Especial Meridiano | Jorge Enrique González
La historia y los símbolos de Tepic están ligados a Los Metates. En el siglo XIX ahí se cerró un capítulo del entonces Distrito Militar, en la década de los 80 del XX fue catedral del placer y ahora se mantiene vivo un singular micrositio indígena de resistencia cultural.
Repasemos los hechos: el 19 de julio de 1873 fue fusilado en la loma de ese lugar Manuel Lozada, el bandolero que dominó con las armas por largos años el Séptimo Cantón de Jalisco que luego fue Distrito Militar de Tepic. En el siglo XX, a principios de los 80, célebres establecimientos de sexoservicio fueron reubicados en una zona de tolerancia acondicionada para tal fin en Camino Viejo a Los Metates, hoy conocido también como Mártires del 26 de Enero. Ese oasis erótico vino a menos cuando las chicas se casaron para darle el amor completo a un solo macho, otras se regresaron al centro histórico o se emplearon en los table dance que empezarona proliferar aquí y allá.
Con ese antecedente, no es casual que cinco maracate tuvieran la visión que Los Metates era la tierra prometida para venir a la ciudad que un día sonreiría.
En la cima del cerro Los Metates está Zitacua, una colonia indígena fundada a fines de la década de 1980 por un grupo de familias wixaritari que decidieron establecerse en la ciudad sin abandonar sus costumbres, lengua y estructura comunal. Nació de una visión ritual, creció con autonomía y subsiste hoy como un enclave cultural dentro de una urbe que crece en varias direcciones. Ellos, desde su altura la ven como Dios a los conejos.
La fundación de Zitacua no fue resultado de un plan de urbanización ni de la política pública tradicional, sino de una revelación espiritual. De acuerdo con registros históricos y testimonios orales, cinco marakate (guías espirituales wixárikas) recibieron una visión que los llevó a identificar el cerro Los Metates como un sitio sagrado. A partir de esta experiencia compartida, solicitaron al gobierno estatal el terreno y en octubre de 1987 recibieron una donación formal de cinco hectáreas (Chávez Zaragoza, 2018, p. 43). El suceso fue documentado por el periodista Edgar Ávila Pérez en una nota de la Agencia EFE, difundida en medios como SinEmbargo.mx y Los Angeles Times en español, donde se destaca el origen ritual de la colonia y su singularidad como “micrositio indígena huichol del Pacífico mexicano” (Ávila Pérez, 2018).

Desde el inicio, los colonos establecieron una organización dual: un comité ciudadano electo y un gobierno tradicional con cargos rituales, como gobernador, capitán, alguacil, jueces y topiles (Carrillo, 2016, p. 42). Esta estructura continúa vigente y ha permitido a Zitacua mantener su autonomía relativa frente al municipio de Tepic. “Aquí las decisiones se toman en asamblea y el marakame tiene la última palabra en temas espirituales y culturales”, señala uno de los líderes entrevistados por Reynoso Casián (2016, p. 67).
Con el paso de los años, Zitacua se consolidó como un asentamiento multiétnico. Aunque la mayoría de sus habitantes son wixaritari, también residen allí personas de las etnias náayeri (cora), o’dam (tepehuano) y mexicanera, en lo que se ha denominado la “colonia de los cuatro pueblos indígenas de Nayarit” (Carrillo, 2016, p. 36; González, 2022). Actualmente, se estima que la población oscila entre 800 y 1,200 personas, con una composición de aproximadamente 80% wixárika, 10% cora, 5% tepehuana y el resto mexicanero (Ávila Pérez, 2018).
La vida cotidiana en Zitacua articula dinámicas urbanas y prácticas tradicionales. Durante la semana, los adultos trabajan como obreros, comerciantes, artesanos o empleados de gobierno en la ciudad. Pero los fines de semana, especialmente durante las festividades, la colonia se transforma: las mujeres visten faldas bordadas, los hombres portan camisas tradicionales y se celebran ceremonias en el kalihuey, el templo comunal edificado colectivamente con ayuda del Instituto Nacional Indigenista (Carrillo, 2016, p. 57).

Uno de los rituales más importantes es la Fiesta del Tambor, que se celebra cada octubre y marca el fin del ciclo agrícola. Allí se dan nombramientos a los niños, se ofrenda al abuelo fuego (Tatewari) y se agradece la cosecha del maíz. También destacan las celebraciones sincréticas de Semana Santa, como la Judea indígena, donde jóvenes pintados de negro, borrados, representan a los “judíos” de la tradición católica, mientras se integran danzas y cantos en lengua wixárika (González, 2022; Ávila Pérez, 2018).
La lengua es un eje central en la preservación cultural. Según Carrillo (2016), el 90% de los adultos habla wixárika y más del 70% de los niños lo entiende y lo usa regularmente. La colonia cuenta con preescolar y primaria bilingües donde se imparte enseñanza en lengua materna, español e inglés. “Enseñamos a nuestros hijos el español para que vivan en la ciudad, pero les damos el wixárika para que no se pierdan en ella” (Carrillo, 2016, p. 63).
El turismo cultural ha sido uno de los mecanismos que Zitacua ha usado para sostener su economía. La apertura del mirador, los letreros coloridos con el nombre “Zitakua” y las esculturas ceremoniales han atraído visitantes nacionales e internacionales. Algunos llegan guiados por el turibús municipal; otros por curiosidad. Allí compran artesanías, prueban “quesadillas azules” y escuchan narraciones de la cosmogonía huichol. “Para los huicholes, no existe separación entre lo espiritual y lo material. La colonia no es sólo un lugar donde vivir: es un altar, una prolongación del cuerpo colectivo” (Reynoso Casián, 2016, p. 71).

La pandemia de COVID-19 puso en evidencia la fragilidad de esta economía. Con la suspensión de las visitas turísticas, las ventas de artesanías cayeron hasta un 40% y al menos 12 familias se vieron severamente afectadas (Ruta Indígena, 2021). “Antes vendíamos con el sol encima, ahora sólo vendemos cuando hay sombra”, comentó una artesana local, reflejando la vulnerabilidad económica de la comunidad (Ruta Indígena, 2021). Como la ciudad, el estado, el país, el mundo, la colonia cayó, pero se levantó.
Otro problema persistente es el acceso a servicios básicos. Aunque la colonia ha sido reconocida en planos municipales y ha recibido apoyos parciales, sigue enfrentando deficiencias en drenaje, seguridad, transporte y vivienda. “Tenemos que pelear cada mejora como si fuera una dádiva, cuando somos ciudadanos como cualquier otro”, señaló uno de los líderes comunitarios entrevistados por Chávez Zaragoza (2018, p. 76).
Pese a ello, Zitacua se mantiene como un modelo de resistencia indígena en contexto urbano. No es un museo viviente ni una atracción turística, sino una comunidad con gobierno propio, lengua viva y vida ritual activa. Como señala Reynoso Casián (2016), su capacidad de adaptación sin perder identidad convierte a Zitacua en un caso ejemplar de reterritorialización indígena en la ciudad.
Zitacua también ha sido observada como un laboratorio urbano de políticas culturales. Diversos investigadores han propuesto que la experiencia de Zitacua puede aportar elementos útiles para el diseño de programas de atención a poblaciones indígenas en ciudades intermedias. Sin embargo, a pesar de su visibilidad simbólica, la colonia rara vez ha sido incorporada de forma estructural en los planes de desarrollo urbano o en las agendas institucionales de interculturalidad (Chávez Zaragoza, 2018, p. 78).
En el ámbito educativo, uno de los desafíos identificados por los docentes locales es la continuidad escolar de los jóvenes wixárikas. Si bien la primaria bilingüe ha funcionado como un espacio protector de la lengua y la cultura, muchos adolescentes enfrentan barreras al intentar continuar sus estudios fuera de la colonia. El desplazamiento diario, el racismo estructural y la falta de becas condicionadas a la pertenencia étnica dificultan su inserción plena en el sistema educativo urbano (Carrillo, 2016, p. 64).
Otro tema de tensión ha sido la representación política. Aunque Zitacua cuenta con enlaces comunitarios ante el ayuntamiento y ha participado en consultas ciudadanas, sus demandas suelen diluirse dentro de la agenda municipal. Las autoridades tradicionales han insistido en que se les reconozca no sólo como habitantes urbanos, sino como sujetos de derecho indígena bajo el amparo del artículo 2º constitucional (Chávez Zaragoza, 2018, p. 74).
La figura de José Benítez Sánchez, artista, chamán y uno de los principales fundadores de Zitacua, ha adquirido un peso simbólico central en la memoria colectiva de la colonia. Su legado, reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2003, no sólo reside en sus obras de estambre y murales cosmogónicos, sino también en su papel como gestor cultural y defensor de un modelo de vida indígena en la ciudad. La escultura que lo representa en el mirador de Zitacua es un homenaje artístico y una reafirmación de la historia comunitaria frente a la modernidad acelerada (Ávila Pérez, 2018; Reynoso Casián, 2016, p. 49).
En palabras de Chávez Zaragoza (2018, p. 91): “Zitacua es un nodo simbólico de identidad urbana para los wixaritari; no es la sierra, pero tampoco es la ciudad mestiza. Es un punto de continuidad cultural”. Y en ese punto, en ese cerro habitado por casas de concreto y nostalgia sorda por la sierra, sigue latiendo la identidad de los pueblos tan venerados y utilizados por gobiernos que vienen y van.
Para conocer más, consulte:
Ávila Pérez, E. (2018, 4 de marzo). “Zitacua, el micrositio indígena huichol de Nayarit que sobrevive en medio de la modernidad.” Agencia EFE. Publicado en SinEmbargo MX. https://www.sinembargo.mx/3392983
Carrillo de la Cruz, T. (2016). Vitalidad de la lengua wixárika en la colonia Zitacua de Tepic (Tesis de maestría). Universidad Autónoma de Nayarit. http://dspace.uan.mx:8080/jspui/handle/123456789/1821
Chávez Zaragoza, P. A. (2018). El indígena wixárika urbano de la ciudad de Tepic: análisis de la habitabilidad heterogénea en la colonia Zitacua desde el enfoque de la complejidad (Tesis de maestría). UNAM. https://ru.dgb.unam.mx/handle/20.500.14330/TES01000783202
González, J. E. (2022, 13 de abril). Semana Santa originaria en Tepic. Meridiano.mx. https://meridiano.mx/2022/04/13/semana-santa-originaria-en-tepic/
Los Angeles Times. (2018, 3 de marzo). “Zitacua, el micrositio indígena huichol del Pacífico mexicano”. Agencia EFE. https://www.latimes.com/espanol/noticas-mas/articulo/2018-03-03/efe-3541744-13913034-20180303
Reynoso Casián, B. (2016). Actividad turística e identidad wixárika en la colonia Zitacua en Tepic, Nayarit (Tesis de maestría). Universidad Autónoma de Nayarit.
Ruta Indígena. (2021, 17 de agosto). “Caen ventas de artesanos indígenas de la colonia Zitacua.”https://rutaindigena.com/2021/08/17/caen-ventas-de-artesanos-indigenas-de-la-colonia-zitacua/
El Evangelio en lengua wirrárica: Judea en Zitacua
La Judea de la colonia más emblemática de resistencia lingüística y cultural en un entorno urbano representa un ritual de sincretismo que puede ser modelo para convertirse en política pública para protección de tradiciones de pueblos originarios. Un artículo de Jorge Enrique González.