Por Ernesto Acero C.

Estamos prácticamente montados en procesos electorales concurrentes, el local que inicia en enero de 2024 y el federal, ya en curso. Procede aportar, entonces, elementos para impulsar el voto libre y razonado. Es conveniente rescatar las cavilaciones de nuestros pensadores y uno de ellos, es don José Vasconcelos.

Un acercamiento a la vida del Vasconcelos de carne y hueso, ese que transitara de las palabras y las más profundas reflexiones, a los hechos, es posible lograrlo con la lectura de las denominadas Cartas políticas. Sartori, hundiendo el cuchillo de su dicacidad, alude a esa parte pecaminosa de las élites, a las que denomina como asnocracia. Muchos años antes, ya desesperado, José Vasconcelos explica y contextualiza la amargura en la que es señalado, pero ello no es óbice para que mantenga su sentido del humor y hasta un cierto realismo kafkiano. Procede en este tiempo, recordar algunos de sus razonamientos.

19 de julio de 1937. “Cómo ahora por fin logré vender el terreno, no estoy muy apurado de fondos, me siento capitalista y no tengo mucha prisa de hacer el libro de Historia, que es un asunto mercenario, pues no es mi vocación escribir sobre patología social”.

16 de diciembre de 1934. “El ser presidente de un país que los ha tenido tan inmundos, no es ningún honor; en cambio, mi libro hará más bien que todas las presidencias que hemos padecido, porque quita una venda y señala un rumbo”.

15 de agosto de 1933. “Un pueblo con buena y verídica literatura necesariamente es un pueblo libre y honesto. El rufián no resiste a la letra escrita”.

2 de septiembre de 1933. “Yo estoy harto y asqueado de nuestros cien años de historia vil, pero a fin de no perder el derecho de señalar esa vileza, sigo y seguiré dispuesto a reanudar la pelea en el instante en que se coloque la lucha en los términos que corresponden después de tanto hablar. Pues llega un momento en que la misma palabra se envilece si no se acompaña de acción”.

5 de diciembre de 1935. “…ante un fracaso como el nuestro actual, lo único decente es el silencio. Si no podemos levantar ejércitos, por lo menos no levantemos risas”.

28 de agosto de 1935. “Quiero que se sepa que entre Cedillo y Cárdenas prefiero a Cárdenas. Pero esto no quiere decir que piense yo hacerme cardenista”.

29 de diciembre de 1935. “Es evidente que entre Calles y Cárdenas, se tiene que optar por Cárdenas, aunque de esas opciones proceda toda la porquería nacional… pero no merece nada una oposición que abandera Calles, el verdugo de ayer”.

De 1959. “En un almuerzo que (Alvaro Obregón) le ofrece al novelista español Vicente Blasco Ibáñez, el 12 de abril de 1920, se queja con el entonces famoso valenciano: «En Sonora fui comerciante en garbanzo y hubiera llegado a millonario pero la revolución me perjudicó, pues me dediqué a militar y solo he llegado a general». Después le desliza satisfecho la agudeza que murmuraban sus enemigos: «A usted le habrán dicho que soy algo ladrón. Sí, se lo habrán dicho indudablemente. Aquí todos somos un poco ladrones. Pero yo no tengo más que una mano, mientras mis adversarios tienen dos».

Idem. Para controlar caciques, caudillos menores, políticos desplazados y organizaciones controladas por el gobierno, Calles propone en 1928 la formación de un partido único, que se constituirá con el nombre de Partido Nacional Revolucionario el 4 de marzo de 1929. El partido permite, de entonces a ahora, que una misma familia que defiende en un sentido amplio los mismos intereses transmita el poder entre los suyos, de un período a otro, en forma más o menos pacífica”.

––«A raíz de un té que le ofreció en el Hotel Ritz un grupo de personas de distintos matices políticos, los periódicos le pidieron entrevistas. En una de ellas dijo, entre otras cosas, éstas palabras: “El día que los pueblos hispánicos gasten más en maestros y menos en soldados, comenzaremos a salir de nuestra decadencia… Acabo de ver una placa que recuerda el lugar en que estuvo preso Cervantes; tal es el ritmo de nuestra historia: en la cárcel el genio, y en el poder, los imbéciles».

La decepción engendrada como consecuencia de su activismo político es compartida con otros grandes pensadores. Si lo vemos, podemos encontrar señales de ello en Brecht o en el mismo Marx (de ahí su “Dixi et salvasi animan meam”, en su «Crítica al Programa de Gotha»), pero de manera destacada han elaborado todo un sistema de pensamiento (si el caos puede ser considerado de esa manera) tanto nihilistas en la Rusia de los zares como en el nadaísmo sudamericano, o en el ultranihilismo de los unamitas en México recientemente.

En momentos, una breve revisión de la vida de Vasconcelos nos recuerda el personaje de James Dean en “Al este del Edén”. Su vida contradictoria no nos habla de un rebelde sin causa (aunque en ocasiones, sí, rebelde sin casa), sino con causas continuamente cambiantes.

El Vasconcelos de carne y hueso, sin duda vivió tiempos interesantes. Como él mismo lo confiesa, traicionó su vocación célibe, pero como los goliardos, no por decisión personal, sino, hasta cierto grado, “como una molesta y terca realidad” (cruel expresión de Carlos Montemayor). Molesta y terca realidad que también se atravesó en el camino de Antonieta Rivas Mercado, cuya corta travesía por la vida estuvo marcada por acontecimientos verdaderamente terribles.

Sin duda, Vasconcelos nos describe de una forma muy diferente a la de Gonzalo N. Santos, desde la perspectiva de quienes se esforzaron por “civilizar” al país. Sus afanes sin duda merecen ser revisados en la actualidad, sobre todo, ante los compromisos de los gobernantes y las aspiraciones de amplios sectores sociales.

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