Por Ernesto Acerco C.
El respeto es fundamental en la vida de todos. Lo que hacemos o lo que dejamos de hacer, configura ese vasto universo que llamamos sociedad. El respeto debe presidir lo que hacemos o dejamos de hacer, hasta en defensa propia. Así, «respeto», no es un insulso vocablo, no uno más entre los casi 93 mil con que cuenta la lengua española. Quizá sea el concepto que constituye la piedra angular de toda nuestra convivencia. Por eso es relevante qué, en el contexto actual, el Gobernador Miguel Ángel Navarro se ocupe del tema.
Recientemente, el mandatario estatal ha manifestado que “Si no fortalecemos la cultura del respeto, habremos de naufragar más temprano que tarde”. Quien se precie de conocerlo, sabe que el doctor Navarro Quintero es congruente con su forma de pensar, decir y hacer. Quienes lo conocen al menos un poco, saben que siempre ha sido respetuoso, a veces hasta el estoicismo.
Su trayectoria personal fue marcada con el esfuerzo, con el trabajo, con el sacrificio. El doctor Navarro conoce del dolor humano y también de los momentos más luminosos de una vida. Su figura política se forjó en el terrible crisol del esfuerzo, del sacrificio y de la solidaridad. Los momentos estelares de su carrera política fueron construidos desde la oposición. En esa posición, fue objeto de brutales descalificaciones, ataques arteros y víctima de ingratitudes y hasta de traiciones. En lugar de amarguras o resentimientos, el doctor Navarro muestra tolerancia, ánimo incluyente revela templanza y confirma su magnanimidad.
La firmeza en el mando no excluye su enorme capacidad de dialogo y voluntad para construir acuerdos. El doctor Navarro sabe que “Hay terrenos que no hay que disputarse”, sea dicho al modo de Sun Tzu, el autor del “Arte de la guerra”. La fortaleza de sus convicciones, también lo lleva a no ceder ni un milímetro en la defensa del patrimonio de los nayaritas.
La confianza que los nayaritas depositaron en él de manera inédita, es objeto de su respeto y de su veneración. Siempre ha actuado convencido del poder del dialogo. Sabe que una palabra bien puesta, puede ser cimiento para la paz, y sabe que una palabra colocada con maldad, puede desatar una guerra. Respetando la palabra que empeñó con los nayaritas, dialoga y respeta su palabra, respeta la inteligencia de los demás y los intereses legítimos (legítimos, dígase de nuevo), los intereses legítimos de sus interlocutores.
El doctor Navarro no conoce lo que significa la palabra “enemigo”. Sabe lo que significa la tolerancia, el ánimo incluyente, el dialogo y el acuerdo construido con lealtad, sujeto a las reglas de la democracia. La palabra tiene un valor de proporciones inimaginables. Cuando el respeto se convierte en el elemento central de cada palabra que se compromete en el dialogo, se impone la concordia.
El doctor Navarro ahora ejerce la titularidad del Poder Ejecutivo en el estado. Sabe que el cargo dura solamente seis años. Sabe qué por eso, debe hacer todo lo que esté en sus manos para lograr que sus compromisos sean palabras cumplidas. Esa es la razón por la que ha manifestado que tiene prisa. Tiene prisa en el gobierno, en la encomienda que le fue confiada por los nayaritas. El respeto a su palabra dada, lo lleva a los más altos niveles de exigencia.
El respeto no dignifica ningunear a los demás. El respeto significa reconocimiento de los derechos ajenos, de la dignidad de los demás. El respeto es reconocimiento a la inteligencia de otros, incluyendo a todos aquellos que no piensan como nosotros. Respetar la inteligencia exige reconocer que los demás tienen sus razones para actuar, para pensar o para expresarse del modo que lo hacen. Respetar los intereses y aspiraciones de los demás, exige que defendamos los derechos de los demás y que lo hagamos con la mayor fuerza de nuestras convicciones.
Los derechos de cada uno de nosotros, terminan donde inician los derechos de los demás. Esa es la razón y punto de partida del aforismo juarista que propone el respeto al derecho ajeno como punto de partida para la construcción de un clima, de paz, de trabajo, de concordia incluso entre quienes difieran en sus formas de pensar.
La defensa de diversos intereses no excluye el respeto. Por el contrario, los intereses que son legítimos merecen su defensa generalizada.
Ahora, en el país y en Nayarit nos encontramos inmersos en un proceso electoral que se convierte en oportunidad para lanzar estiércol en todas direcciones. Esa oportunidad se aprovecha por quienes carecen de propuestas. Así, la caca se convierte en el principal insumo publicitario, en recurso para llamar la atención. La falta de respeto se convierte en el recurso al que se atienen los que carecen de discurso, de una buena biografía personal y hasta de carisma.
El respeto debe imponerse en atención a los electores. Quien le apueste a enfurecer a la gente para ganar adeptos, grave daño le ocasiona a la incipiente democracia. Los ciudadanos merecen respeto. El respeto es la base para que funcione correctamente la democracia.
¿Se desea un voto razonado? Ese voto razonado solamente debe promover las ideas, el debate, el contraste de los discursos. El dialogo debe partir del respeto mutuo.
Es respeto es la base de la civilidad. La civilidad entendida como urbanidad, como trato respetuoso con quienes coinciden con nosotros lo mismo que con quienes discrepan de nuestra forma de pensar. La defensa de intereses legítimos, de intereses que no atraviesen como lanza el corazón de los intereses comunes, es defendible. Siempre con respeto mutuo.
El Gobernador Miguel Ángel Navarro, alude al «Respeto». Lo hace en un contexto electoral. Su reflexión bien puede ser interpretada como llamado a la civilidad. La competencia es buena, siempre y cuando esta sea razonada. Cuando no hay competencia, lo que se impone es la incompetencia.
Competencia, no incompetencia, es la divisa. Cierto, aunque para que la competencia funcione, el respeto es factor insustituible e insuperable. La democracia no puede funcionar sin respeto. Respeto, primeramente, por la inteligencia.