Peloteo | Bruno, sin ardides

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Por Heriberto Murrieta

México sigue siendo un inagotable venero de toreros.

La nueva promesa de la baraja nacional responde al nombre de Bruno Aloi. Bisnieto y nieto de ganaderos, sobrino nieto de novillero y escritor, hijo de rejoneador y ganadera, sobrino de criador de reses bravas y hermano de rejoneador, Bruno tuvo una deslumbrante actuación el sábado pasado en el Palacio del Arte de Morelia.

Causó sensación. Cortó las dos orejas en su primer turno y conquistó los máximos trofeos en su segunda comparecencia de la maratónica jornada. Aire fresco, triunfo rotundo, sensación de que estamos frente a la figura del mañana. Resolvió la papeleta con asombrosa claridad de ideas. Provisto de aptitudes y variedad, literalmente arrasó con sus alternantes. El público, no necesariamente conocedor pero sensible en grado sumo, supo aquilatar cada cosa que hizo frente a los novillos de Arroyo Zarco y Torreón de Cañas.

Bruno impacta a través del valor y el toreo bueno. En ningún momento busca la triquiñuela o el aplauso fácil. Repudia el alivio; se pone. Va avanzando sin ardides. No hay en sus movimientos ni la más mínima afectación, enemiga de la naturalidad. A la correcta estructuración de sus faenas habría que añadir la solvencia técnica y una torería elegante y austera. Había que ver sus zapatillas, clavadas en la arena, blanda y movediza, del recinto michoacano.

Los profesionales del toreo estaban anonadados. Intercambiaban vaticinios felices. “Este es el bueno”, decían al salir de la plaza, eufóricos, con la fundada esperanza de que al chamaco del vestido verde manzana le espera un futuro espléndido.

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