Luego del contundente triunfo de Claudia Sheinbaum Pardo en las elecciones más recientes, México se colocó en las tendencias globales al elegir por primera vez a una mujer para ocupar el cargo político más importante del país: la presidencia de la República.
Para (la risible) tristeza de la derecha, el triunfo de Sheinbaum Pardo no sorprendió. Su perfil académico, científico y social —Premio Nobel de la Paz incluido— la habría colocado en algunas encuestas como la favorita desde meses antes del inicio de la contienda. Sin embargo, lo que sí sorprendió fueron los comentarios, blogs y reseñas breves de algunas mujeres que afirmaron que dicho triunfo no las representa.
Y es que, en términos globales, el pasado 2 de junio, México se sumó a los (únicos) 26 países del mundo que actualmente son dirigidos por una mujer. Si hablamos desde nuestro contexto, en Latinoamérica solo Honduras y Perú mantienen mandatos femeninos en la actualidad. Y qué decir de los países de América del Norte, que luego de los comicios, se quedan atrás en la agenda progresista.
Entonces, ¿por qué nos extraña leer que el triunfo de Claudia no es el triunfo de todas?
Para hablar de esto, habría que regresar a los antecedentes: en México, el voto femenino fue efectivo el 17 de marzo de 1955, solo noventa años después del inicio de las luchas sufragistas en Europa (1865), lideradas por intelectuales feministas que, de manera incendiaria, protestaron para hacer efectivo el voto como un derecho para todas las mujeres. Irónico pensar que, desde entonces, alguien les habría dicho: tu causa es justa, pero esas no son las formas.
Ahora, en pleno 2024, cuando soy testigo de este triunfo para todas, no puedo imaginarme una sociedad que todavía nos segrega, pero existe y, diariamente, políticas conservadoras —y machistas— anulan los Derechos Humanos de las mujeres.
Por todo lo anterior, pienso que, más allá del resultado y del partido vencedor en cuestión, durante estas elecciones ganaron las mujeres, no solo porque por primera vez dos perfiles femeninos puntearon con mayor aceptación para el cargo, sino porque, año con año, hemos ganado terrenos que van desde la paridad de género, hasta el castigo de la violencia vicaria, las agresiones sexuales y cualquier otra modalidad de violencia de género que no tenemos reparo en exhibir.
Me alegra pensar que, hoy más que nunca, las mujeres estamos preparadas y unidas, no solo por la representación y el triunfo de la primera presidenta electa, sino por la creciente tendencia que nos ha posicionado en lugares estratégicos, de toma de decisiones y de responsabilidad social.
Me encantaría afirmar que el triunfo de Sheinbaum va a reparar el tejido social tan dañado que tenemos en nuestro país, donde diariamente diez mujeres pierden la vida en sucesos relacionados con la violencia de género. Después del 3 de junio la realidad nos siguió gritando en la cara, porque hoy por hoy todavía existen hombres —de edad avanzada y la mayoría de las veces de pensamiento limitado— que concentran sus esfuerzos en decirnos cómo hacer nuestro trabajo en el hogar, en las oficinas y en la política. Hombres que aún no comprenden el avance de los tiempos donde, en primer lugar, tendrían que cuestionar su privilegio antes de atreverse a violentarnos desde lo micro y lo macro, ¡y con el chocante mansplaining!
Y sobre las mujeres que todavía piensan que el triunfo de Claudia no es un triunfo de ellas, la verdad no me atrevería a juzgarlas por el simple hecho de pensar diferente a mí. Al contrario, celebro por ellas y por el empoderamiento que esto representa para todas nosotras, aunque no lo noten. Celebro por mi abuela que por primera vez se ve representada en el cargo público más importante, celebro por mi madre que ve a otra madre dirigir a un país, y celebro por mí, por todas, por el futuro alentador que nos espera.
En El Segundo Sexo (1987), Simone de Beauvoir propone que, para ciertas sociedades y estructuras de poder, las mujeres continúan siendo un medio de producción, por lo tanto, cualquier acción que las separe de su objetivo natural y primitivo de seguir generando mano de obra, va estrechamente relacionado al pensamiento machista que hoy por hoy impera. Me alegra pensar que, con estos pequeños triunfos dentro de nuestro pensamiento social, se visualiza un entorno justo para todas nosotras. Solo nosotras podemos salvarnos de las fauces cretinas de la misoginia.
Este texto no es un panfleto partidista, no es un ejercicio de adoctrinamiento, no es un elogio para la virtual presidenta de México. Este texto solo refleja el pensamiento de quien lo escribe: mujer joven, mexicana, de treinta años, profesionista gracias al derecho ganado de la educación pública y gratuita, que tiene un perro y vive en unión libre, y que, al igual que muchas y muchos mexicanos, espera un entorno alentador y una gobernanza justa, porque si así no lo hiciera Claudia: que todas las personas de esta nación (y sobre todo nosotras) se lo demanden.