Mejor que el Silencio | La cólera de los Dioses

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La furia de Kauil cada vez se desata más. Estamos apenas comenzando la segunda mitad de 2024, y en México los incendios forestales ya han alcanzado la alarmante cifra de 6 mil 771. Este número supera apenas en un 0.77 por ciento a los del 2022, y sólo estamos a mitad de año. La superficie afectada por estos incendios está apenas un 17.66 por ciento por debajo de la del año pasado. Repito, sólo hemos llegado a la mitad del año.

Me pregunto, ¿qué hemos hecho para enfurecer al dios del fuego? No lo sé, pero no veo a la gente haciendo sacrificios, erigiendo monumentos o construyendo nuevas pirámides, como en tiempos antiguos. Pero, ¿realmente él es el causante? Según los informes de la Comisión Nacional Forestal, sólo el uno por ciento de los incendios es naturales; el resto es ocasionado por el hombre. Dejo esto como dato curioso.

Hoy, en la playa de Progreso, Yucatán, los locales están tratando de apaciguar la furia de Chaac, el dios de los relámpagos y la lluvia. Todo esto porque han erigido una estatua del dios griego Poseidón, lo que desató la ira del dios maya, según comenzaron a creer miles de personas.

Esto me recuerda a un pasaje bíblico, Éxodo 32:1-14, donde se erigió un becerro de oro, hecho que enfureció a Dios y nos condenó. Las historias se repiten, o al menos así lo creen algunos.

En las redes sociales, el nuevo oráculo moderno, circula una teoría curiosa. Se dice que las lluvias e inundaciones en Yucatán han sido más severas debido a la llegada de esta estatua de Poseidón. Esta teoría ha ganado adeptos, tantos que han convocado a derribar la estatua. Si bien, las redes sociales han sido aliadas para derribar dictaduras como en la Primavera árabe, la gente imaginó que podrían ayudar a apaciguar la furia de un dios.

El caos se ha apoderado de Yucatán, y la racionalidad se fue de asueto, pues esta “teoría” sin fundamentos es más creíble para muchos. Es alarmante ver cómo una creencia sin fundamento puede desviar la atención de los problemas reales y urgentes que enfrentamos.

Nadie se atreve a señalar el cambio climático. Nadie quiere admitir que estas catástrofes son consecuencia directa de nuestras acciones sobre el planeta. Año tras año, científicos y expertos nos advierten que las tormentas serán más severas y las sequías más intensas. Sin embargo, preferimos creer en las palabras de un desconocido en una red social, donde todo es cuestionable. La facilidad con la que la desinformación puede propagarse en estos tiempos modernos es una amenaza que debemos enfrentar con educación y conciencia crítica.

Es frustrante ver cómo ignoramos las advertencias claras y contundentes de los expertos. En lugar de tomar medidas para mitigar el cambio climático, nos aferramos a explicaciones simplistas y supersticiones. Esto no sólo refleja una falta de educación científica, sino también una peligrosa tendencia a buscar soluciones fáciles a problemas complejos en redes sociales. ¿Cuándo dejaremos de buscar chivos expiatorios y empezaremos a asumir nuestra responsabilidad? Es un llamado a despertar, a dejar de lado las distracciones y enfrentarnos a la cruda realidad.

La naturaleza nos está enviando señales claras. Los dioses antiguos, si existieran, no serían los responsables de nuestra situación actual. Nosotros somos los que hemos provocado estos cambios devastadores en el clima. Es hora de dejar de buscar culpables externos y enfrentar la realidad. Sólo así podremos comenzar a sanar nuestro planeta. Este no es sólo un problema de los ambientalistas o de los científicos, es un problema de todos nosotros, de cada persona que habita este planeta.

Necesitamos un cambio radical en nuestra mentalidad y en nuestras acciones. Debemos reconocer que cada incendio forestal, cada inundación y cada sequía extrema es un llamado de atención. No podemos seguir ignorando el impacto de nuestras acciones sobre el medio ambiente. Necesitamos políticas públicas fuertes, educación ambiental efectiva y, sobre todo, una voluntad colectiva para hacer los sacrificios necesarios para proteger nuestro planeta. La lucha contra el cambio climático requiere un esfuerzo conjunto, donde cada acción, por pequeña que sea, cuenta.

El tiempo de los sacrificios humanos y los monumentos a los dioses ha quedado atrás. Ahora, nuestros sacrificios deben ser en forma de cambios en nuestro estilo de vida, nuestra economía y nuestras prioridades. Debemos reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, proteger nuestros bosques y océanos, y adoptar prácticas sostenibles en todos los aspectos de nuestras vidas. Este es el nuevo desafío de nuestra era: vivir de manera sostenible para asegurar un futuro habitable para las generaciones venideras.

En lugar de derribar estatuas y buscar los “tres pies al gato”, debemos mirar hacia el futuro con una comprensión clara de los desafíos que enfrentamos. Sólo así podremos honrar verdaderamente a nuestros antepasados y asegurar un mundo habitable para las generaciones futuras. Es nuestra responsabilidad y nuestro deber actuar ahora, antes de que sea demasiado tarde. El tiempo para la acción es ahora, y cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la protección de nuestro hogar compartido.

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