Por Heriberto Murrieta
Al momento de dejar caer estas teclas, una jueza acaba de suspender nuevamente las corridas de toros en la Plaza México. No se puede negar la irrupción del desánimo.
Se trata de un atropello y una arbitrariedad. La jueza sabía que no podía conceder la suspensión debido a la jurisprudencia obligatoria de la Corte, y aún así la otorgó. En el nuevo amparo mañosamente no se manda llamar a la empresa del coso para defenderse. Esto podría catalogarse como un delito contra la administración de justicia.
Los daños causados por la jueza con base en un evidente error son enormes, debido a las cerca de 35 mil personas que ya habían comprado su boleto para las corridas del próximo domingo y el lunes, en el aniversario número 78 de la Monumental.
Otra vez, los intereses de unos cuantos inconformes afectan a miles de personas que viven de la Fiesta Brava. De nueva cuenta la intolerancia, el vandalismo, la violencia y los insultos.
Enésimo atentado contra la libertad, que afecta a la tauromaquia en particular y a la democracia de México en general. Pende de un hilo el gran acontecimiento del próximo lunes: la despedida de los ruedos mexicanos de Pablo Hermoso de Mendoza, el mejor rejoneador de la historia.
La plaza puede impugnar la suspensión provisional ante un tribunal colegiado, que tendrá 48 horas para resolver. La jueza Sandra de Jesús Zúñiga dictaminará el miércoles de la próxima semana sobre la suspensión definitiva.
Una tremenda batalla jurídica se avecina. La tauromaquia tiene que sobrevivir a este bajonazo.
