Perfil Meridiano | Por Jorge Enrique González
Tepiqueño, pero criado hasta los 18 en Tuxpan, egresado de la Universidad Autónoma de Nayarit, es el único nayarita candidato a ministro de la Suprema Corte de la Justicia del país. Fue seleccionado por el Comité de Evaluación del Poder Ejecutivo, afortunado en la tómbola insaculatoria y finalmente apareció en la lista definitiva, aprobada por la presidenta Claudia Sheinbaum y enviada al Senado para que se remita al Instituto Nacional Electoral.
Él, con todos los méritos académicos, pero sin palancas de gran calado, superó todos los filtros. Por obra y gracia de la polémica reforma del Poder Judicial, su nombre aparecerá en una inédita boleta en casillas aún no definidas y podría ser ministro, el segundo que nació en Nayarit, y el primero que egresó de la joven universidad pública local.
Giovanni Azael Figueroa Mejía (Tepic, 1978), Giovanni Figueroa para las redes sociales y para el medio académico, soñó ocupar algún día un asiento en la Corte Suprema cuando asistió a la conferencia de un ministro como estudiante de la licenciatura. “Quiero ser ministro”, se dijo. Era poco probable que lo lograra antes de cumplir los 48, con la por ahora nula cercanía a los usufrutarios del poder público que pudieran haberlo propuesto con la normativa y los usos y costumbres anteriores a la Reforma del Poder Judicial. Gracias a ésta, promovida por la cuatroté con no pocas pero infructuosas resistencias, participará en una histórica jornada electoral el domingo 1 de junio próximo.
Por extraño que parezca, el candidato a ministro tiene la marca del Concilio Vaticano Segundo. Resulta que su madre estuvo a punto de morir con su nacimiento. Los médicos del ISSSTE en Tepic olvidaron unas gasas en el abdomen materno después del parto, y para recuperarse estuvo más de un mes hospitalizada a lado de su hijo, que pesó 5 kilos y medio, apodado El Capitán por enfemeras y médicos. Las monjas que la visitaban para darle auxilio espitirual, urgidas de un milagro, la encomendaron al papa Juan XXIII (1881-1963), padre de la profunda renovación de la Iglesia católica. La plegaria fue escuchada. Las religiosas sugirieron bautizar al recién nacido con los nombres Giovanni, por el papa, y Azael, por el símbolo del perdón de los pecados del pueblo de Israel. Sobreviviente la madre, sano el hijo, la manda se cumplió.
Cuando a los 18 partió de Tuxpan para iniciar su primer semestre en la Unidad Académica de Derecho sabía que no iría a perder el tiempo. Su desempeño escolar siempre fue bueno y la licenciatura no podía ser la excepción: obtuvo el primer lugar de aprovechamiento académico de la generación 1996-2001. En la última parte de la carrera se inscribió en el programa de movilidad estudiantil Delfín: tuvo dos estancias del verano de investigación en los institutos de Investigaciones Sociales y de Investigaciones Jurídicas, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El entonces rector de la UAN, Javier Castellón Fonseca, les dijo a los muchachos que eran candidatos a concursar por una beca para hacer posgrado en el extranjero. Giovanni se lo creyó e hizo que aquella promesa se hiciera realidad.
Becado fue a la Universidad Complutense de Madrid, donde cursó la maestría y doctorado en derecho constitucional. Como lo saben todos los becados en el extranjero, los dólares sólo alcanzaban para lo indispensable. Así que se dio tiempo para trabajar como vendedor de teléfonos móviles y receptores de televisión digital en supermercados, en los años que jóvenes y viejos enloquecían por teclear los BlackBerry. Pese a las horas robadas a los libros, el Ministerio de Eduación español lo becó para hacer una estancia de investigación en la Universidad de Bolonia, en Italia, la más antigua del mundo.
En 2009 obtuvo el grado de doctor en derecho constitucional con la calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad, la máxima calificación que se puede obtener, así como una prestigiada mención europea en el título de doctor. Sus profesores no tuvieron duda en invitarlo a quedarse a hacer carrera académica en la Complutense; él tampoco: les dio las gracias y dijo que podía “volver a dar clases y conferencias, pero no puedo quedarme porque vine a prepararme para aplicar los conocimientos adquiridos en mi país”. En su ciudad natal fue profesor, investigador y coordinador de cuatro maestrías. También fue director de la Escuela Judicial del Poder Judicial de estado.
Entre 2013 y 2014 fue director de Derechos Humanos y secretario técnico de la Secretaría General de la Presidencia del Consejo de la Judicatura Federal, así como asesor del presidente de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
Hace casi diez años, mediante concurso obtuvo plaza como académico de tiempo completo en la jesuita Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México. Identificado con la doctrina del centro de estudios (La verdad nos hará libres), coordinó la pionera maestría en derechos humanos y ahora dirige el doctorado interinstitucional en derechos humanos en conjunto con seis universidades públicas y el Centro Nacional de Derechos Humanos “Rosario Ibarra de Piedra” de la CNDH.
Desde hace diez años es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONAHCYT. A partir de 2021 es investigador nacional nivel II. Autor de tres libros, cerca de cincuenta capítulos de libros, artículos especializados y otros escritos académicos, publicados en México, Argentina, Brasil, Colombia, España e Italia, países donde también suele dar clases y conferencias; asimismo, es coordinador doce obras colectivas sobre temas relacionados con derecho constitucional, derechos humanos, sentencias constitucionales y derecho comparado.
Es hijo de una enfermera y maestra de biología egresada de la Normal Superior (María Trinidad) y un médico ginecólogo (Alejandro), que ya no viven; hijo de crianza de un trabajador del Sector Salud ya jubilado (Pedro) que vive en Tuxpan, Nayarit; hermano mayor de otros cuatro. Es un académico que le gusta la música, pero no la de Silvio Rodríguez, prefiere a Alejandro Fernández; si pudiera cada fin de semana iría al cine; le gusta hacer deporte; no está a la moda en gustos literarios, es más bien decimonónico (le encantaron Navidad en las montañas, El Zarco y Clemencia, del costumbrista Ignacio Manuel Altamirano).
Como buen nayarita, cuando regresa a su tierra desayuna, come y si puede cena mariscos. Disfruta los platillos típicos mexicanos, en especial el pozole. Por eso en la capital del país es frecuente verlo en La Casa de Toño, una aclientada cenaduría de excelente sazón, mejor servicio y precios moderados.
En segundo año de secundaria por primera vez participó en el tradicional Concurso de Oratoria Juan Escutia, que organiza el Congreso del Estado, donde obtuvo el tercer lugar y, en los siguientes años, ganó primer lugar en todas las categorías. Esos saberes le servirán para la campaña, aunque tendrá características muy singulares, distintas a las que estamos acostumbrados en la elección popular de alcaldes, diputados, senadores, gobernadores y presidentes de la república. Seremos electores novatos, y ellos candidatos atípicos.
Los predictores zodiacales podrán decir mil cosas de los que nacieron en signo Leo (él nació un 7 de agosto). Ninguno dijo que unas monjas tendrían que ver con su nombre de pila, tan italiano, tan bíblico. Tampoco que una cita textual de argumentos suyos en materia de presunción de constitucionalidad de las leyes sería incluida en la iniciativa de Reforma Judicial que presentó el entonces presidente Andrés manuel López Obrador. Tampoco que el Comité de Evaluación del Ejecutivo lo aprobaría y la tómbola, moderna diosa romana Fortuna, le haría una buena jugada.
Ya no existen las monjas que invoquen a Juan XXIII para que haga el milagro. Giovanni Figueroa, aunque es católico formal y creyente de un poder superior, tampoco quiere un milagro. “Lo que sí quiero es ser un servidor público cercano a la ciudadanía, dispuesto a escuchar y comprender sus necesidades, así como las del país en su conjunto, con un enfoque centrado en promover una justicia accesible y transparente, que garantice la protección de los derechos humanos y el respecto de la Constitución que refleja los valores y aspiraciones del pueblo de México”, explica en entrevista con Meridiano. De la cultura del esfuerzo, hará lo que está en sus manos para tener el favor de los electores y convertirse en ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.