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miércoles, abril 30, 2025
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Extravagancia mexicana y la realidad surrealista

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El buenazo de Giovanni Sartori llamó a la ausencia de reelección legislativa consecutiva, una “extravagancia” mexicana. Aun así, con tales peculiaridades, el nayarita Emilio González y el poblano Blas Chumacero, ambos, lograron ser legisladores durante décadas. Eso no se lo dijeron a Sartori. Ya con la reforma de 2014, a la entrada en vigor de la reforma constitucional que abría las puertas a la reelección legislativa consecutiva, quedó oficializada la presencia de la figura de “legislador vitalicio”.

A partir de la reforma constitucional de 2014, un legislador podría haber alimentado la esperanza de ser arrancado de una curul solamente muerto. Una persona podía mantenerse como Diputado Federal por doce años consecutivos. Tras esos doce años, podía ser Senador de la República por otros doce años. Luego podría repetir el ciclo con otros doce años como Diputado Federal, otros doce como Senador y así sucesivamente, ad vitam aeternam. A los legisladores de 2014, solamente les faltó constitucionalizar la figura de momificación legislativa para que una persona pudiese mantenerse como congresista hasta el fin de los tiempos, no hasta el fin de una vida.

En 1971, en el Plan de la Noria, Porfirio Díaz se pronunciaba contra la figura de la reelección de Presidente. En una de sus partes, el Plan prometía “Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder, y ésta será la última revolución”. En esa misma ocasión aseguraba haber dado “suficientes pruebas” de que no aspiraba al poder, “a cargo, ni empleo de ninguna clase”. Años después, en el Plan de Tuxtepec, reiteraba su convicción contra la reelección. La defenestración fue su final luego de haberse enquistado en el poder durante décadas. El viejo Porfirio abandonó la Presidencia solamente con una buena dotación de leñazos en el lomo. Todo un cínico, un ejemplo de cómo se puede pensar de una forma, hablar de un segundo modo y actuar de una tercera manera.

En 1910, a las seis de la tarde del domingo 20 de noviembre, da inicio una revolución presidida por el lema de la no reelección. El principal líder de ese movimiento, don Francisco I. Madero, tras la lucha armada es cruentamente asesinado y al final la no reelección se logra imponer, al menos por un poco tiempo.

Las reformas constitucionales aprobadas en Querétaro a fines de 1916 e inicios de 1917, de nuevo son sujetas a reformas que abrieron el paso a la reelección presidencial. Para eso se aliaron Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. El martes 17 de julio de 1928 es asesinado el general sonorense y expresidente Álvaro Obregón. Cerca de un par de semanas antes, el domingo primero de julio, había sido electo Presidente de la República para el periodo de 1928 a 1932. La duración al frente del Poder Ejecutivo federal, era de cuatro años. Tras esos cruentos hechos, la reelección presidencial fue desechada definitivamente.

La reelección consecutiva de diputados y senadores quedó proscrita desde 1933. No obstante, numerosas figuras de la vida pública de México lograron ser legisladores durante décadas. Nuestra Constitución Federal (artículo 50) dispone que “El poder legislativo de los Estados Unidos Mexicanos se deposita en un Congreso general, que se dividirá en dos Cámaras, una de diputados y otra de senadores”. Dicho de otra manera, un diputado federal o un senador, son congresistas integrados al Poder Legislativo Federal, por lo que su reelección realmente estuvo impedida siempre. En esas condiciones, imperó la ilegalidad negociada en la que unos se solapaban a otros. La realidad siempre ha hecho etérea la existencia de nuestro Pacto Federal.

Para 2014, el entramado constitucional es llevado a la esfera de las alegres reformas en materia de relección. Ese año, los diputados, los Senadores, Presidentes Municipales, Síndicos y regidores, entran a una etapa en la que la reelección es posible. Es una etapa en la que los razonamientos brillan por su ausencia y las decisiones se muestran atrabiliarias.

Nuestra realidad muestra que la política también brilla por su ausencia. Hoy como ayer, como se decía en el Plan de San Luis de don Francisco I Madero, que “un pequeño grupo, abusando de su influencia, ha convertido los puestos públicos en fuente de beneficios exclusivamente personales”. Una y otra vez, numerosos personajes de la vida pública y entre ellos, muchos legisladores, han amasado fortunas en lugar de servir a la gente. La reforma constitucional de 2014 solamente abonó el terreno de los intereses personales, el de los «idiotes», como los griegos nombraban a quienes solamente se ocupaban de sus intereses personales. Para eso sirvió la figura de la relección. Esto se observa en la extensión de los periodos para reelegirse.

Sin razón, excepto por su voluntad, ese pequeño grupo decidió reformar la Ley Fundamental para que los senadores pudieran serlo hasta por doce años, lo mismo que los diputados (locales y federales). Esas personas decidieron que los alcaldes, regidores y síndicos, podrían serlo hasta por dos periodos consecutivos. La redacción de las reformas a la Carta Magna fue tan grotesca, que llevó a Nayarit a un escenario en el que los alcaldes pudieron ejercer el cargo durante cuatro años.

¿Por qué los Senadores una reelección y ejercicio del cargo hasta por doce años y no más, o no menos?, ¿por qué los diputados federales y locales hasta tres reelecciones y ejercicio del cargo, también hasta por doce años?, ¿por qué los alcaldes solamente una reelección?, ¿por qué los gobernadores o el Presidente no accedieron a la figura de la reelección? No hay razón que sirva para apoyar la definición de la extensión de esos periodos en los cargos. Tampoco existe razón que sirva para explicar la prohibición de la reelección de gobernadores y de presidentes. Los que decidieron, entre otras cosas, que los diputados lo pudieran ser hasta por doce años, bien pudieron decidir que las reelecciones pudieran haber sido hasta por cinco o siete veces.

Otra extravagancia de la que no se le habló al buen Sartori, radica en la interpretación del texto constitucional en el que se define al Poder Legislativo. En su artículo 50 la Ley de Leyes dispone que “El poder legislativo de los Estados Unidos Mexicanos se deposita en un Congreso general, que se dividirá en dos Cámaras, una de diputados y otra de senadores”. Dicho de otra forma, se es congresista ya sea en el papel de Senador o en el de Diputado Federal. Por tanto, prohibir la reelección implicaba prohibir ser Diputado Federal por tres años, luego Senador por seis años y de nuevo Diputado Federal por otros tres años hasta completar doce años como congresista. Con la burla a tal dispositivo, algunos curiosos mexicanos lograron mantenerse como legisladores durante décadas.

Ahora, la reforma de 2014 caerá bajo el fuego desatado de 2025. Ya no más reelección. Por lo menos, en lo aparente que no logra ocultar el fondo de las cosas. Así, tras un par de siglos de experiencias legislativas, podemos concluir que aprobar la reelección o desaprobarla, carece de importancia. Un poco de verdadera democracia sería mejor. Pero por lo visto, como en los tiempos de don Porfirio, un pequeño grupo que usa los puestos públicos en fuente de beneficios exclusivamente personales, no está preparado para la democracia. Ni para un poco de tal entelequia.

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