Siempre ha llegado con retraso la Iglesia católica a la cita de inclusión e igualdad. Otras iglesias tienen pastoras e incluso obispas. Aun así, hay que celebrar la decisión del papa Francisco, que nombró a una monja como “gobernadora” del Vaticano y poco antes a la primera prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada. Rezagadas las mujeres a labores de servidumbre o tareas menores entre los laicos, estos gestos del Pontífice alimentan la esperanza de cambios. La crítica del machismo clerical ha sido admitida por el sucesor de Pedro. Ojalá estos pasos se repliquen en las diócesis del mundo, donde incluso la posición de monaguillo está reservada a los varones. Porque es una Iglesia que en el púlpito se asume mariana radical pero en el día a día no predica con el ejemplo.