Por Heriberto Murrieta
Se secó el tintero de Botero. Como muchos intelectuales, poetas, pintores, actores, escultores, músicos, cantantes, políticos, ensayistas, periodistas, cineastas y escritores, el fallecido Fernando Botero fue un gran aficionado a los toros.
Pintó obesos matadores y adiposos corceles en la serie “La Corrida” de los años ochenta. Con su redonda obra figurativa, el colombiano más universal alcanzó una dimensión extraordinaria. Estaba grueso.
“El verdadero artista necesita una forma de expresión diferente, y en cierta forma su importancia está relacionada directamente con su inconformidad y su rebeldía”. Son palabras del original artista sudamericano, que se interesó en la tauromaquia gracias a su tío Joaquín, gran aficionado.
A los 14 años empezó a pintar acuarelas y posteriormente, la escuela muralística mexicana ejerció su primera influencia sobre el pintor de Medellín.
Una de sus creaciones más hermosas es Patio de Caballos, óleo de 1988. Los detalles plasmados por Botero proyectan un conocimiento amplio del entorno taurino: un monosabio arregla el freno de un caballo, al tiempo en que el mozo de estoques cierra el fundón de las espadas y los picadores mueven a sus cabalgaduras momentos antes del desfile multicolor de las cuadrillas.
Dominador de la técnica del óleo, grafito, acuarela, carboncillo y pluma, Botero fue un artista singularísimo.
El salero de la bailaora, el torero envuelto en el capote de paseo y la disposición para ir al toro del picador, voluptuosos todos, forman parte de una serie en la que el círculo está cerrado, desde la suerte hasta la muerte.
En mi libro Cien Jueves Taurinos publiqué una fotografía en la que se observa al diestro mexicano Miguel Espinosa “Armillita” brindándole una faena en la plaza Santa María de Bogotá, ante un entradón tumultuoso.
También en el deporte del futbol se interesó. Dibujó acciones de partidos en 2002 y trabó amistad con Radamel Falcao, uno de los más importantes goleadores colombianos de los últimos tiempos.
Se reunieron en 2016. Botero le regaló una obra, pequeña y felina. “El Tigre” no ocultaba su admiración por el artista al que, por cierto, le disgustaba que sus personajes fueran calificados como “gordos”. “Expreso el volumen, no la gordura”, afirmaba categóricamente el creador de la voluptuosidad, que murió ayer viernes a los 91 años de edad.