Mejor que el Silencio | Meseros, entre propinas y precariedad

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Antes que cualquier cosa, feliz año nuevo queridos lectores, espero que el inicio de 2025 llegue cargado de esperanzas y nuevos proyectos. Deseo que este año reflexionemos sobre aquellos aspectos invisibles que, aunque no se perciben a simple vista, son fundamentales para que nuestro día a día funcione, por ello,  Mejor que el Silencio busca poner en la lupa de la opinión pública, aquellos temas que muchas veces invisibilizamos.

Durante las festividades de Navidad y Año Nuevo, millones de personas eligen la comodidad de acudir a restaurantes y establecimientos para disfrutar de una cena sin la carga de la preparación y la limpieza posterior que tanto agobia. Sin embargo, detrás de esta conveniencia, se oculta una realidad mucho menos festiva, particularmente para aquellos que nos sirven: los meseros, quienes enfrentan largas horas de trabajo en condiciones muchas veces precarias.

A simple vista, un restaurante puede parecer un espacio lleno de armonía. Los clientes disfrutan de una comida acompañada de risas, conversaciones y un ambiente alegre. Pero al cruzar el umbral hacia la cocina o al observar las dinámicas de servicio, la escena cambia drásticamente. En lugar de calma, lo que se ve es un caos, una verdadera sucursal del Pandemónium.

El sitio es un mar de comandas acumuladas, gritos entre el personal, y tensiones palpables entre los trabajadores, quienes, a pesar de sus esfuerzos, a menudo no reciben una compensación adecuada por su trabajo. El estrés físico y emocional al que están sometidos estos trabajadores, lejos de ser reconocido, se minimiza en favor de una experiencia consumista que los clientes disfrutan sin tener en cuenta el sacrificio detrás de ella.

Un dato revelador es el salario promedio de los meseros en México, que, según datos oficiales de la Secretaría de Economía, a través de Data México, se encuentra alrededor de los 5 mil 140 pesos mensuales, lo que equivale a solo 171.33 pesos al día. Esta cifra, que está por debajo del salario mínimo, plantea una pregunta fundamental: ¿es suficiente para garantizar una vida digna? Aunque el salario mínimo establecido para 2025 aumentó a 278.80 pesos diarios (sólo 30 pesos más que en 2024), la realidad es que muchos trabajadores del sector no logran alcanzar este umbral debido a las condiciones laborales en las que se desempeñan. Para muchos, este salario base es sólo una parte de su remuneración, ya que dependen en gran medida de las propinas para complementar sus ingresos.

Según la Ley Federal del Trabajo en México, en el Capítulo XIV – Trabajo en Hoteles, Restaurantes, Bares y Otros Establecimientos Análogos, el Artículo 346 establece que “las propinas son parte del salario de los trabajadores”. Este enunciado puede generar confusión, ya que se interpreta como si las propinas fueran un componente obligatorio del salario.

Sin embargo, lo que realmente señala es que los patrones no pueden disponer, rebajar ni quitar las propinas. Hay que recordar que, según la ley mexicana, las propinas son una gratificación voluntaria y no una obligación para los consumidores.

La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) recuerda que los establecimientos no pueden: exigir propinas, incluirlas en la cuenta sin el consentimiento del cliente, ni sugerir una cantidad específica de propina.

Sin embargo, la figura de las propinas está lejos de ser una solución justa. Este malentendido, sumado a las malas prácticas de algunos empresarios, ha llevado a que los establecimientos exijan propinas, a veces de manera tácita y otras veces de forma explícita como en los antros, donde “te la dejan ir sin decir agua va”. Estas confusiones han ocasionado que se viralicen diversos videos de meseros exigiendo un monto específico o criticando a los clientes que no cumplen con lo que consideran una propina “justa”.

Pero, además de esta ambigüedad legal, existe un problema aún más profundo: la informalidad laboral. Un alarmante 67.4 por ciento de los meseros en México trabaja en condiciones informales, lo que significa que no tienen acceso a derechos laborales básicos como seguridad social, prestaciones o pagos por horas extras.

Este alto porcentaje de informalidad refleja un sistema que explota la necesidad de los trabajadores sin ofrecerles estabilidad ni protección. Para muchos, la opción de recurrir a un segundo empleo es casi obligatoria, aunque solo el 3.92 por ciento de los meseros lo haga, lo que evidencia una realidad aún más cruda: las jornadas laborales en la industria de la hospitalidad son tan exigentes que pocos pueden permitirse la posibilidad de buscar ingresos adicionales.

El hecho de que más de dos tercios de los meseros en México esté empleado de manera informal también está relacionado con la falta de un salario digno. En un sector donde el promedio de salario es de 5 mil 140 pesos mensuales y el costo de la Canasta Básica Alimentaria ha alcanzado los mil 903.03, las condiciones laborales se tornan insostenibles para muchos trabajadores, especialmente aquellos que tienen que lidiar con la presión de servir a los clientes mientras enfrentan un salario que no cubre ni siquiera sus necesidades básicas.

Esta precariedad es aún más notoria entre las mujeres meseras, que, según Data México, ganan en promedio 3 mil 880 pesos al mes si cuentan con un nivel educativo bajo. Esta brecha salarial no sólo refleja una desigualdad económica, sino también una discriminación de género que perpetúa las dificultades para las trabajadoras del sector, quien muchas veces hasta reciben propuestas muy misóginas para “incrementar la propina”.

Además de los problemas salariales y de informalidad, la presión psicológica que enfrentan los meseros es enorme. Son la primera y última cara que ve el cliente, y a menudo se les exige un nivel de esmero y cortesía que no siempre es reconocido ni recompensado. La Ley Federal del Trabajo establece que los empleados deben atender con cortesía a la clientela, pero en la práctica, esto genera una carga psicológica que, junto con el estrés físico, afecta directamente el bienestar de los trabajadores.

Los meseros aparte de lidiar con las demandas de los clientes, también lo hacen con la presión interna de sus empleadores, quienes constantemente les recuerdan que “se pongan la camiseta” para asegurar un servicio impecable porqué si no, las propinas nunca llegarán. ¿Es justo que el salario de un trabajador dependa en gran medida de la generosidad de los clientes, mientras que los empleadores se desentienden de la responsabilidad de ofrecer una compensación justa?

En este contexto, es urgente que los empleadores, las autoridades y los consumidores reflexionemos sobre la justicia y equidad en el sector de la hospitalidad. No puede ser que un sector tan crucial para la economía y las celebraciones de los mexicanos dependa de un sistema que precariza la vida de quienes lo hacen posible. Los empleadores deben garantizar salarios dignos y condiciones laborales formales que no dependan de las propinas.

Las autoridades deben intensificar la regulación para erradicar la informalidad laboral y asegurar el respeto de los derechos de los trabajadores, como en el caso de Japón, donde las propinas son prácticamente una ofensa, ya que quien debe dar una estabilidad es el propio empleador. Por último, los consumidores debemos ser conscientes de que un servicio bien hecho no debe depender de nuestra generosidad, sino de un salario justo que refleje la dignidad de quienes nos sirven.

Este 2025 puede ser el momento para hacer un cambio real, para transformar el sector de la hospitalidad en uno más justo, equitativo y digno para todos los que trabajan en él y no lo digo por decirlo, sé de primera mano lo que se vive detrás de las bambalinas de ese ambiente idílico que se ve.

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