En el transcurso de mi trayectoria profesional, me he enfrentado a diversos obstáculos personales que por suerte (con esfuerzo constante) he logrado superar. Sin embargo, dentro del ámbito periodístico, mi profesión, persisten numerosos desafíos, y uno de los más prominentes y preocupantes es el avance imparable de las inteligencias artificiales (IA).
La incertidumbre sobre el eventual reemplazo por parte de estas tecnologías pasó de ser un temor latente a convertirse en uno palpable entre los profesionales del periodismo. Sin embargo, es importante entender que las IA no son entidades destinadas a usurpar nuestro rol como narradores de la verdad, sino más bien herramientas diseñadas para complementar y enriquecer nuestra labor diaria.
En mis escritos, he dejado en claro que estas nuevas tecnologías son simplemente eso: herramientas que amplían nuestras capacidades. Estas no pueden replicar por completo la creatividad, la sensibilidad humana y el juicio ético que caracterizan al periodismo auténtico, por ahora.
Es cierto que las inteligencias artificiales han revolucionado la forma en que recopilamos, procesamos y presentamos la información. Su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos y extraer patrones significativos puede resultar invaluable y abrumador a la vez para nuestra profesión. Sin embargo, es esencial recordar que detrás de cada historia hay emociones, experiencias, contextos y perspectivas humanas que ninguna IA puede captar completamente.
Durante mi participación en el Jalisco Talent Land, tuve la oportunidad de presenciar de primera mano cómo diversos profesionales utilizan la IA en sus respectivos campos y todos coincidimos en lo mismo: no seremos reemplazados, no por las IA. Fue revelador ver cómo buscan aprovechar al máximo estas herramientas para potenciar su trabajo.
Esto me lleva a reflexionar sobre el papel del periodismo en esta era digital. En lugar de temer a esta revolución tecnológica, debemos abrazarla y adaptarnos a ella de manera inteligente. Las IA no deben ser vistas como competidores, sino como aliadas en nuestra búsqueda constante de la verdad y la objetividad, además, nos dan la oportunidad de desafanarnos de tareas rutinarias que nos quitan tiempo para generar contenidos de calidad en estos tiempos de verdades a medias.
Dicha reflexión me trajo de vuelta el recuerdo del propósito detrás de mi columna “Mejor que el Silencio“. La cual nació con el objetivo de abordar problemáticas que a menudo son ignoradas por la sociedad y los medios, que, muchas veces se enfocan en temas que generen ingresos y no conocimiento.
Hoy, más que nunca, tenemos la oportunidad de volver a las historias más humanas, de dar voz a aquellos que no la tienen. La llegada de las inteligencias artificiales nos ofrece la oportunidad de redefinir nuestro papel como periodistas y de centrarnos en lo que realmente importa: contar las historias que necesitan ser contadas.
Es imperativo tener en cuenta algo crucial con la llegada de esta nueva tecnología que está tocando a nuestra puerta: si en algún momento esta tecnología causa daño a la humanidad, será porque nosotros mismos la hemos utilizado para propósitos incorrectos. Hollywood ha sido claro y a veces predictivo en presentarnos escenarios postapocalípticos en los cuales la humanidad no sale bien parada.
Lo que la inteligencia artificial haga o deje de hacer por la humanidad, será un reflejo directo de nuestras acciones, de cómo la utilicemos y de cómo la guiemos en su desarrollo. La historia y hechos recientes nos ha enseñado repetidamente que cada avance que ha llevado al ser humano al caos absoluto ha sido resultado del mal uso que le hemos dado, vean nada más las redes sociales.
Por lo tanto, es esencial buscar la armonía y que nos comprometamos a utilizar esta tecnología de manera ética y responsable, asegurándonos de que contribuya a nuestro bienestar en lugar de ser una fuente de peligro y destrucción. Sólo así podremos garantizar un futuro en el que la inteligencia artificial sea una fuerza positiva para el progreso y la prosperidad.