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viernes, agosto 1, 2025
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No [más] una Iglesia sentada, muda y ciega

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El pasado domingo 27, con una celebración eucarística presidida por el Papa Francisco en la liturgia de la Palabra y por el cardenal Mario Grech en la liturgia Eucarística [una modalidad establecida debido a sus problemas de movilidad] se clausuró la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, o dicho más brevemente, del Sínodo de la Sinodalidad.

Como suele suceder ―y como creí haber abordado el tema en alguna colaboración anterior que no fui capaz de localizar― una buena parte de la limitada atención mediática ―casi toda ella proveniente de los medios especializados― se centró en los párrafos del “Documento Final” [publicado, por lo pronto, solo en italiano y en inglés] que fueron aprobados por unanimidad y aquellos que obtuvieron más votos en contra.

De acuerdo con un artículo publicado por ACI Prensa, una Agencia Católica de Informaciones, ocho de los 155 párrafos de que consta el Documento fueron aprobados por unanimidad: el 1, el 15, el 34, el 51, el 58, el 140, el 144 y el 152.

En un apretado resumen se puede decir que esos párrafos expresan aspectos aceptados “urbi et orbe” por la gran mayoría de católicos: “cada paso en la vida de la Iglesia es un regreso a la fuente, una experiencia renovada del encuentro con el Resucitado”; “del bautismo […] surge la identidad del Pueblo de Dios”; “la criatura humana se realiza en las relaciones interpersonales”; “debemos mirar a los Evangelios para trazar el mapa de la conversión”; “cada bautizado responde a las necesidades de la misión en los contextos en que vive y opera, a partir de sus propias inclinaciones y capacidades”; “la noche de Pascua, Cristo entrega a los discípulos el don mesiánico de su Paz y los hace partícipes de Su misión”; “La Iglesia ya cuenta con muchos lugares y recursos para la formación de discípulos misioneros: las familias, las pequeñas comunidades, las parroquias, las agrupaciones eclesiales, los seminarios, las comunidades religiosas, las instituciones académicas, así como los lugares de servicio y trabajo con la marginalidad, las experiencias misioneras y de voluntariado”; “los testigos de la Pascua se identificarán así: «nosotros que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de los muertos»”.

En ese mismo espacio informativo, se encuentra otro artículo en el que se abordan los 12 [¿simbólicos?] párrafos que obtuvieron más votos en contra.

El párrafo que obtuvo más votos en contra [97] fue el 60, el cual, dentro del tema “carismas, vocaciones y ministerios para la misión” aborda el papel de la mujer en la Iglesia y afirma que “la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal sigue abierta”.

Cuatro párrafos relacionados con las Conferencias Episcopales y las Asambleas eclesiales [124, 125, 126 y129] recibieron entre 32 y 45 votos en contra y se refieren a temas como los diferentes ritmos a los que pueden avanzar las Iglesias locales, la adecuación de la enseñanza de la fe a diferentes contextos y la obligación de cada Obispo de hacer suyas las decisiones colegiadas, entre otros.

El párrafo 27, en el que se afirma que “el vínculo entre liturgia y Sinodalidad ayudará a todas las comunidades cristianas, en la diversidad de culturas y tradiciones, a adoptar estilos celebrativos que hagan visible el rostro de una Iglesia sinodal”.

40 votos en contra recibió el párrafo 148 en el que se pide revisar las normas para la formación sacerdotal y se subraya la necesidad de que en dicha formación haya una presencia significativa de mujeres, inmersión en la vida cotidiana de las comunidades y que permita la colaboración con todos en la Iglesia y en la práctica del discernimiento eclesial.

El tema de la revisión sobre votos consultivos en el Código de Derecho Canónica presente en el párrafo 92 cosechó 39 votos en contra, muy probablemente, porque en él se pide revisar la fórmula “voto meramente consultivo” recurrente en él y tener en cuenta que el ejercicio de la autoridad no carece de límites.

Los párrafos 133 y 136, relacionados con las Iglesias Católicas Orientales y en el que propone establecer un Consejo y un Sínodo especial para esas Iglesias, recibieron 37 votos en contra cada uno de ellos.

Como producto de una renovada conciencia de que la escucha es un componente esencial de la vida de la Iglesia, en el párrafo 68 se propone establecer un ministerio “de escucha y acompañamiento”, el cual obtuvo 33 votos en contra.

Finalmente, el párrafo 22, de acuerdo con el cual el “sensus fidei”, es decir, la sensibilidad que proviene de la fe “capacita a todos los creyentes para poseer un instinto para la verdad del Evangelio”, “para captar intuitivamente lo que es común a la verdad de la Revelación en comunión con toda la Iglesia”, por lo que “el santo Pueblo de Dios no puede errar en materia de fe”.

Después de leer e intentar resumir esos 20 párrafos, 12 de los cuales alcanzaron una aprobación unánime [355 votos] y 8 de los cuales encontraron las mayores resistencias, se puede decir que una mayor participación de las mujeres en la vida eclesial, sobre todo en la medida que asume poder de decisión [como lo hicieron en este caso 54 mujeres presentes en el Sínodo con derecho a voto] sigue encontrando resistencias bastante fuertes y poderosas. Los 97 votos en contra obtenidos por el párrafo 60 [más del 33% del total] lo muestran y confirman.

Otra resistencia importante que se muestra en los párrafos que alcanzaron mayor número de votos en contra, parece ser la que tiene que ver, ni más ni menos, con la Sinodalidad, con el caminar juntos, en comunión, incluso tratándose no de uniformidad, sino de unidad que contiene diferencias sea culturales, sean de género, sean de roles en el seno de la Iglesia.

Providenciales, sin duda, fueron las lecturas de ese XXX Domingo Ordinario en que tuvo lugar la Eucaristía de clausura del Sínodo.

Escuchar la voz de Dios a través del profeta Jeremías diciendo a los israelitas que regresan del destierro babilónico: “yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por camino llano, sin tropiezos”; acompañar el Salmo 125 con su bello mensaje de la pascua que conduce del llanto al canto porque “el Señor recoge a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb” y escuchar al Papa Francisco en la homilía comentar la pascua del ciego Bartimeo que le conduce de estar sentado pidiendo limosna a recobrar la vista y seguir a Jesús por el camino, debe haber llenado de alegría los corazones de muchos creyentes y fortalecido su esperanza, particularmente al escuchar la voz ―denunciante y suplicante a la vez― de Francisco: “No una Iglesia sentada, una Iglesia en pie. No una Iglesia muda, una Iglesia que recoge el grito de la humanidad. No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás”.

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