Bueno pues ya pudieron ustedes leer, escuchar o darse cuenta por algún medio, este fin de semana, un joven fue al cerro de San Juan a quitarse la vida, usando el método del ahorcamiento, esta tragedia por supuesto que debe preocuparnos a todos, a los que tenemos hijos, nietos, sobrinos, o simplemente vecinos que son jóvenes y que en una sociedad cada vez con menos valores o con valores devaluados, valga la paradoja, se les hace fácil todo.
Claro, los que sufren siempre son los que quedan vivos, los llamados dolientes, porque finalmente la persona que se anima a dar este triste y a la vez trágico paso, ya no sabe más de él, porque su mundo se acaba.
Ayer leí una entrevista que la reportera de nuestro portal Nayarit Noticias, le hizo a la diputada MARISOL SÁNCHEZ, quien es la presidenta de la Comisión de Educación del Congreso del Estado, y quien declaró que, a la actual Legislatura, le preocupan los suicidios en las juventudes nayaritas, y que dicho sea de paso, este nefasto y doloroso fenómeno, nos debería de preocupar a todos, claro en primer lugar a las instituciones que manejan orientación, y en donde se les puede dar alguna educación mental o de carácter espiritual a todos, pero en este tema en particular, a los que están más expuestos a tomar decisiones mortales, de auto destrucción, y que son los jóvenes y adolescentes, instituciones como la iglesia, las asociaciones deportivas, las asociaciones de padres de familia, entre otras muchas, debieran ser promotoras del amor a la vida, de los valores humanos, de lo hermoso que es vivir y disfrutar este programa de tiempo, que se nos otorgó.
No sé si ustedes recuerden cuando se empezó a dar una oleada de suicidios entre adolescentes y jóvenes de algunas partes del país y del mundo, los que aparentemente aceptaban un reto para asfixiarse y por supuesto que quienes lo aceptaban y se ahorcaban, terminaban muertos, esto era natural, pues nadie vive sin respirar.
Luego vemos que algunos muchachos y muchachas, son terriblemente humillados en sus escuelas, algunos en sus hogares incluso, y como no tienen la capacidad de protestar, de reclamar, de enjuiciar a sus verdugos, terminan por aceptar que sobran en este mundo y se quitan la vida.
Usted se preguntará que cómo hemos llegado a esto, me refiero a tener incrementos en este cruel y duro desenlace de quitarse la vida, y mire, la estadística mundial, señala que a lo largo de los últimos meses hemos observado con creciente preocupación como uno de los muchos efectos indeseables de la pandemia ha sido el aumento exponencial de las problemáticas relacionadas con la salud mental de la población.
Nuestra vida cotidiana ha sufrido una profunda alteración en todos sus aspectos y, sin duda, ha contribuido a empeorar un gran número de indicadores económicos, laborales, emocionales… que ya hace tiempo se encontraban desequilibrados por la crisis económica de las últimas décadas. Un elemento de gran alarma ha sido el aumento evidente de las consultas de salud mental de las y los adolescentes, pero tal vez el mayor eco mediático haya supuesto el aumento de tentativas suicidas y las manifestaciones autolíticas de todo tipo en una población cada vez más joven.
Es posible que debamos «alegrarnos» finalmente que la COVID-19 haya tenido como consecuencia inesperada poner de relieve la necesidad de que las políticas para la preservación de la salud mental y emocional de la población y la prevención del suicidio son indispensables, pero en realidad esta problemática viene aumentando desde hace décadas sin que se le haya prestado la atención necesaria.
Numerosos estamentos como la Organización Mundial de la Salud, el Consejo de Europa, autoridades de diversos países o instituciones de gran prestigio como la Asociación Americana de Psiquiatría, se han pronunciado a lo largo de los últimos veinte años, llamando la atención sobre la creciente tasa de suicidios infantiles y adolescentes.
Aun sabiendo que cuando hablamos de suicidio y de conductas autolíticas graves los factores son individuales y diversos, debemos preguntarnos si nuestra sociedad hace lo suficiente para mejorar la salud emocional de su ciudadanía e, igualmente, si los procesos sociales que conlleva esta era postindustrial, de cambio climático y revolución digital no suponen elementos determinantes para comprender estas conductas emergentes.
Lo cierto es que el culto a la adolescencia y a la juventud supone una característica fundamental de la sociedad actual. Entraña cambios muy profundos en la construcción cultural de esa edad, que en la actualidad puede suponer un período extremadamente largo, prolongándose aproximadamente entre los 12 y los 35 años. De hecho, podemos hablar sin ninguna duda de una identidad adolescente como un rasgo característico de la sociedad actual.
Sólo quiero cerrar este breve comentario, diciendo que de buenas intenciones siempre están llenos todos los programas, no sólo de los gobiernos, sino de cualquier otra persona o institución que ofrezca algo, y factores actuales como el consumo de droga, y luego del consumo, la ansiedad por seguir consumiendo, entre otros componentes, han incrementado este doloroso proceso, y parece que creer que el gobierno va a ser el guardián de nuestros hijos o familiares, es todavía una utopía, por lo que conviene que cada hogar, sea responsable de cuidar los tesoros que tiene…hasta mañana