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Don Julio Casillas Larios, como garbanzo de a libra

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Siempre tenemos en la memoria y más en nuestro corazón, a Don Julio Casillas Larios, nayarita de noble estirpe y de reconocidos talentos. Se conoce su trabajo en el diseño del Escudo Heráldico de la Ciudad de Tepic. Se conoce, menos, que realizó una obra pictórica significativa y que ha merecido elogios de figuras emblemáticas del arte en Nayarit como lo es el ilustre Juan Lamas.

Poco es lo que se ha escrito en torno a su obra, pues se suele destacar su paso por la administración pública. En efecto, don Julio realizó estudios en la Academia de San Carlos ubicada en la Ciudad de México. En la administración pública, don Julio llegó a ocupar cargos de la mayor importancia en el rubro de tránsito, a esa parte del gobierno que hoy se le llama movilidad.

Nace el querido amigo don Julio, en el mes de enero de 1927, un día nueve, en el municipio de Ahuacatlán. Parte en el mes de enero de 2016. Cosa de corroborar, pero el Periódico Oficial del Gobierno de Nayarit, pública el decreto por el que se da a conocer el diseño del Escudo Heráldico de la Ciudad de Tepic, también en un mes de enero, pero de 1981. Enero le caía bien, hasta para llevarlo a su descanso final.

Su obra pictórica es significativa y emblemática de una corriente etnocentrista. Su paso por la administración pública también fue una muestra de pedagogía del servicio público, pues se dedicaba a resolver los más peliagudos problemas. Decir, “se dedicaba a resolver problemas”, es sencillo, pero a veces inentendible. Vemos una y otra vez, como algunos llamados servidores públicos no sirven, son inútiles. Otros están peor, pues poseen títulos de soberanos imbéciles, dado que actúan déspotamente, dando explicaciones, pero no soluciones. Ni la arrogancia, ni la desmemoria, proceden en la esfera política.

Como podemos concluir de entrada, don Julio fue garbanzo de a libra. Fue una mente creativa, gran buscador de nuevas visiones de un mundo que creaba y recreaba. Fue un funcionario de excepción, de esos que resuelven sin hacer tanto circo, sin hacer maroma, sin hacer teatro.

Esas grandes y excepcionales virtudes, personalísimas, no son nada si las comparamos con su proceder cotidiano, con su trato hacia los demás. En muchas ocasiones, en todas, don Julio llegaba de paso a saludar a un grupo de personas y a cada persona a la que saludaba, lo hacía con el nombre de aquella persona. Tenía memoria de elefante. Tenía memoria fotográfica. Hasta su último aliento.

Ese trato es punto de partida para dimensionar su proceder. Se le planteaba un problema, escuchaba posibles soluciones y procedía a gestionarlas o planteaba otros posibles recursos. No había problema que se le resistiera, pues resolvía buscando mil maneras de hacerlo.

De trato cordial, firmado con una sonrisa seria, respetuosa, así era su talante. Daba gusto poder conversar con una persona como don Julio Casillas Larios. Su conversación estaba llena de anécdotas, de historias que involucraban a figuras de la política en Nayarit.

Parece que la figura arquetípica de esa Vieja Guardia de la Política, podría ser el Viejo Emilio (González Parra). El Viejo Emilio, nacido en Ixtlán del Río en el año de 1913, también era un artista de la política. La política es arte y ciencia, lo es como recurso supremo para resolver problemas, no para acordar la creación de otros.

En todo momento en la historia del estado, nos topamos con figuras que entendían correctamente lo que es la política. La política se relaciona con la solución de problemas. La política exige construir acuerdos, dialogar, buscar soluciones y alianzas que no son eternas.

La política es vocación de servicio. La política es humildad. La política es espacio-tiempo, pues exige comprensión del lugar donde se pone el pie y el momento fugaz en el ejercicio de poder.

En ese contexto, don Julio Casillas Larios supo ejercer el poder. Si tuvo en sus manos, mucho o poco poder, eso es lo de menos. Lo que es relevante en el caso de don Julio, es que ese mucho o poco poder, lo ejerció para bien de los demás.

Una sonrisa amable, afectuosa, casi paternal o fraternal. Eso es lo que ofrecía don Julio Casillas Larios a quien le concedía trato. Respetuoso de jerarquías, supo dar un trato esmerado y diplomático a todas aquellas figuras políticas que ostentaron cargos de alta responsabilidad. Ese trato no se lo regateaba a nadie. Respetuoso, siempre mostró vocación por las soluciones. Gracias a las gestiones de sus amigos, le llovían problemas a diario y siempre mantenía seco el piso.

Algunas figuras de la vida pública en el estado podrían relacionarse con el talante amistoso y “resolvedor” de don Julio Casillas Larios. Mejor es no mencionar esa lista de personajes de la vida política, para que prevalezca la luz que nos mantiene vivo el recuerdo de don Julio. No hay figura política que pueda eclipsar el recuerdo grato de don Julio Casillas Larios. Ni siquiera figuras señeras como la del Viejo Emilio podrían opacar el recurso fulgurante de nuestro personaje central en esta historia. Un artista visionario y arquetípico, un servidor público comprometido. Eso era, en parte, don Julio. Su naturaleza política se destaca como una luz entre muchas otras luces que lo harían imposible de olvidar.

Loor a la grata memoria de un Gran Viejo como fue don Julio Casillas Larios. Su señera figura muestra de sobra que la política es arte y ciencia para servir a los demás. Todo lo demás, es pura vanidad.

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