A la memoria de Don Julián

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En un entorno en que pareciera que algunos de los viejos priistas prefieren morir que ver morir a su partido, el pasado 12 de octubre ―esa fecha que pasó de celebración gozosa a la “raza” a lamento doloroso por el “genocidio” de los pueblos originarios― se dio a conocer la muerte de Don Julián Gascón Mercado y, de inmediato, empezaron a aparecer las condolencias oficiales y extraoficiales y a destacarse, de manera muy especial, la fundación de la Universidad de Nayarit [Uni-Nay] en 1969 y al “camino de plata” con el que la población apoyó dicha fundación.

En otros espacios, se pueden encontrar referencias al rol importante que jugó en la reivindicación de los campesinos nayaritas, su vertiente poético-literaria, su brillante desempeño en el Hospital de Jesús de la Ciudad de México, su presencia en el Senado de la República durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari [1988-1994] y su pertenencia a una de las familias más relevantes en el ámbito político en nuestro estado.

No queriendo resultar repetitivo en estas “palabras” que quiero dedicar a “Don Julián”, me limitaré en ellas a compartir tres anécdotas que lo tienen a él como protagonista.

Una de las novedades que trajo consigo el sexenio del doctor Gascón Mercado a nuestro estado fue la que se podría denominar “institucionalización” de la administración pública en la que ―si no mal recuerdo― uno de sus componentes fue la llegada de servidores públicos venidos de fuera que empezaron a solicitar que quienes pretendían hacer algún trámite se identificaran.

En ese contexto, recuerdo un comentario de mi tía Juana ―esposa de mi tío Ignacio Morales, periodista siempre crítico― al respecto con palabras más a menos así: “un joven me pidió que me identificara y yo le dije que el que tenía que identificarse era él, porque él era el desconocido, no yo”.

La segunda anécdota proviene de mi hermano Manuel quien me platicó que encontró a Don Julián en el Palacio de Bellas Artes en el homenaje que se le rindió a Alí Chumacero y que, prácticamente nadie lo reconoció, ni mucho menos le dieron el lugar que merecía en ese evento como alguien que no solo había sido gobernador del Estado de Nayarit, sino un incansable promotor de la literatura…

El tercero y último, es muy personal…

Recuerdo ―como si fuera hoy― al doctor Gascón, en la sala de la casa de San Luis 33 norte, dando el pésame a mi mamá aquella noche del 31 de julio de 1965 en el velorio de mi papá…

Ahora es él, quien se ha ido, quien ha partido; quien, para algunos, ha dejado la existencia para siempre dejando un legado importante en nuestro estado y en nuestro país; quien, para otros ―independientemente de sus creencias―, ha sido llamado y conducido a esa casa en que hay muchas habitaciones, una de las cuales ha sido preparada para él desde toda la eternidad.

Y, como epílogo, la primera y la tercera estrofa del poema “En la orilla del silencio”, del paisano Chumacero:

Ahora que mis manos

apenas logran palpar dúctilmente,

como llegando al mar de lo ignorado,

este suave misterio que me nace,

túnica y aire, cálida agonía,

en la arista más honda de la piel,

junto a mí mismo, dentro,

ahí donde no crece ni la noche,

donde la voz no alcanza a pronunciar

el nombre del misterio.

Ahora que en mi piel

un solo y único sollozo

germina lentamente, apagado,

con un silencio de cadáver insepulto

rodeado de lágrimas caídas,

de sábanas heladas y de negro,

que quisiera decir: “Aún existo.”

¡Gracias y que descanses en paz!

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