El miedo es un inquilino perpetuo en nuestra existencia, acompañándonos desde que cobramos conciencia. Nos acecha tanto en lo desconocido como en lo llano. La literatura ha proporcionado de vida a monstruos que aún perturban nuestras almas, pero ¿qué sucede cuando el monstruo es real y mora en nuestro propio hogar?
En Nayarit, la violencia intrafamiliar es una herida abierta y purulenta, un monstruo implacable que devora sin piedad, sin distinguir género ni edad, arraigándose profundamente en la frágil trama social.
He abordado en numerosas ocasiones los informes mensuales de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana (SSPC) y los informes semanales de la Secretaría de Salud. Estos documentos deberían estremecernos hasta la médula y urgirnos a tomar medidas de manera inmediata. No obstante, lamentablemente, los números continúan en constante aumento, mientras que la acción efectiva sigue siendo esquiva.
El problema es colosal, 28.04 llamadas de auxilio cada día, un grito desesperado por liberarse de este infierno implacable. De agosto a septiembre, la cifra aumentó a un aterrador 12.29 por ciento. Esto no es ficción, ni fantasía; es un hecho documentado en el Boletín de Incidencia Delictiva y en las llamadas al 911 de la SSPC.
Y si estas cifras no provocan una respuesta emocional, la Secretaría de Salud nos muestra que las hospitalizaciones a causa de la violencia familiar siguen en aumento en el estado. Hoy, superan en un 46.71 por ciento a las cifras registradas en la pandemia, en 2021, durante la semana 43, misma que en el boletín más reciente. En cierto sentido, el confinamiento pudo justificar estos actos viles, pero en lugar de disminuir, al terminar el encierro, pareciera que se busca superar las cifras anteriores.
Durante la semana 43 de 2022, hubo un aumento del 15.8 por ciento en comparación con el año anterior, y este año, el incremento alcanza el 26.5 por ciento. De 598 hospitalizaciones en 2022, hemos llegado a 757 en 2023, lo que equivale a más de 2.5 personas hospitalizadas diariamente.
Más allá de las cifras, estos números representan historias humanas destrozadas, familias avasalladas y comunidades fracturadas. ¿Qué hace falta para impulsar una respuesta efectiva, muertes acaso?
Como sociedad, debemos abordar este problema desde múltiples perspectivas, no limitándonos a la seguridad. Esto no es simplemente una necesidad; es una obligación moral y ética que debemos abrazar. Sólo a través de la concientización, la educación y el apoyo a las víctimas podremos aspirar a un futuro donde la seguridad y la armonía prevalezcan en nuestros hogares. La hora de actuar es ahora; el tejido social de Nayarit pende de un hilo.