social de convivencia y su destino de ser compartido una y otra vez a lo largo del día. “¡Jando! –le decía– que dice mi papá que si tienes El Eco.” Y así, al cambiar de dueño, una vez más las noticias ya leídas, cobraban vigencia de nuevo, se convertían otra vez en una sorpresa para el nuevo lector. Así convivió el periódico de las poquitas páginas en la pequeña ciudad de mi niñez, al lado de la revista Proceso de mi papá, del Kalimán de mis primos, del Vanidades que Petra, la costurera, le prestaba a mi mamá, en donde leí un montón de novelas de Corin Tellado, y ahí, junto a todos ellos, mi Karmatrón y los Transformables, que semana a semana, sin faltar una sola, compré en el puesto de revistas de la plaza, durante muchos muchos años.
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*Conductor de radio y televisión.