Sin que exista hasta el cierre de esta colaboración un ganador de la elección celebrada ayer en los Estados Unidos de América del Norte, y estando aún muy pareja la contienda entre Kamala Harris y Donald Trump, bien vale continuar con el tema que ya abordé en la primera parte de este serial.
¿Salvador o destructor de la democracia estadounidense?
La democracia en Estados Unidos es uno de los temas que ha estado en el centro de la campaña presidencial 2024. Pero se trata de un asunto sobre el cual hay visiones divergentes.
Los republicanos afirman que un segundo gobierno de Trump serviría para “restaurar el gobierno de, para y por la gente”, así como para hacer respetar la Constitución y defender la integridad de las elecciones.
Los demócratas, en cambio, creen que la negativa de Trump a reconocer su derrota en las elecciones presidenciales de 2020, así como sus esfuerzos para revertir esos resultados y evitar la certificación de la victoria de Joe Biden (incluyendo el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021), son pruebas de que el exmandatario es una amenaza para la democracia.
En todo caso, lo que si parece claro es que los republicanos buscarán que un eventual segundo mandato de Trump sea más eficaz y que la consecución de sus objetivos no se vea obstaculizada por los funcionarios de carrera que no concuerdan con las ideas del republicano.
Ciertamente durante el gobierno de Trump hubo funcionarios de distintos rangos que moderaron o frenaron iniciativas del mandatario por distintas razones, incluyendo el considerarlas nocivas para el país o ilegales.
Por otra parte, los republicanos consideran que el gobierno de Trump se vio afectado negativamente por la falta de preparación de su propio equipo.
De hecho, el exmandatario dijo recientemente que su mayor error en el poder había sido escoger a “personas malas o desleales”.
Para sortear estos dos problemas, la Agenda 47 prevé que el primer día de gobierno Trump firme una orden ejecutiva que le permita colocar a personas de su confianza en posiciones clave del Ejecutivo que tradicionalmente han sido cubiertas por funcionarios de carrera.
Esto es algo que entusiasma a los trumpistas y, de hecho, es algo que él intentó al firmar en agosto de 2020 una orden ejecutiva similar cuyos frutos no cosechó pues poco después tuvo que abandonar la presidencia tras perder las elecciones.
“Esa norma, en efecto, permitiría a un presidente despedir a miles de empleados gubernamentales y reemplazarlos por sus partidarios”, explica Anthony Zurcher.
“Para los partidarios del exmandatario contar con un equipo de funcionarios y asistentes más dispuestos significará una presidencia de Trump menos caótica y más eficaz a la hora de impulsar políticas”, agrega.
Sin embargo, es una posibilidad que genera preocupación entre los críticos de Trump.
Barbara Perry, profesora de estudios presidenciales en el Centro Miller de la Universidad de Virginia, advierte que reemplazar a los funcionarios privaría a la administración pública del conocimiento y experiencia que estas personas han acumulado trabajando durante décadas de una forma no partidista.
“En Estados Unidos se abordó la reforma de la función pública en el siglo XIX, precisamente para librarse de las personas que estaban en esos cargos por razones políticas”, indica.
“Si eso ocurre no habrá frenos ni ningún elemento de contención para limitar la agenda y el extremismo de Trump”, agrega.
Esa situación se vería agravada, según la experta, por el hecho de que ya Trump cuenta con una supermayoría conservadora en la Corte Suprema, por lo que en caso de que los republicanos conquisten la Casa Blanca y el Congreso, será muy difícil ponerle límites al gobierno.
La agenda 47, no obstante, plantea que estas medidas para copar el Ejecutivo con funcionarios afines a Trump servirán para desmantelar el llamado “Deep State” (Estado profundo), una supuesta red secreta de funcionarios no electos que controlarían el Estado, y luchar contra la corrupción dentro del gobierno.
Si Donald Trump ganara la presidencia este 5 de noviembre, los estadounidenses podrán comprobar cuál de estas dos lecturas es la correcta.
Economía: menos impuestos, más aranceles
El buen desempeño de la economía estadounidense durante el gobierno de Trump -antes de la llegada de la pandemia de covid-19- es uno de los aspectos que más han favorecido su candidatura en 2024.
De acuerdo con un estudio de la encuestadora Gallup publicado el 9 de octubre, el 54% de los votantes cree que Trump puede manejar mejor la economía que Harris.
¿Qué puede esperarse para un segundo mandato?
Trump promete nuevos recortes de impuestos para extender los que ya realizó durante su primer mandato cuando redujo la tasa corporativa a 21% y recortó también los impuestos de las personas naturales, aunque estos solo de forma temporal, hasta 2025.
El republicano ha dicho ahora que quiere bajar aún más las tasas corporativas hasta 15% y que eliminará los impuestos sobre las propinas y sobre los pagos que reciben de la Seguridad Social los pensionados.
También propone incrementar la producción de energía en EE.UU. -aumentando la explotación de combustibles fósiles- pues considera que su alto costo ha contribuido a la inflación.
Afirma además que logrará reducir el costo de la vivienda iniciando un programa de construcción de casas en tierras federales, así como reduciendo la demanda al deportar a los inmigrantes indocumentados a quienes responsabiliza del aumento de los precios.
También ha dicho que impondrá un sistema de aranceles de 10% a 20% a la importación de la mayor parte de los productos extranjeros. Muchos economistas han advertido, no obstante, que este tipo de medidas terminarán siendo pagadas por los consumidores estadounidenses en forma de precios más altos.
En estas política de aumento de aranceles, China ocupará un lugar central, pues luego de haber iniciado una guerra comercial con Pekín durante su primer gobierno, Trump ahora contempla establecer aranceles de 60% a todos los bienes importados desde ese país.
Trump también ha prometido adoptar un plan de cuatro años para eliminar la importación de bienes esenciales procedentes de China y establecer nuevas regulaciones para que las empresas estadounidenses inviertan en China “solamente cuando esas inversiones favorezcan a EE.UU.”.
En 2023, Estados Unidos importó de China bienes valorados por unos US$426.885 millones.
Es previsible que si Trump adopta estas medidas, la guerra comercial con Pekín se intensifique, lo que podría tener consecuencias no solamente para la relación bilateral, sino también para la economía global.
Una política exterior aislacionista
La propuesta aislacionista llamada “Estados Unidos primero” fue fuente de numerosas polémicas durante el gobierno de Trump y será nuevamente la guía de su política exterior si regresa a la Casa Blanca.