“El pueblo tiene derecho a soñar”, me ataja una experta en fisiología del sueño. Le argumento que muchos se hacen del poder contando cuentos; los perdedores hubieran sido mejor opción. Dice que poco importa lo que logre el nuevo gobernante, lo central es que la sociedad se permita soñar de nuevo. Como lo hicimos con Fox, Calderón, Peña, Obrador. No llegamos a puerto, pero soñamos. Soñar es tan vital para una nación como para un individuo. Si despertamos a alguien en el momento preciso de empezar a soñar, en unos cuantos días le destrozamos la salud mental. “Así sucede con las sociedades, y todos merecemos un sueño grande. Esos lunáticos vendedores de espejitos nos lo dan, aunque sus resultados sean tristemente pobres y lo conviertan en pesadilla”, remata. Soñemos, pues. Pero despertemos siempre.