En un momento de lucidez cuando era niño, recuerdo analizar con un contemporáneo los juguetes que teníamos en la mano. Una caja llena de automóviles de juguetes hotwheels y un puñado de muñecos de acción Max Steel con sus villanos incluidos, eran parte de nuestra colección. Sin embargo, en este análisis empírico surgió un momento que me quedó grabado para siempre, sentíamos cierto grado de envidia por la muñeca que tenía y podía ser todo.
Barbie nació en los años 50, como un sueño de Ruth Handler por darle a su hija Bárbara la oportunidad de jugar con una muñeca que no fuera de papel. A esta visión se sumó el científico y constructor de misiles, Jack Ryan, quien cambió el oscuro mundo bélico por un futuro rosa de la mano de Mattel.
El producto cuyo origen es una imitación de una muñeca alemana, que a su vez se basaba en una tira cómica sobre una prostituta que enamoraba a los germanos de la posguerra, tuvo gran resistencia en sus inicios. Los directivos de Mattel, empresa fundada por la propia Handler y su esposo, no miraban con buenos ojos que a las menores llegara una muñeca con gran estilización femenina y sobre todo senos muy marcados, esto en un momento en que las armas de juguete eran su producto estrella.
No obstante, un estudio de mercado fue clave para que esta muñeca por fin llenará las jugueterías estadounidenses: una menor que lucía poco femenina, había admirado la manera de vestir de la muñeca. Definiendo así la esencia de Barbie como un producto para moldear la feminidad de las mujeres de aquella época, en la cual conseguir un esposo era el principal objetivo de las jóvenes norteamericanas.
Así inició Barbie, con sus primeros empleos ligados totalmente a la cultural laboral que en la mitad del siglo XX imperaba en el país vecino. La muñeca se convirtió en modelo, cantante, asistente de moda, enfermera y con el tiempo logró ser astronauta. Sin embargo su labor era complemento del muñeco Ken, que fue creado a partir de las cartas de cientos de niñas que urgían a Mattel que Barbie tuviera un novio.
Y es que la rubia de plástico no buscaba cambiar el mundo, sólo quería mostrarlo como era en realidad, o esa fue la filosofía que Ruth Handler impuso a su creación, que a lo largo de los años sufrió transformación físicas y de moda, adaptándose a los estándares occidentales que imperaron con las décadas. Pronto la muñeca dejó de ser un simple molde para la feminidad estadounidense y se convirtió en el reflejo de vida de la niñez del mundo.
“Barbie lo es todo”, ha sido una declaración total de la película que hoy volvió al llevar a nuestras bocas y oídos la marca insignia de Mattel. Una característica de omnipotencia que a través de su outfit y la imaginación llevaron a la joven estadounidense de raíces alemanas a laborar en más de 200 profesiones, por lo que vivir en una mansión y gozar de varios vehículos de lujo eran algo de esperarse.
De ahí radicaba la envidia de nuestra niñez. La muñeca consentida tenía el gran hogar, tenía pareja, amigas, mascotas y todo aquello a lo que han aspirado nuestras generaciones por años. Leyendo la serie de Mundo Barbie en Meridiano de Nayarit encontré un común denominador en que muchas de las mujeres más destacadas y exitosas de Nayarit hablaban sobre cómo se visualizaban o proyectaban su futuro en la muñeca.
Mientras tanto, en la otra cara de la moneda, se convencía a una generación de ser hombres de acción, dispuestos a tomar las armas, conducir a máxima velocidad y agarrarse a golpes a la menor provocación con quien consideraban sus enemigos.
Afortunadamente, aún tengo presente el sonido del gis en el asfalto, que creaba una ciudad imaginaria, con casas de piedra, que contrastaban por mucho el mundo rosa de Barbie, pero que para nosotros en ese momento se convertía en un universo paralelo dónde decidimos que los hombres de acción también merecían un descanso, convivir con su familia, tener un perro o manejar a su trabajo.
Recuerdo que no era mi forma favorita de jugar, pero lo hacía por convivir con amigos, de quienes hoy entiendo su entusiasmo por sacar a los hombres de acción de la lucha. Ellos más que jugar, querían imaginarse en una vida diferente.
EN DEFINITIVO… Nunca había dimensionado la importancia de un juguete en nuestro desarrollo personal, sobre todo en contextos menos privilegiados. Hoy el regreso triunfal de Barbie y la transformación de su mensaje en los últimos años, nos permite reflexionar al respecto y es de agradecer. Creo que otras reflexiones corresponderán a las millones de mujeres que algún momento soñaron con “ser lo que quieran ser”.