Por Ernesto Acero C.
El liderazgo político del doctor Miguel Ángel Navarro Quintero es incuestionable. Su formación es consecuencia de un amplio trabajo realizado a lo largo de su vida. Es ejemplo de convicciones, de praxis social. La etapa de trabajo político más intenso lo desarrolló en las últimas tres décadas. En 2024 se derivarán lecturas asociadas con el proceso comicial concurrente.
Por otra parte, es verdad que López Obrador ya entregó el bastón de mando del movimiento transformador a Claudia Sheinbaum. Esa entrega primero ha sido formal; el liderazgo real lo reafirma Sheinbaum. Sin duda, arribará a 2024 con sólida jefatura política. El liderazgo que construye Sheinbaum podría ser más avasallador que el del mismo López Obrador, lo que parecería imposible.
Hasta ahora, todo va bien en favor de un proyecto transformador en curso. Hay liderazgo. Ese liderazgo ya perfila el relevo en el plano nacional. En el plano local se advierten las coordenadas de la consolidación.
El proceso en el plano local, cuenta con el liderazgo de Navarro Quintero que, lejos de entrar en fase de relevo, entrará a una fase de consolidación definitiva. Ese liderazgo es consistente y contundente. El ejemplo que aquí se menciona, el del doctor Navarro, tiene por objeto ilustrar una de las vías para acceder a la esfera pública. La ruta seguida por Navarro no es la del recomendado, ni es producto publicitario, sino la del que accede a cargos públicos por formación política.
La anterior digresión se requiere para contextualizar los dos procesos electorales que ahora se realizan de manera concurrente, el federal y el local. El próximo siete de enero de 2024, inicia el proceso electoral local. El federal ya dio inicio. La jornada electoral, en ambos casos, se registrará de manera concurrente el domingo 2 de junio de 2024.
El próximo año, los nayaritas asistirán a las urnas para elegir Presidente de la República, Senadores de Mayoría Relativa y otro de Primera Minoría (el cuarto Senador se obsequia a las siglas en franca vulneración del Pacto Federal). El elector también tendrá en sus manos una boleta para elegir diputado local, fórmula de Presidente Municipal y Síndico y otra para votar para elegir regidor. El elector tendrá seis boletas para marcar en ellas su decisión.
Los partidos, por su parte, podrán registrar candidatos a cada uno de esos cargos. Los “partidos” nacionales deberán registrar candidatos a cada uno de esos cargos. Los “partidos” locales postularán candidatos solamente para los cargos en juego en la elección local ordinaria.
Los candidatos independientes en todos los casos, también podrán compartir si logran reunir todos los requisitos que les demanda la ley. Muy difícilmente podrán competir y más complicado será que logren ganar algunos cargos. Las reglas en el plano de las candidaturas independientes, son nugatorias del derecho político electoral del ciudadano.
En el contexto descrito, se empieza a observar localmente el despliegue de inversiones para obtener candidaturas que eventualmente se conviertan en ejercicio de cargos de elección popular.
En la escena local hay de todo. Otra vez, de la nada aparecen aspirantes a cualquier cargo de elección popular. En casos especiales, se observan trayectorias políticas de sólida base social e ideológica. Unos le apuestan a hundir a los sufragantes en publicidad de toda laya. Otros, apuestan a convencer a los electores con razones, con propuestas.
La fuerza que lleva la mayor ventaja de las preferencias electorales, en el ámbito local, según algunos sondeos, es la que encabeza Morena, que lleva como aliados al Partido del Trabajo y al Partido Verde. En segundo lugar, se encuentra una formación en la que actúa el Partido Acción Nacional, el Revolucionario Institucional e, ¡increíble, pero cierto!, el de la Revolución Democrática. La otra fuerza que parece consolidada en el tercer lugar, muy cercana de la segunda, es un partido por sí solo, el Movimiento Ciudadano (MC).
Lo que está en juego en las elecciones de 2024, ni más ni menos, es la continuidad de un proyecto de transformación. Por el contrario, la amenaza la constituye el retorno del feudalismo constitucional, el retorno del conservadurismo.
No se trata entonces de una elección como cualquier otra antes de esta. Se trata de une elección en la que está en juego el proceso transformador que liderea Andrés Manuel López Obrador y la consolidación en el plano local, del gobierno transformador de Navarro Quintero.
Ambos liderazgos, el de López Obrador y el de Navarro Quintero, son claros y contundentes. Desde la perspectiva de sus adversarios, ellos serán el blanco de los ataques de los candidatos opositores y de las siglas que los postulen.
De lo anterior deriva en buena parte, la importancia de los perfiles de candidaturas que procese Morena y aliados. Las previsiones nos muestran un escenario futuro donde Morena gana con cualquier candidato, hasta sin campaña. La mejor campaña de Morena es el trabajo realizado por López Obrador en la Presidencia de México y los resultados ofrecidos por la administración que preside Navarro Quintero.
No obstante, el proyecto transformador que encabezan López Obrador y Navarro Quintero, en el plano federal y local respectivamente, requiere resultados electorales excepcionales. Morena y aliados van por la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, pues ahí reside la posibilidad de dar un golpe al timón a la historia del país y por consecuencia, de nuestra entidad federativa.
Hasta ahora, todo va bien con el liderazgo de López Obrador y de Navarro Quintero. Ahora bien, para asegurar los perfiles idóneos, se requiere consultar al pueblo, no a los bolsillos ni a las camarillas alejadas del pueblo.
La presencia popular de la “marca Morena” asegura resultados a favor de esa alineación. No obstante, eso no basta para lograr los altos propósitos de transformación como lo es la reforma al Poder Judicial. Para construir el “segundo piso de la transformación” es necesario que los candidatos para 2024, cumplan con dos requisitos:
Primero: que sumen plus de votos a los que pueden obtenerse con las meras siglas de Morena.
Segundo: que aseguren firmeza de convicciones, para evitar fugas como pasó con Lilly Téllez.
El proceso de transformación va en serio con López Obrador. Merece el respaldo popular que solamente se puede ganar con firmeza de convicciones. Lo que está en juego en 2024 es el futuro, el del bienestar para todos. Las alianzas serán clave en la construcción del segundo piso de la transformación: así se construirá la mayoría calificada. Lograr el objetivo requiere liderazgo y altas calificaciones en materia de formación política. Va bien ese proceso.