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jueves, marzo 6, 2025
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Iniciativa presidencial y los orgullosos de su nepotismo

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Para José López Portillo, su hijo José Ramón era una debilidad. No está mal que los hijos sean manifestación de las debilidades de los padres, mientras no se comprometa la administración pública con la presencia de tales individuos. El expresidente confesó el gran amor por su hijo, diciendo: “Es el orgullo de mi nepotismo”. Con los presidenciales beneficios para su hermana Margarita, extendía los alcances de sus enternecedoras palpitaciones. La razón les asistía a Héctor Lechuga, a Salinas y al Loco Valdés que hicieron fábula con su obra Agarren a López por Pillo.

No es novedad que el nepotismo sea condenado a las regiones más calientes del infierno. En el ámbito privado, las herencias son normales y vistas con absoluta naturalidad. En el ámbito público, heredar un cargo a un familiar, generalmente es mal visto. No se ve mal ni se condena, el que las personas obtengan cargos públicos sujetándose a procedimientos transparentes, democráticos, sin retorcimientos. Lo que se ve mal y muestra la estatura de los protagonistas de la escena pública, es que se obtengan cargos en favor de los parientes.

Una digresión necesaria antes de seguir con estas reflexiones. Para reducir la probabilidad de confusiones, partamos de una definición. Por nepotismo, debemos entender la “Utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados empleos o concederles otros tipos de favores, al margen del principio de mérito y capacidad”. La definición deja mucho que desear ante una realidad avasalladora. No solamente se margina el mérito y la capacidad, sino que se evaden o se eluden los componentes procedimentales (una y otra vez, con “sólidos” argumentos).

En nuestra entidad, la «Ley de responsabilidades administrativas del estado de Nayarit», alude al tema que nos ocupa, señalando que “Cometerá nepotismo el Servidor Público que, valiéndose de las atribuciones o facultades de su empleo, cargo o comisión, directa o indirectamente, designe, nombre o intervenga para que se contrate como personal de confianza, de estructura, de base o por honorarios en el Ente Público en que ejerza sus funciones, a personas con las que tenga lazos de parentesco por consanguinidad hasta el cuarto grado, de afinidad hasta el segundo grado, o vínculo de matrimonio o concubinato”. La excelente redacción de dicho cuerpo normativo tiene un origen, la copia descarada.

Así es, el texto citado es copia simple de la «Ley General de Responsabilidades Administrativas», que dice: “Cometerá nepotismo el servidor público que, valiéndose de las atribuciones o facultades de su empleo, cargo o comisión, directa o indirectamente, designe, nombre o intervenga para que se contrate como personal de confianza, de estructura, de base o por honorarios en el ente público en que ejerza sus funciones, a personas con las que tenga lazos de parentesco por consanguinidad hasta el cuarto grado, de afinidad hasta el segundo grado, o vínculo de matrimonio o concubinato”. El legislador local no se quebró el cráneo ni lo más mínimo.

Ahora se ha impulsado una iniciativa para poner fin al nepotismo en la esfera electoral. La intención es buena, pero parece que tendrá el mismo fin que las disposiciones contra el nepotismo que datan, al menos, de los tiempos de la renovación moral de la sociedad de la que se hablaba durante el gobierno de Miguel de la Madrid.

No es extraño para nadie ver como se reparten cargos públicos entre parientes. Los cargos de elección popular tampoco son algo fuera de lo común. Una y otra vez vemos árboles genealógicos en las legislaturas, en los poderes ejecutivos y ahora está de moda hablar de ese nepotismo en el Poder Judicial.

En el mejor de los casos, puede ser que un pariente posea méritos y cualidades para ejercer un cargo, pero eso no justifica que se le entregue un cargo por ser pariente. Un empleo como profesor no debería entregarse a un hijo, no obstante que este posea un doctorado en la disciplina que enseñará en el aula. El empleo debería ser entregado a una persona que la obtenga por medio de un concurso sin trampas ni entrevistas estúpidas con las que se pretende ocultar una imposición de intereses familiares o endogámicos. En efecto, la endogamia es la puerta trasera por la que entra el nepotismo.

Fue Porfirio Díaz quien inventó el pelelismo en México. Ese recurso de manipulación del poder “tras bambalinas”, llevó al compadre de Díaz, a José Manuel del Refugio González Flores, a la Presidencia de México. La trampa consistía en colocar a un pelele al frente del Ejecutivo, para luego regresar al cargo, evadiendo así la disposición anti reeleccionista.

Con los años se concibieron diversas formas para evadir las disposiciones antirreeleccionistas. De esa manera, nuestro Viejo Emilio González fue legislador federal (diputado, senador, diputado, senador, y así sucesivamente) más de treinta años, además de gobernador del estado de Nayarit. Otro caso, que supera al Viejo Emilio, fue Blas Chumacero (Diputado XXXVIII Legislatura del Congreso de la Unión, lo mismo que en las Legislatura Federales XL, XLII, XLIV, XLVI y XLVIII. El poblano también fue Senador a las L y LI Legislaturas del Congreso de la Unión. Luego siguió en la LIII Legislatura del Congreso de la Unión y Senador a las LIV y LV Legislaturas del Congreso de la Unión). Eso, sin reelección.

Cabe dejar en claro que la iniciativa presidencial se caracteriza por un sincero espíritu democrático. La misma prohíbe expresamente que participe en una elección la persona que “tenga o haya tenido en los últimos tres años anteriores al día de la elección un vínculo de matrimonio o concubinato o relación de pareja, o de parentesco por consanguinidad o civil en línea recta sin limitación de grado y en línea colateral hasta el cuarto grado o de afinidad hasta el segundo grado, con la persona que está ejerciendo la titularidad” del cargo en cuestión.

La iniciativa de la Presidenta Claudia Sheinbaum, va amarrada de la reforma constitucional que prohíbe también la reelección legislativa. Esta medida tiene como finalidad acabar con una figura absolutamente surrealista. La verdad es qué sin reelección, personas como Emilio González o Blas Chumacero, fueron legisladores durante décadas. Es un sinsentido que los legisladores puedan reelegirse para serlo hasta por doce años y que los alcaldes lo puedan hacer para ejercer el mandato solamente por seis años. Es absurdo que los gobernadores no puedan reelegirse y que el Presidente tampoco lo pueda hacer.

Asuntos numerosos son parte de una agenda reformista en el ámbito electoral. La reelección y el nepotismo parecen misiones imposibles de cumplir. No obstante, son temas que deben ser parte de ese afán por reformar, aunque lo que se requiere es presentar un cuerpo entero de propuestas de reformas, para no proceder con la vieja estrategia de bachear el camino electoral en lugar de re encarpetar o en vez de crear nuevas autopistas de la democracia. El camino que sigue es largo y sinuoso. El escenario externo no debe ser pretexto para no avanzar en ese plano. La transformación va bien, pero puede ir mejor.

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