Javier Berecochea García
Las campanas se echaron a volar en los templos, los cohetes se elevaron y el retumbar de los platillos marcó el inició de la melodía a ejecutar por la banda municipal colocada frente a la casa de Aguirre. Todo a un tiempo. Era día de fiesta, día de tarde despejada de los que pocas veces nos regala Tepic en septiembre. Ninguna gota empañó el festejo. Las manecillas del reloj de Catedral coincidían en el seis enviando al pasado en su coordinado andar a un miércoles 26 del noveno mes del año seis del siglo XX. La palanca se subió; 70 lámparas de arco y 126 incandescentes como estrellas de primera magnitud iluminaron calles y edificios. ¡La luz eléctrica había llegado! La impresión posesionaba y extraordinario era el alboroto. Los postes como índices señalaban a las alturas el progreso, invadidos todos los sitios de gente, las luces incandescentes para muchos desconocida causaba admiración, júbilo y asombro manifiesto. La banda musical acompañó a la comitiva por el recorrido de las vías alumbradas y por fin se estacionó en el kiosco de la plaza principal regalando una serenata extraordinaria a damas, caballeros, niñas de pulcras trenzas y párvulos de cabello lamido que lucían sus mejores y elegantes trajes. El administrador del emporio Aguirre el cántabro Faustino Somellera Rivas, el exalcalde José María Menchaca Martiarena y el jefe político del Territorio don Mariano Ruiz Montañez chocaron copas. Todo salió a pedir de boca, la prueba realizada un día anterior en la tarde noche sirvió para corregir detalles como los de sustituir unos cuantos focos rebeldes que dejaron de cumplir su deber. Entre los concurrentes al festejo algunos de paso lento y sabiduría a cuestas recordaban lo visto en 1866, cuando se remozó la plaza principal allá en los años del segundo imperio y era alcalde Juan de Sanromán. Al rincón de los recuerdos los vetustos faroles de la plaza principal fueron a parar cediendo su lugar a catorce farolas de mejor gusto y más bella luz animadas por el keroseno, incluyendo en el beneficio a las del atrio de la parroquia y las de la Plazuelas del Cuartel y Los Fresnitos.
Poco a poco el tiempo se encargó de desaparecer los faroles alimentados de oloroso petróleo y los cables conductores de electricidad se posesionaron de las calles. Las cosas no habían sido fáciles en el rubro de la iluminación pública. En la ciudad todavía se recordaba la penumbra vivida del 31 de enero al 20 de marzo de 1886, consecuencia del recorte presupuestal que sufrió el Territorio de Tepic a partir de agosto del año anterior por el decreto de modificación de la ley hacendaria que obligó al cabildo presidido por Nicolás Pérez Gómez a tomar esta y otras medidas drásticas ante la insolvencia de la administración municipal para enfrentar compromisos con trabajadores y proveedores. Así pues, en pleno extraordinario verificado el 30 de enero del año en mención se dispuso suspender todas las escuelas primarias municipales, que eran tres de niñas y tres de varones, el alumbrado público, los veintiún serenos y al comandante de ellos que laboraban en la ciudad, los gaseros, los sueldos de secretarios y comisarios y los gastos de escritorio de los dos juzgados de paz existentes en la capital, al encargado de ramo de estadísticas y al escribiente de la tesorería.
En las dos últimas décadas del siglo XIX los aparatos y farolas del alumbrado de la ciudad utilizaban para su funcionamiento algunos gas, otros petróleo o keroseno, había también a las que les daba vida el aceite de coco o el aguarrás (resina de pino); en caja de la tesorería municipal de Tepic del 1 al 30 de junio de 1888 se reportaba una erogación de $1,205.90 por este concepto dividido así:
-Sueldo al comandante de serenos $50.00 -Sueldo a serenos y gaseros $366.00 -Sueldo al mozo para recoger aparatos 7.50 -Manuel Luna, destilación $25.12
-T. Arana, compostura de faroles $5.62
-Beyer hermanos, compra de manta $1.31
-Compra de 90 arrobas 7 libras de aguarrás $203.14
-Compra de 201 arrobas, 19 libras y media de aceite de coco $518.09
-Renta del depósito de gas y alambique $10.00
-Vicente Castillo aguardiente $12.12
-Eutimio Arreola, compostura de escaleras $7.00
En la municipalidad tepiqueña, a finales del siglo XIX las haciendas textil de Bellavista y del ingenio azucarero y de producción de aguardiente de La Escondida generaban energía eléctrica para su consumo contando en ellas con iluminación de este tipo. Con respecto a la fábrica de Jauja el semanario El Tepiqueño del 1 de junio de 1895 publicaba: “Sabemos que quedó instalado en la fábrica de hilados de Jauja, el dinamo de la luz eléctrica y que una de esas noches empezará a funcionar. El hábil maquinista señor Federico Parkinson merece nuestros plácemes. Agarrémonos a esta tablita de esperanza. Ya tenemos luz eléctrica en casa del vecino.” El día 10 se hicieron las primeras pruebas que fue un gusto ver iluminado en toda su magnificencia la impresionante edificación. Hacia 1900 el 44 por ciento de la capacidad eléctrica instalada en el país se generaba y destinaba a la producción de telas.
En septiembre 29 de 1898, por acuerdo del H. Ayuntamiento se convocó a las compañías o contratistas que pudieran hacer por su cuenta la instalación del alumbrado eléctrico para el servicio público de la ciudad a través de F. S. Ibarra, presidente municipal, y el secretario Roberto Valadez. La respuesta no llegaba, esta convocatoria se volvió a publicar a partir de marzo 10 de 1899 bajo la presidencia de José María Menchaca y el continuado del secretariado de Roberto Valadez, sin éxito alguno.
La ilusión de los tepiqueños despertó al recibir la buena nueva de que el día 19 de noviembre de 1902 se había celebrado contrato en la Ciudad de México entre Leandro Fernández, secretario de Estado y del despacho de Fomento, en representación del Ejecutivo de la Unión, y el señor ingeniero Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta, en representación del señor Domingo G. Aguirre, para el aprovechamiento como fuerza motriz de las aguas del río de Tepic hasta la cantidad de 5,000 litros por segundo en el trayecto comprendido entre la toma del puente de El Punto y la de Concunarias, propiedad del mismo Aguirre, comprometiéndose a transformarla en energía eléctrica y transmitirla a donde le conviniese estableciendo vías aéreas por medio de postes de siete metros de altura, obligándose a dar principio en un plazo de 24 meses la construcción de las obras. En el mismo se señalaba el beneficio de poder importar libres de derechos arancelarios, por una sola vez todas las máquinas, instrumentos científicos y aparatos necesarios para el trazo, construcción y explotación de las mismas, además se establecía contar con cinco años a partir de la fecha del contrato para que los capitales invertidos en el trazo, construcción y reparación del complejo gozaran de excepción de todo impuesto federal, y el tener la libertad de celebrar con particulares y corporaciones públicas y privadas contratos y convenios para el aprovechamiento de la energía hidráulica o eléctrica. El objetivo primordial era instalar una turbina para generar electricidad mediante la fuerza motriz del agua y conducirla a todas sus haciendas, pero conociendo a Domingo Aguirre los de Tepic sabían que su visión iba más allá de esto. A finales de 1902 en disfrute de su retiro bilbaíno el vasco se vio en la necesidad de viajar a México para decidir la maquinaria a adquirir en la nueva aventura empresarial y estar al tanto de las negociaciones con el gobierno de la República realizadas por el ingeniero Miguel Angel de Quevedo y Zubieta, su representante, quien con posterioridad teniendo como auxiliar al ingeniero Ponciano Aguilar sería el encargado de establecer la planta hidroeléctrica. Por desgracia el inquieto Aguirre no pudo viajar a Tepic, y sólo permaneció en la Ciudad de México. Su salud no era óptima y la región corría el riesgo de ser infestada a través del puerto mazatleco, víctima en esos días de los estragos causados por la peste bubónica. El territorio estaba en pánico, garrotes faltaban para acabar con los roedores en las poblaciones, así lo da a entender el Periódico Oficial en enero de 1903: “Al público. Por disposición del C. Jefe Político, desde el día 1o. de febrero próximo, para facilitar la operación de entrega de ratas y ratones, estos roedores serán presentados en la Tesorería Municipal, que es un punto más céntrico, pagándose cinco centavos por cada uno de dichos animales”. En septiembre del siguiente año el mercado ratonil fue afectado por una devaluación, ya sólo ofrecían tres centavos por rata y un centavo por ratón.
Cumplido el cometido, a sus 62 años encima y más de cuatro décadas por estas tierras, don Domingo Aguirre, junto con su primo Antonio Basagoiti, llegó a la estación Buenavista la mañana del jueves 16 de abril de 1903. Los andenes lucieron abarrotados para despedir a los empresarios. El ferrocarril los llevaría hasta Veracruz, en el puerto ese mismo día partieron a las 3 de la tarde a bordo del vapor-correo Alfonso XII rumbo a Bilbao, con escalas en La Habana, La Coruña y Santander. Se fue para nunca volver.
No obstante a los avances y la autorización para la construcción del complejo hidroeléctrico a la empresa de Aguirre, el viernes 6 de febrero de 1903, el Sr. J. Barrueta presenta a la corporación municipal la propuesta para instalar una planta de luz eléctrica no especificando de qué tipo, ofreciendo alumbrar la ciudad con 400 focos de luz incandescente por 20 años a un precio mensual de $800.00. Se turnó al síndico para su dictamen en unión de la comisiones de Hacienda y de Alumbrado, quienes no sólo no aprobaron sino que el mismo alcalde José María Menchaca en la sesión ordinaria de marzo 27 del referido año solicitó se iniciaran pláticas con la administración Casa de Aguirre expresándolo de la siguiente manera: “Teniendo conocimiento de que el señor Don Domingo G. Aguirre se ocupa ya de hacer las instalaciones necesarias para aprovechar como fuerza motriz la caída de las aguas del río de Tepic en El Salto con objeto, entre otros de producir energía eléctrica, fórmese un proyecto oyéndose los pareceres de todos los Regidores y del Síndico para contratar con el nominado señor Aguirre, quien está dispuesto a entrar en los arreglos correspondientes, el servicio eléctrico para el alumbrado público de la ciudad incluso el de los edificios dependientes del Ayuntamiento…”Fue así como el 8 de abril de 1903 se inician las gestiones para el contrato del servicio eléctrico donde se estipula que el Ayuntamiento pagará $15.00 mensuales por cada luz de arco de intensidad de 1,200 bujías y de $1.50 mensuales por cada luz incandescente pagaderos por mensualidades vencidas durante veinte años. Continuadas las gestiones y previa aprobación de la Jefatura Política del Territorio, que a la vez la obtuvo de la secretaría de Estado y del despacho de Gobernación, quedó ultimado el contrato por escritura número 314 de fecha siete de octubre de 1904.
Los trabajos del complejo hidráulico recibieron banderazo en mayo de 1903, río arriba de la cascada de El Salto se inició con la construcción de una presa de mampostería encargada del derivo de aguas del trayecto natural para enseguida unirla a un canal conductor cementado de longitud aproximada a los 1,500 metros, el cual conectaba a una tubo de presión de 131 metros y un metro de diámetro que al final contaría con tres derivaciones de setenta y tres centímetros que serían recibidos por igual cantidad de turbinas. La nave para el establecimiento de la planta hidroeléctrica a inicios de 1905 presentaba un gran avance destacando la actividad, magnitud, solidez y buen gusto característico de los proyectos del empresario Aguirre. En agosto de 1906 la maquinaria adquirida a la General Electric Company con valor de 75 mil pesos ya estaba instalada. El plazo estipulado para el término de la obra expiraba el 30 de junio de 1907, pero la
sorprendente eficacia en la conducción de los trabajos permitió a Tepic contar con iluminación eléctrica a partir del día 26 del mes patrio de 1906, invirtiendo la Compañía Eléctrica de Tepic un total de 300 mil pesos.
Santiago Ixcuintla y Ahuacatlán se habían adelantado a Tepic. El Ayuntamiento del primero a principios de agosto de 1903 adquirió un solar al señor don Jorge Whener apropiado para construir el edificio destinado a la instalación de la planta de luz eléctrica, signando contrato con la Casa Fogarty y Dickinson de la capital de la República, iniciando los trabajos correspondientes de albañilería, preparación previa requerida a la llegada del mecánico electricista que habría de encargarse de ejecutar la instalación. En septiembre inició la construcción del salón destinado a colocar el motor y dinamo respectivo. El costo presupuestado fue de $20,000.00
En los primeros de mayo de 1904 toda la maquinaria estaba instalada, y puesta en servicio una noria que se encargaría de surtir agua a la caldera, en la villa la colocación de postes y alambres formando circuitos estaban concluidos e instaladas todas las lámparas de luz de arco, quedando pendientes de colgar las incandescentes por falta de material. Con motivo de fecha cívica y dar mayor lucimiento a la festividad, el 5 de mayo la plaza Hidalgo y sus alrededores gozaron de la modernidad de la iluminación eléctrica, acompañado el lucimiento con el debut de la banda juvenil municipal bajo la dirección del profesor Ignacio Ibarra.
El presupuesto de alumbrado público para la villa en 1909 fue el siguiente: Un mecánico $5.00 diarios, un fogonero $1.50 diarios, un engrasador $1.50 diarios, Un mozo ayudante $0.75 diarios, compra de leña $10.00 diarios, para compra de refacciones, aceite y gastos extraordinarios $2,500.00. Total anual $9,800.00
La elegante Ahuacatlán recibió la modernidad luminosa el 5 de junio de 1904 con una inauguración solemne, producto de ejemplares ciudadanos de la villa quienes conjuntaron esfuerzos para crear la pequeña empresa denominada Compañía Industrial y de Luz Eléctrica de Ahuacatlán, protocolizando el día 21 de octubre de 1903 su intención ante el licenciado Ignacio Martínez Ochoa con un capital social de $3,000.00 dividido en treinta acciones de cien pesos de la siguiente forma:
Don Loreto M. Vallejo, agricultor, diez acciones; Francisco M. Guerrero, comerciante, tres acciones; don José María Gutiérrez, empleado, dos acciones; Hilario Navarro, presbítero, una acción; Flavio Partida, comerciante, cuatro acciones; Emigdio M. Ulloa, comerciante, dos acciones; don Tomás Parra, agricultor, una acción; Don Jesús Godínez, empleado, una acción; don Asunción Cortés, propietario, una acción; don Felipe Oropeza, militar, una acción; Felipe Aranda, herrero, una acción; Saturnino B. Aranda, empleado, una acción; Felipe D. Aranda, comerciante, una acción, y Prisciliano Pérez, comerciante, una acción.
La planta hidroeléctrica de fuerza y luz de Tepic-El Salto se encargó de abastecer la energía de la capital y …


Imágenes:
Tepic 1888, Esq. México y Lerdo farola de kerosene.
-Plaza de Armas de Tepic 1913. Alumbrado eléctrico y Banda Municipal en el kiosco. -Planta hidroeléctrica de El Salto, 1908. (Izq. Bernardino Hormachea Aguirre y Arthur Greenhalgh. Der.)