Breverías | El tiempo que vuelve

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Mi infancia y juventud caminaron en un México con Estado omnipresente, obeso, rector económico, dueño de empresas. De nada debía preocuparse el ciudadano, decían, porque el gobierno organizaba elecciones, garantizaba derechos, daba rumbo, abría los surcos, industrializaba, distribuía y comercializaba. Con fracasos en casi todo, fue adelgazándose y ciudadanizando o dando carácter autónomo a ciertas tareas, como las elecciones, la transparencia y evaluación de responsabilidades oficiales. Pero como en las dietas, el rebote ha sido peor: hemos regresado a un Estado con obesidad mórbida y una concentración de poderes inimaginables, que lo mismo está en la rectoría, ejecución y evaluación, que como constructor, piloto, armador automotriz y lo que se nos ocurra mañana o pasado. Con un poder redondo, como aquél que experimentaba Quetzalcóatl reencarnado cuando decía “hágase”, y la luz se hacía.

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